—Aquí tienes muchos libros. – Jabah señaló una amplia zona.
—Cada gran mago tiene aquí su libro. Su linaje, sus herederos, no solo se anota en el registro de descendientes, sino que sus proezas, sus logros, su vida, se registra con detalle para que sus descendientes conozcan a su antecesor. – Una biografía personalizada de cada miembro de la familia con magia, estupendo.
Cuando giré hacia la derecha, encontré algo mucho más impresionante que un Picasso o un Van Gogh. Era un enorme árbol con su enorme troco, ramas, y hojas, incluso unas firmes raíces. Pero, además de su exquisita manufactura y su tamaño, lo que más llamó mi atención fue que algunas de sus partes fuesen de oro. Jabah notó que el grabado de la pared me había impresionado.
—Es el árbol genealógico de mi familia. – Ya, lo supuse.
—¿Y por qué solo hay algunas ramas doradas y no todas? –
—Verás, no todos los de la familia Al-Qasimi son magos, solo algunos lo somos. Perpetuar el linaje mágico es complicado, y aquí puedes ver como conseguimos conservarlo. – eso si me interesaba saberlo.
—¿Y por qué unos sí y otros no?, ¿hay algún sistema para medir eso?, ¿o hay que pasar algunas pruebas? – Jabah me sonrió.
—La transferencia genética de la madre es mayor que la del padre, por lo que, si eres hija de una bruja, recibirás un 60% de su vínculo mágico. Si lo eres de un mago, sólo recibes el 40%. Pero estamos hablando de magia, el bebé adquiere aún más magia de su madre durante el período de gestación, por lo que el poder de un futuro mago o bruja, empieza a adquirirse desde antes de nacer. –
—¿Cómo si la madre transmitiese su magia al bebé? – había oído siempre que los bebés, durante el período de gestación, asimilaban experiencias de la madre, como el reconocimiento de algunos olores, sonidos… ¿la magia podía ser algo así, o quizás tuviese algo que ver con el flujo sanguíneo? Algo así como el herpes, que se transmite de madre a hijo.
—La magia se siente, por eso las brujas deben practicar ejercicios mágicos que ayuden al bebé a sentir la magia fluyendo a su alrededor, pero no deben de ser demasiado intensos, porque podrían agotar a la madre y alterar el perfecto desarrollo del bebé. –
—Ah, curioso. – Jabah se acercó al árbol, para acariciar con la punta de sus dedos una rama gruesa de color dorado.
—Gracias al islam, la familia Al-Qasimi ha crecido en poder político y económico, manteniendo fuerte su linaje mágico. –
—¿El islam? – ¿qué tenía que ver la religión con la magia?
—Un hombre puede tener hasta 4 esposas. Los matrimonios políticos dan poder, pero los matrimonios de linaje mágico son igual de importantes para conservar una descendencia fuerte. –
Me acerqué hacia el árbol, y encontré algo curioso. No solo había un nombre en cada nudo, sino dos, y como ocurre con los nombres de los faraones, que están dentro de un cartucho para hacer notar su ascendencia real, el progenitor con la carga mágica era el que tenía una orla de oro a su alrededor. Pero ahí también había diferencias.
—¿Por qué algunos tienen un marco más grueso que otros? –
—Para diferenciar a los puros de los mestizos. – no necesitaba preguntar más. Cruzarse con un ser humano sin conexión mágica, hacía que su descendencia perdiese poder. En cambio, cruzar a dos personas con magia en sus venas, hacía que ese poder fuese más fuerte. En otras palabras, lo que estaba viendo era algo más que un árbol genealógico, estaba viendo un cuidado plan de cría de magos y brujas. La familia de Jabah había trabajado en conservar y potenciar su magia, como si fuera un plan de cría de caballos purasangre. Y por lo que sabía del mundo árabe, el islam y las palabras y acciones de Jabah, todo me llevaba a pensar en que a las brujas se las usaba, no solo como siervas de magia, sino como yeguas de cría. Jabah se había servido de Sahira, de su poder, para traerme hasta aquí. ¿Su destino también sería el de convertirse en madre de un futuro mago Al-Qasimi? Entonces un escalofrío recorrió mi espalda cuando noté la suave mirada de Jabah sobre mí. ¿Y si no solo estaba allí para traer el agua? ¿Y si Jabah tenía más planes para mí, como convertirme en la madre de sus hijos? Más magos de agua que mantener el preciado líquido cerca.
