El chocolate caliente es lo que tiene, quita las penas a medida que sientes como te templa el cuerpo desde dentro.
—Lo necesitaba. Gracias.
—¿Ves? La prima Gabi siempre tiene la solución. —eso me hizo sonreír. Había sido yo quién se lo había pedido, pero le dejaría que se llevase el mérito por habérmelo preparado y traído hasta aquí.
—¿Podemos llevar un poco a Palm? —Seguro que a ella también la haría sentir mejor.
—¿Ya no es la señora Bowman? —Ya no podría llamarla así.
—Ella insistió. —Es difícil mantener las distancias con alguien como ella, porque te hacía sentirte como una amiga.
—De acuerdo, vamos a llevarle un poco de chocolate. —El termo que me enseñó era realmente grande.
—Tu siempre vienes preparada. —La empresaria siempre tomando el control.
Fuimos hasta la habitación, donde Palm estaba aferrando la mano de Petra aún pegada a su cama. Se la veía serena.
—Tenemos visita, abuela. Bianca y Gabi están aquí.
—He traído chocolate caliente. —Parecía como si Palm se resistiera a dejar sola a su abuela, así que decidí tomar el relevo. No había nadie más en la habitación, con una excusa u otra todos había decidido dejarla sola para darle ese momento que necesitaba. Pero ella lo que necesitaba era un poco de chocolate caliente, aunque no lo supera.
—Yo me quedaré con ella. —Tomé la otra mano de Petra con cuidado, como si aquel contacto fuese una forma íntima de decirle “eh, estoy aquí, no estas sola”.
—Sabes que ella no se enterará si la dejáis sola un par de minutos, ¿verdad? —Gabi y su pragmatismo.
—Sí, lo sé. —Saberlo no apaga el interruptor de los sentimientos. Como cuando ves un chico guapo y luego descubres que es gay o está casado, saber eso no hace que sea menos atractivo, solo le pone en la zona de inalcanzables. No es lo mismo, pero como explicación sirve, ¿verdad?
Me quedé allí, observando como Palm tomaba esa taza de chocolate, y como uno a uno el resto de la familia fue llegando y tomando la suya propia. No es la cura para todo, pero sí que es como esa pastilla que te tomas cuando te duele la cabeza; alivia por unos momentos, aunque sabes que el dolor acabará regresando cuando se pase el efecto. Por eso hay tanta gente adicta al chocolate, porque necesita aliviar mucho de ese dolor y no encuentra otra manera.
Esa noche me costó conciliar el sueño, mi cabeza estaba confundida porque no podía dejar de estar preocupada por el estado de Petra, y al mismo tiempo decidiera cerrar ese tema. No sé, es como si la puerta estuviese medio cerrada medio abierta, porque no se había ido del todo, aunque tampoco regresaría.
Por la mañana agradecí volver a la rutina, el trabajo siempre me absorbe de tal manera que el resto pasa a segundo plano. Cuando me quise dar cuenta casi era hora dar por finalizada mi jornada en el Miami Children´s Hospital, me quedaba apenas una hora para salir e ir a almorzar e incorporarme a mi otro trabajo, cuando recibí la llamada que más temía y esperaba.
—Bianca, Petra se ha ido. —Escuché los sollozos al otro lado del teléfono.
—Yo… Iré para allá lo antes posible.
—No hay prisa, Bianca… Ya no hay prisa. —Sí que la había, para mi sí. Necesitaba despedirme de ella, bueno, de su cuerpo, verla por última vez.
—Termino aquí y voy para allá. —Puede que Alex Bowman supiera movilizar recursos y personas, pero yo conocía de primera mano todos los trámites de estos casos.
Dicen que más sabe el tonto en su casa que el sabio en la ajena. Pues bien, yo sabía dónde había que ir, los documentos que solicitar y las personas con las que hablar. Esta no era mi primera muerte. Recordar eso hizo que mis ojos picaran. Pero no me detuve, recogí mis cosas y le comuniqué a mi compañera que tenía que irme por un asunto personal. Era la primera vez que lo hacía, así que ella no me puso ninguna pega, solo dijo “de acuerdo, ve tranquila”. El gran problema vendería después. Busqué el número de “jardines dorados” y me preparé.
