Anker
El kit para la toma de muestras llegó en menos de una hora, y con las mismas, el mensajero se fue con las muestras directo al laboratorio. Al día siguiente a medio día, tendría la respuesta a esa pregunta.
Pamina había trabajado con el doctor Stark en encontrar una combinación de medicamentos que permitiese una pequeña disminución del hematoma, para poder trasladar al paciente con mayor seguridad. Por la noche, nos retiramos a descansar, porque ni ella ni yo podíamos hacer nada, ni siquiera Astrid. Además, durante la noche, la hora de visitas estaba cerrada. Tampoco es que dejaran a nadie quedarse con los pacientes en esa zona, pero parecía que Astrid gozaba de algún tipo de dispensa por el hecho de haber trabajado allí durante muchos años.
Ya en el hotel, pedí algo de cenar para que lo subieran a la suite, donde podríamos intercambiar información y planificar el día siguiente. Los chicos de refuerzo estaban alojados en una planta inferior, al igual que Sam, que quería mantener las distancias para evitar que nos relacionaran. Y era precisamente a él al que estábamos esperando, cuando recibí una llamada suya diciendo que tardaría un rato más. Pude escuchar algún tipo de música de fondo, así como algunas voces.
No le esperamos, así que, cuando la cena estuvo sobre la mesa, Pamina y yo repasamos lo que teníamos.
—Entonces… ¿lo mejor es trasladarle? – bebí un poco de agua mientras esperaba su respuesta.
—Dudo que la medicación consiga reducir mucho el hematoma subdural, y exponer al niño a una presión así por mucho tiempo… las secuelas podrían ser peores que las que se puedan ocasionar durante un traslado. En cuanto a la operación… en estos momentos soy la mejor traumatóloga de este lado del país, mejor que las únicas dos opciones que hay en este hospital. Uno es demasiado viejo para tener un pulso aceptable, y el otro no tiene la suficiente experiencia. Además, yo estoy al día con las últimas técnicas de cirugía craneal. – no necesitaba convencerme, pero aquellas palabras lo sentenciaban todo.
—¿Qué necesitamos para el traslado? – ese era el terreno que yo controlaba. Podía conseguir cualquier cosa con un teléfono e internet.
—El viaje por carretera está descartado. Son más de 8 horas con recursos limitados. Si ocurriese algo durante el trayecto, podríamos estar demasiado lejos de un centro médico con recursos. Los traslados de este tipo suelen realizarse en helicóptero… –
—O en avión. – terminé por ella. – Tenemos el vehículo, ¿qué nos hace falta para adaptarle? – Convertir el avión familiar en un transporte medicalizado, entraba dentro de mis competencias. Pamina alzó los ojos buscando en su memoria.
—Bien, la cama no so sirve, porque necesitamos una superficie estable en la que podamos anclar algunas sujeciones. Es el procedimiento estándar para mantener inmovilizado al paciente durante el traslado. Si nos encontramos con algunas turbulencias, el paciente irá seguro. –
—Los sillones delanteros pueden convertirse en cama, o podemos sujetar una camilla portátil a dos de ellos. –
—Lo segundo es la mejor opción. Así además habrá sitio para acomodar una bala de oxígeno. Necesitaremos algunos equipos de monitorización, como los que se llevarían en una ambulancia medicalizada. – no es que no le estuviese prestando toda mi atención, pero mis dedos ya estaban volando sobre la pantalla de mi teléfono, buscando empresas que pudiesen suministrar todo lo que necesitábamos.
—Necesito una lista de todo el equipo y material que necesitas. Hay un par de empresas que podrían tenerlo todo en un plazo de 18 horas, si hacemos el pedido ahora. Luego solo habría que acomodarlo al avión, instalar los equipos y estaríamos listos para el traslado. –
—Trae aquí, iré haciendo yo el pedido directamente. – la tendí el teléfono y empezó a buscar entre las páginas. – ¿Qué límite de presupuesto tenemos? – ¿Pensando en dinero?, una vida no tenía precio. Sí, es recochineo, que siendo el director de una compañía de seguros de salud yo dijera eso. Pero, es que nuestra compañía no tenía como finalidad amasar dinero a costa de la salud de nuestros clientes, sino dar servicio médico de calidad sin demasiadas…preguntas. Era un rollo tener a la policía metiendo las narices donde no debía, como lo era quedarse con las secuelas de una herida de bala mal curada.
