—Estoy agotada. – di un profundo bostezo mientras cruzaba las puertas de mis dependencias. Llamar habitación al lugar donde me tenían alojada era imposible, no solo por el tamaño y lujo, si no por el hecho de tener a un hombre apostado en mi puerta las 24 horas.
—Le diré al príncipe que descansarás un rato antes de continuar con tus estudios. – Sí, bonita manera la de decir que me iba a impresionar con todo lo que tenía almacenado en aquella impresionante biblioteca. Ya había advertido que, para él, su familia era el sumun, lo mejor, el ombligo del mundo. Vamos, que si le dejaban diría habían inventado la dinamita.
—Si por favor, una siesta me vendría muy bien. – Sahira asintió y me hizo una reverencia mientras se quedaba al otro lado de la puerta. Ya había notado, que salvo aquellas que estaban a mi servicio, el resto de personas tenían restringido el acceso a mis dependencias. Algo bueno, porque así disponía de algo de privacidad. No era mucha, pero menos es nada.
Escuché el cerrojo cerrándose y me acomodé en la cama inundada de enormes almohadones y cojines. No sé cómo esta gente podía dormir con tanto bulto en la cama, pero en aquel momento no me importaba, lo único que quería era recostarme, cerrar los ojos y descansar. Y eso fue lo que hice. Estaba formando mi primer sueño, buscando una imagen agradable con la que recrear mi mente, cuando pensé “¿qué demonios?, sé que no puedo servirme de mi poder porque no tenía una fuente cercana de la que tomar mi fuerza, pero…” me concentré en Evan. Su recuerdo, su sonrisa… seguramente estaría preocupado. Daría lo que fuera por hablar con él, decirle que estaba bien, que Arsen estaba también aquí, que estaba vivo, que…
—¿Viky? – su voz, su rostro… se unieron en una imagen acuosa en lo más profundo de mi mente. ¿Estaba lavándose los dientes?, eso parecía.
—Evan. –
—Oh, señor. ¿Estás bien?, ¿dónde estás? –
—En un lugar en el desierto. Ellos lo llaman el País de Magán. Estoy en un palacio de la familia Al-Qasimi. –
—¿Sabes quiénes son ellos? –
—Hay un hombre, el príncipe Jabah bin Jasim Al-Qasimi. –
—Lo buscaré. Voy a encontrarte Viky, yo… voy a encontrarte. Los chicos y yo estamos detrás de tu rastro, pero con esto… iremos más rápido. –
—Evan, es un mago, un mago de fuego, y es … es muy poderoso. – noté que apretaba los dientes.
—Sabíamos que había magia metida en todo esto, era obvio. Pero…además alguien nos está guiando. Esto… esto solo confirma lo que nos había dicho. – lo primero que pensé fue en la Sibila. En Romina y su hija. – Verás, ella tuvo una visión. Eras tú en medio de un mar de arena roja, llamas, rayos… – mis sospechas se habían confirmado. Pero ya que estábamos, tenía que decirle algo más.
—Evan, Arsen está aquí, él… lo tienen encerrado en una torre, con grilletes. –
—Arsen… no murió. – dijo para sí mismo.
—No, Jabah lo ha tenido retenido aquí todo este tiempo. – intenté visualizar la imagen de Arsen, el estado lamentable en el que lo encontré
— ¡¿Es él?!, o ¡señor!, se ve tan mal. – ¿lo había visto?, eso era algo que teníamos que aprovechar.
—Espera, intentaré darte una imagen del lugar en el que estoy. – no era mucho, pero al menos, si estaba cerca, sabría que me había encontrado. Solo esperaba que no nos moviéramos de aquí antes de que él y los chicos llegasen.
—Lo tengo. Bien, tú solo haz lo que tengas que hacer para mantenerte en pie, iremos a buscaros lo antes posible. – notaba como la conexión se estaba desvaneciendo. La poca energía que tenía se estaba acabando, pero tenía tantas cosas que decir aún…
—Evan, ten cuidado. – noté su sonrisa acompañándome.