—¿Tu… tu dónde estás? – Jabah sonrió, y me señaló una casilla dorada en una de las esquinas de aquel enorme árbol. Su nombre no estaba unido a ningún otro, pero parecía como si hubiese un hueco preparado para incrustar una casilla bien profunda. Un surco ancho que seguramente albergaría un marco de oro, para una esposa con fuerte linaje mágico. La destinada a unirse a él, tendría que ser una mujer de linaje puro. Como yo.
—Aquí. – tragué saliva, y regresé hacia la zona de los libros, como si ya hubiese tenido suficiente de árboles genealógicos.
—Y… cuando traiga el agua, ¿podré regresar a casa? – no quise mirarle, centré mi atención en las letras doradas de algunos libros.
—Cuando lo consigas podrás irte si lo deseas, salvo que decidas quedarte aquí. – sí, lo tenías claro. Para convertirme en otra esclava mágica o yegua para tu descendencia, va a ser que no. – Aunque tendrás mucho tiempo para pensarlo. – me giré hacia él.
—¿Cuánto tiempo? – él elevó un hombro deforma indolente.
—Quién sabe el tiempo que te llevará conseguirlo. Años, tal vez décadas. Los cauces de los manantiales están casi secos. Llenarlos de nuevo requerirá de mucho esfuerzo y trabajo. Una labor que solo podrá realizar una gran bruja o un gran mago del agua, solo alguien como tú. – ¿Décadas? ¡Madre mía! Lo tuve claro entonces, Jabah me ataría a este lugar como fuese posible. Me convertiría en su esposa, engendraría hijos con linaje puro de los que no podría separarme, y que me atarían más a este lugar y a él, y que perpetuarían la presencia del agua en el País de Magán. Pues ya le podían dar viento fresco, porque yo no pensaba formar parte de ese plan.
—Entonces pongámonos a trabajar. – no es que tuviese muchas ganas de convertirme en su esclava mágica, pero sí que quería aprender tanto como pudiera. Seguramente ya sabría muchas cosas, pero otras no. Además, en alguna parte había oído eso de “para vencer a tu enemigo, primero tienes que conocerle”. Y eso era lo que iba a hacer yo, conocer a Jabah, A Sahira, a los magos de fuego y tierra. No sé si llamar hechizos a lo que hacíamos sería correcto, ya que no utilizábamos fórmulas de palabras o ingredientes que mezclar para conseguir una receta mágica. Alguna vez le escuché a mamá decir que sólo las brujas y magos de bajo nivel recurrían a ellos para conseguir sus propósitos, ya que no eran capaces de canalizar su magia si no era de esa manera.
Supongo que cada uno tenemos nuestra manera de convocar la magia. Unos necesitarían una combinación de elementos para generarla chispa que ponga la magia en movimiento, otros necesitarían recogerla en sus manos para agruparla y enviarla allá donde desearan llevarla. Y otros, como yo, la llamarían desde su interior, hablándola como si fuese nuestro propio subconsciente, una parte de nosotros que está ahí, que el resto no puede ver, y a la que estamos unidos por lazos imposibles de romper, porque, incluso cuando una persona está en coma, alguien que ha perdido el contacto con su parte física y real, nuestro subconsciente sigue estando ahí, a nuestro lado.
Mientras Sahira me mostraba su forma de comunicarse con su elemento, su forma de manipularlo a su antojo, yo aprendería no solo a convocar mi propio poder para conseguir los mismos resultados, o al menos parecidos, sino que aprendería a escucharla a ella, estudiaría su vínculo mágico, y lo analizaría. Si encontraba una manera de romper esa conexión, aunque solo fuese por un solo segundo, quizás podría vencerles. O tal vez, podría aprender a servirme de ellos de la misma manera en que lo hacía Jabah, los convertiría en mis siervos, y me liberaría de él, o más bien nos liberaría, porque no estaba yo sola encerrada en esta cárcel palacio, también estaba Arsen.
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