Normalmente si alguien debía ausentarse por la tarde era a mí a quién informaban, yo lo anotaba y buscaba a un sustituto para cubrir su puesto. Pero ¿quién tenía que sustituirme a mí? Exacto, el egocéntrico de mi jefe, Edwing Mosses. Más que un grano en el culo era toda una señora fístula. Si no saben lo que es mejor no busquen fotos en internet, ¡Egh! Marqué su número y esperé a que se dignase a contestar.
—¿Qué sucede ahora Di Angello? —¿No lo dije? Solo abrir la boca y ya te daban ganas de estrangularlo.
—Necesito coger el día libre por un asunto personal. —Breve y directo.
—No puedes hacerlo, necesitas avisar con 15 días de antelación. —Eso no estaba en ninguna parte de mi contrato, pero él se sacaba esas normas del… Eres una chica educada, Bianca, nada de palabrotas.
—Es una emergencia.
—Sin preaviso no hay día libre.
—He dicho que es una emergencia. —¿No entendía lo que la palabra significaba? Suceso, acción que sobreviene. Uno no prevé una emergencia, quiero decir que puedes estar preparado, pero no sabes cuándo llegará.
—La respuesta sigue siendo no. —Eso significaba que para él la discusión estaba cerrada.
—En todo el tiempo que he trabajado en “jardines dorados” nunca he faltado un día al trabajo, pero hoy necesito ese día de asuntos propios, así que voy a cogérmelo. No es negociable. —dije de forma tajante.
—Si esta tarde no vienes a trabajar no te molestes en volver mañana porque estarás despedida. —y me colgó.
—Gilipollas. —No podía escucharme, pero necesitaba decirlo en voz alta, aunque fuese al teléfono.
Hay algo que ese idiota no sabía, y es que tenía un arma en el bolsillo que pensaba utilizar. ¡Eh!, idiota, tengo un abogado y pienso utilizarlo. Busqué el número de Fran y marqué mientras avanzaba por el aparcamiento buscando mi coche.
—Hola Bianca.
—Necesito un abogado. —Nunca le habría pedido algo así, pero ante situaciones desesperadas…
—¿Qué ha ocurrido? —Solté el aire antes de a hablar.
—Me han despedido. —Para mí era un buen resumen de mi situación.
—¿Estás en el hospital?
—Estoy de camino hacia el Mercy. —visualicé mi coche y empecé a rebuscar en el bolso la llave.
—No te muevas de ahí, voy para allá. Solucionaremos esto.
—No me han despedido aquí, sino en “Jardines dorados”. —Supongo que mi resumen era demasiado resumen.
—Nos vemos en la entrada principal del Mercy. —Fran había comprendido que no iba a quedarme quieta esperando.
—De acuerdo, estaré allí en menos de 20 minutos. —Si el tráfico no se ponía difícil, más o menos me llevaría ese tiempo.
—Yo también. —Abrí la puerta del coche, me senté detrás del volante y me di un segundo para tomar aire. Petra, Petra, no tenías ni idea de todos los cambios que habías hecho en mi vida, y sobre todo los que estabas haciendo. Plantarle cara a Edwing, tomarme un día libre del trabajo, pedir ayuda a mi hermano, y sobre todo tomar decisiones, nada de dejar que otros lo hicieran por mí.
Estaba arrancando el coche cunado el peso de todo lo que estaba ocurriendo me cayó encima, yo no era así, y la culpa de todo la tenía Petra, ¿porqué habías tenido que morirte? Mi frente golpeó el volante con brusquedad, mientras las lágrimas por fin salieron con total libertad. ¿por qué todas las personas a las que cogía cariño acaban muriéndose? Porque los amigos que te echas son viejos, Bianca, ¿por qué no intentas buscártelos de tu edad? Eso es lo que Petra me hubiese dicho. Y tenía razón, debía salir y buscar a gente que no me triplicase la edad con la que charlar.
Levanté la cabeza, aparté las lágrimas de mis ojos y puse el coche en marcha. Lo haría, prometí que lo haría, pero en ese momento tenía otras prioridades.
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