—Lo tendré, mi ninfa, lo tendré. – su contacto se perdió, dejándome un dulce sabor de boca. Él me estaba buscando, y no estaba solo.
Dejé que Morfeo me acunara en sus brazos, llevándome a un sueño reparador. Soñé con un bosque, soñé con un estanque, soñé con una cascada, soñé con ¿mis padres?
—Hola cariño. –
—Mamá. – corrí hacia ella para abrazarla. La echaba tanto de menos, que tenerla parami, aunque fuese un sueño, era suficiente… pero por alguna razón, al intentar atraparla, pasé a través de su cuerpo. – ¿Mamá? ¿qué…? – ella se giró hacia mi mientras me sonreía.
—Es lo que tienen los cuerpos astrales, cariño. – ¿Cuerpos astrales?
—¿Qué quieres decir? – papá tomó la mamo de mi madre y se acercaron juntos hacia el lugar donde mi cuerpo había aterrizado. Sí, olvidé decir que me caí, me di de bruces contra el suelo.
—Seguro que has oído alguna vez eso de meterse en los sueños de otra persona. –
—¿Sois… sois reales? – mamá miro alrededor, buscando… ¡Ah, ya sabía que buscaba! Llamé una roca, como hice aquella vez, cuando estaba en el entremundos, y esta apareció para que mamá pudiese sentarse sobre ella. Hice aparecer un par más para que papá y yo también pudiésemos sentarnos.
—Depende de lo que entiendas por real. – ese era mi padre haciéndose el gracioso.
—A ver, este es un sueño, mi sueño, pero me estáis diciendo que vosotros no sois fruto de mi imaginación, sino, que, de alguna manera, os habéis metido en él. –
—Somos seres mágicos, cariño, meternos en un sueño es algo accesible para nosotros. – dijo mamá.
—Bueno, solo si sabes cómo entrar y salir. Si lo primero es difícil, lo segundo lo es mucho más. – añadió papá.
—Pero nunca antes habéis entrado en mis sueños, ¿Por qué ahora? – se miraron entre ellos.
—No le hagas caso, como todo, dominar los secretos del mundo onírico es complicado, pocos seres mágicos pueden hacerlo bien. Normalmente, hasta conseguir algo como esto, se hacen muchas chapuzas antes. –
—Lo que tu madre quiere decir, es que estar muerto tiene sus ventajas. Para meterse en un sueño, hay que realizar un viaje astral, y después colarse en el sueño de la persona que quieres. Para eso último se necesita algún vínculo emocional. – una idea extraña atravesó mi cabeza.
—¿Tiene eso algo que ver con que algunas personas sueñen con sus seres queridos que han fallecido? – mamá sonrió.
—Pues claro que sí. Lo que ocurre, es que las almas de los difuntos se cuelan en los sueños de los vivos si saber que lo están haciendo, y si ya es confuso estar muerto, no puedes imaginarte encontrarte metido en un mundo que no sigue las reglas a las que están acostumbrados. –
—Ya sabes, gente que vuela, personas que vuelven a ser niños, cosas de esas. – aclaró papá.
–Me alegro de que estéis aquí. Este es uno de esos momentos en que necesito un poco de ánimo extra. – ambos se miraron de forma cómplice y algo incómoda.
–Verás, cariño. No estamos aquí por casualidad. –
—¿Qué queréis decir? –
—Existen algunos límites que un mago o bruja no puede…no debe sobrepasar, porque eso traería consigo graves consecuencias. – entonces una bombillita se encendió sobre mi cabeza.
—Jabah. – mamá asintió.
—Este planeta es mágico. No todos pueden albergar vida, y este es una explosión exultante de ella. La magia, la vida, convergen aquí. Existen una gracias a la otra. Si algo hemos aprendido, es que el equilibrio es muy importante para conservar ambas. Alterarlo, puede tener graves consecuencias para ambas. –
—¿Cómo de graves? –
—¿Has oído hablar alguna vez de la edad oscura? –
—No. – vi como mi madre soltaba el aire pesadamente y se disponía a contarme una larga historia.
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