—Otra vez. – la voz de Sahira era autoritaria, inflexible. Llevábamos toda la mañana practicando en los jardines, junto a una pequeña fuente artificial rodeada por escasa vegetación, casi toda ella conformada por especies adaptadas a la aridez del desierto. Pero el calor exterior, la sequedad del ambiente, el implacable sol… estaban mermando mis energías más deprisa de lo que lo hacían con ella. El agua era un elemento del que no podía sacar mucha fuerza, había muy poca.
—Necesito descansar un momento. – Sahira asintió fríamente. Irónico, porque estábamos como a 40 grados por lo menos. Me acerqué a la sombra, donde había una pequeña mesa con agua y algo de fruta. Creo que salté sobre la nevera que contenía las botellas de agua fresca, la abrí, saqué una y vacié todo el contenido en menos de 10 segundos. Un nuevo récord. Sahira se detuvo a mi lado, pero no hizo ademán de beber o comer nada de aquella mesa o bufet. Podía notar su sed, es algo que aprendí al principio de estar ahí, la necesidad de agua de los cuerpos, como suplicaban por un poco de líquido que los equilibrase. Pero ella no bebía. No sabía si era por terquedad, porque no quería tocar nada que yo hubiese tocado, o porque aquello sólo hubiese sido suministrado para mi uso exclusivo. Había un límite que los cuerpos humanos podían tolerar, un límite que la costumbre no sería suficiente para mantenerte en pie. Y ella lo alcanzaría pronto, podía notarlo. Saqué otra botella de agua de la nevera, pero en vez de beber, se la ofrecí.
—¿Beberías conmigo? – la vi sopesar mi gesto. No era una orden, era un ofrecimiento que sería un desaire rechazar. La tenía medio atrapada, pero ella tenía la opción de no aceptarla si no quería. Finalmente cedió, asintió y tomó la botella, eso sí, al hacerlo miró a su alrededor, como si temiese que alguien la viese. Se sentó a mi lado, protegida de la vista por la mesa y mi cuerpo, como si se estuviese ocultando de miradas traicioneras. Tenía que saberlo, ya me conocen, soy una preguntona. – ¿He hecho algo que no debía? – ella dejó la botella a un lado, y giró su rostro hacia mí.
—El príncipe ordenó todo esto para ti. Yo… soy solo alguien a su servicio, no…no debería. – así que era eso, una cuestión de rangos y privilegios.
—No te preocupes, no pienso decir nada. – ella asintió, y volvió a beber de su botella de agua fresca. ¿Y yo pensé que había bebido rápido?, ella vació el contenido en dos largos tragos.
No tenía muchas ganas de volver al trabajo, así que estiré para tomar un trozo de fruta fresca y jugosa, y empecé a masticar. Eso sí, no solo comí. – ¿Hace mucho que estás al servicio de Jabah? – ella me miró de nuevo.
—Fui su aprendiz desde los 10 años. –
—Tengo curiosidad, ¿cómo una bruja de tierra se convierte en aprendiz de un mago de fuego? – aquella pregunta no la esperaba.
—Mi familia ha servido a los Al-Qasimi durante generaciones, y es normal que un mago de rango superior tome aprendices a su cargo para formar su propio séquito. Es un honor formar parte del séquito de alguien tan poderoso como el príncipe Jabah. – para alguien como ella podría ser cierto, pero… no sé, había algo en su forma de decirlo…
—¿No te habría gustado hacer otra cosa? –
—¿Cómo qué? Soy una bruja, fuera de nuestro mundo, mi magia no serviría de gran cosa. –
—¿Por qué dices eso? – ella se encogió de hombros.
—Cada vez hay más maquinas, más tecnología. Se puede hacer crecer una planta más rápido sin necesidad de una bruja. Pronto se podrán detectar y cuantificar bolsas de crudo, minas de piedras preciosas, filones de oro… Las brujas y magos de tierra pronto no serán más que seres relegados a servir a los grandes. – Tendría que mostrarle que estaba equivocada, pero lo haría más adelante.
—Pero eso es lo que estás haciendo ahora, sirviendo a un mago más fuerte que tú. –
—En este país, los magos y brujas de tierra siempre hemos sido los débiles. –
—No estoy de acuerdo. En este lugar la débil soy yo. ¿Una bruja de agua en el desierto? Una locura. – ella pareció algo ofendida.
—El agua es el mayor tesoro en el desierto. El petróleo, los diamantes, el oro… no vale nada. –
—Bueno, eso sí es verdad. Pero mírame, no tengo nada de mi elemento del que servirme. Soy una inútil. –
—He visto el mar, he visto fotos del planeta tierra, y sé que el 70% de la superficie del planeta está cubierta por agua. Podrías controlar todo el mundo con esa cantidad de poder si quisieras. –
—No soy tan poderosa. – ¿Qué se pensaba?, ¿Qué podía mover montañas o algo así? Sahira se puso en pie.