—No hay límite. Soy el director de la aseguradora, daré el visto bueno a todo lo que necesites comprar. – ella deslizó una sonrisa traviesa en su rostro, al tiempo que me lanzaba una pícara mirada. Podía aprovecharse tanto como quisiera, pero ella solo tomaría lo necesario, la conocía.
—Ummm, da gusto trabajar contigo. –
Un par de golpes en la puerta me hicieron levantarme para abrir. Sabía quién estaba al otro lado antes de abrir, ventajas de las mini cámaras que habíamos instalado nada más llegar. Sí, no voy a aburrirles con las medidas de seguridad que los Vasiliev toman cuando se hospedan en hoteles.
—Hola, Sam. – el susodicho entró en la suite, y cerró la puerta a su espalda.
—Espero que me hayáis dejado algo de comer, vengo hambriento. – ya estaba frotándose las manos mientras inspeccionaba el contenido de las fuentes que había sobre la mesa. Besó la mejilla de Pamina, se quitó la chaqueta, y se sentó enfrente del servicio que tenía la cubierta protectora sobre su plato. – Ummm, huele bien. – cogió los cubiertos y empezó a comer.
—¿Algo importante que compartir con nosotros? – Sam me sonrió, y me tendió su mechero, uno de esos cuadrados que la gente colecciona. Al menos es lo que cualquiera hubiese visto, yo ya conocía lo que realmente había allí dentro.
—Estuve tomando una copa con un “amigo”. – aquello me interesó. Cogí el mechero, desmonté la pieza que ocultaba la tarjeta de memoria, y la metí en mi teléfono. Ahora solo tenía que darle al reproductor y tendría una grabación que escuchar para entretenerme un ratito. Alcé mi vista para ver como el acceso a mi teléfono me estaba prohibido al menos por unos minutos
—Creo que lo escucharé más tarde. – Sam puso los ojos en blanco, me quitó la tarjeta, volvió a insertarla en su lugar, y después sacó unos pequeños auriculares del bolsillo de su chaqueta.
—¿Y perderte una estupenda sesión de entretenimiento, cortesía del doctor Khan? No tiene mucha batería, pero creo que llegará para que lo escuches al menos una vez. – metí uno de los pequeños auriculares en uno de mis oídos, y accioné la pequeña pestaña de reproducción. Si su “amigo” era el doctor Amul Khan, tenía muchas ganas de escuchar lo que tenía que decir. En un segundo, escuché la voz de Sam.
—…Iré a echar ese pitillo más tarde. Así que, según tú, no debo fiarme de las mujeres guapas. – la voz de otro hombre, uno que arrastraba las “s” más de la cuenta, síntoma de que había bebido demasiado, respondió a nuestro hombre.
—No, son todas unas lobas con piel de cordero. –
—Entonces son buenas solo para pasar un buen rato. –
—Ese es su cebo, no te fíes. Yo caí en esa trampa. –
—¿A qué te refieres? – se escuchó un vaso golpear la barra suavemente.
—Ella era joven, preciosa y solo quería divertirse conmigo. Decía que la excitaba mi piel de caramelo, mi acento… Sabía que estaba mal, que ella era una alumna de enfermería, y que como médico no podía tener un desliz con ella. Pero era tan provocativa… Antes de darme cuenta, había caído en sus redes. No me importó estar casado con dos jijas, no me importó que mi mujer estuviese esperando a nuestra tercera hija, no me importó que éticamente no fuese correcto. Cuando nos encerrábamos en el almacén de material, todo eso quedaba fuera. –
—Así que engañaste a tu esposa con una chica más joven. Eso les ocurre a muchos. – listo Sam, intentó quitarle hierro al asunto.
—Sí, eso pensé yo, lo que pensamos todos. Un poco de diversión con una jovencita no es malo si nadie se entera de ello. Pero hay más formas de pagar las consecuencias. –
—¿Te despidieron por su culpa? –
—Peor. Ella quedó embarazada. –
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