—El príncipe no te habría traído si no fuese así. Eres la Ninfa del agua, la salvadora del País de Magán. Te han estado buscando por generaciones. Jabah no habría movido un dedo por alguien que no fueses tú, eres la elegida. – esas palabras podrían haber halagado a cualquiera en una situación diferente, pero a mí me estaban dando algo de miedo.
—Mírame. Estoy aprendiendo a crear remolinos en una fuente de agua, ayudada por unas pequeñas piedras que tu mueves en el fondo. ¿Traer agua aquí?, es algo imposible. –
—No, no lo es. – alzó la mano para ordenar a algunos pequeños cantos que rodaran hacia ella, incluso aquellos que estaban dentro del estanque de la fuente salieron de allí para ir hacia ella. Eso sí que era llamar a su elemento. – Si yo puedo llamar a las piedras, tu puedes hacerlo con el agua. –
—Está bien. – dejé el resto de la fruta sobre la mesa y me puse en pie. Me puse a su lado, y alcé la mano. Tomé aire, respiré profundo, extendí mi mente hacia la masa de agua que estaba en la fuente frente a mí. Podía sentir su fuerza, su poder… y lo llamé. Fue algo así como decirle “ven a mi” y el agua luchó por abandonar su cómodo refugio y cumplir mi orden. La sentí extenderse hacia mí. Algunos pequeños hilos de agua comenzaron a salir del estanque, para hacer su camino hacia mí. Animada por aquello, fortalecida por el poder que llegaba, intensifiqué mi llamada. Los riachuelos se engrosaron, y corrieron más deprisa hacia mí. Noté el agua tocar mis pies, envolverlos, crear un charco bajo mis zapatos. Y me sentí más, y más fuerte, hasta el punto de exigir más, de gritar desde mi interior.
Una pequeña columna de agua ascendió desde el estanque, flotando en el aire hacia mí. Sabía que podía tocarla, que el líquido contactaría con mis dedos en cuestión de segundos, lo percibía. Pero aquella sensación de poder, me animó a jugar con aquel agua, que flotaba hacia mi como una enorme cola de dragón. Mis dedos bailaron en el aire, ordenando a la masa informe que girara tal y como había practicado hacía unos instantes dentro de la fuente, generando un remolino de agua que surcaba el aire, hasta que finalmente hizo contacto con mi piel, para derramarse sobre ella, convirtiéndose en una fina película que me cubrió completamente, refrescándome, aislándome del calor del sol…hasta que el sol la calentó, llegando a evaporar esa fina película.
Giré mi rostro emocionado hacia Sahira, para encontrar una expresión asombrada e incrédula en su rostro. Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, su mano fue hacia su frente, y una de sus rodillas se hincó en la tierra, mientras bajaba la cabeza hacia el suelo en señal de profundo respeto.
—Mi señora. – aún confundida por su reacción, mi alegría me desbordaba, así que no me percaté del significado de todo aquello.
—¿Has visto?, lo he conseguido. El agua ha venido. – corrí hacia ella y la levanté para zarandearla emocionada, y transmitirla parte de mi emoción
—Nunca…nunca había visto algo así. –
—Es porque es agua, Sahira. Tú has hecho lo mismo, pero con piedras. –
—No, mi señora. Yo he conseguido que se arrastren, nunca… nunca las he hecho volar. – mi ánimo se tranquilizó un poco.
—¡Claro que sí! – era duro recordar que era la manera en que me habían atrapado, pero eso no quería decir que no reconociese lo increíble que había sido. – Cuando la puerta se abrió… las piedras giraban a mi alrededor, flotando, creando una especie de pared. – ella ya estaba negando antes de que yo terminase la frase.
—Yo solo las hice girar deprisa, creando el remolino, fue el aire muy caliente el que consiguió que se elevaran. Solo un mago de fuego puede hacer que algunos objetos floten, pero…pero se necesita mucha energía. – Entonces empecé a comprender. Hacer que mi elemento flotara hacia mí, era lo que la había sobrecogido, lo que la había impresionado. Entonces Jabah tenía razón, yo era muy poderosa, más de lo que pensaba, al menos eso es lo que ellos creían.
En aquel mismo instante decidí tener más cuidado con mis avances, con mis descubrimientos. Debía tener cuidado con las capacidades y poder que era capaz de manejar. Si iba a combatir contra ellos, no podía dejarles ver cuál era el alcance de mi poder. Al enemigo, ni agua, como se solía decir.
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