Viktor
Fingir un accidente de coche con resultado de muerte es complicado y lleva su tiempo planificarlo, a menos que seas alguien tan retorcido como yo, que ya ha pensado en hacer algo como eso desde hace mucho tiempo. He soñado con los posibles fallos, en las soluciones, pero nunca lo había puesto en práctica, hasta hoy.
Tenía claro que no podía devolver a Gordon a su vida rutinaria porque no lo sería. El tipo saldría corriendo como un loco para ponerse a salvo, y eso encendería todas las alarmas de Niurka. Gordon, o como se llamase, habría alterado el plan de actuación, y ella querría saber por qué. Nuestra mejor baza para poder atraparla era no ponerla sobre la pista de que íbamos detrás de ella.
Así que una vez que hubimos conseguido todo el zumo que ese limón iba a darnos, llegó el momento de tirarlo a la basura. Estaba revisando la prensa de la zona, donde aparecía la terrible noticia de un vecino que había sido arroyado por un 16 ruedas, ya saben, uno de esos camiones enormes, que había dejado al pobre hombre hecho una albóndiga humana dentro del amasijo de hierros en que había sido convertido su coche. La noticia hacía mención de que el conductor del camión llevaba mucho tiempo al volante, estaba cansado, era de noche, y puede que se quedase dormido o no viera al otro coche. Ahí tenía un asesinato perfecto, porque a todas luces había sido un accidente. El sedante que llevaba Gordon encima no dejaría residuos en los análisis de la autopsia, y sus lesiones físicas podían pasar por las propias de haber sido arrollado, nada de pistas.
Drake estuvo monitorizando las llamadas telefónicas a la policía, a urgencias, y al forense, incluso las cámaras de vigilancia de la morgue, por si Niurka decidía mandar a alguien a hacer su propia investigación. Mientras Boby trataba de encontrar algún otro hilo del que tirar de los funcionarios de la prisión. Cuando deslicé la mirada hacia él, lo encontré de pie, mirando absorto un monitor, con la expresión dubitativa más que intrigada, y eso llamó mi atención.
—¿Ocurre algo? —él giró su cabeza hacia mi lentamente.
—Alguien ha accedido a nuestros archivos sobre el caso. —No necesitaba decirme de qué caso estaba hablando, solo teníamos uno entre manos, el resto solo era rutina.
—¿Nos han pirateado? —él negó.
—No, alguien de la casa ha estado curioseando, y por las miguitas que he encontrado, también a enviado copias a alguien del exterior. —Aquello puso todos mis sentidos en alerta.
—Tenemos un topo. —No era una pregunta, para mí era evidente. Pero el gesto de Boby parecía decir que no estaba conforme con eso. Desvió de nuevo la mirada hacia el monitor, como si estuviese interpretando o leyendo algo allí.
—He restaurado algunos archivos de….—hizo un movimiento con la mano para borrar eso—He seguido el rastro desde una de nuestras terminales hasta una cuenta en la nube. La misma que está utilizando Grigor desde la cárcel para sus estudios universitarios. —Mi trasero se sentó en la mesa junto al monitor, eso decía muchas cosas.
—Se ha buscado la manera de estar al tanto de todo. —Boby ladeó la cabeza.
—No de todo. —Su cabeza giró hacia mí. —Solo está interesado en el juicio y en todo lo referente a Paulina Blahnik.
—¿Y el caso de Gordón?, ¿y las otras líneas de investigación?
—De momento no. —Eso no quería decir, que cuando se acabaran los datos que tenía ahora, no buscase otros temas de estudio.
—Sácalo todo de los servidores privados. Es hora de que utilicemos la caja fuerte. —Y no, no era una caja fuerte como la que estáis pensando. Si quieres guardar información sensible, a la que nadie salvo tu tenga acceso, debes guardarla en un sitio al que solo tu entres, en nuestro caso, solo Boby y yo. Y ese era un servidor escondido en mi despacho, en un pequeño armario ignífugo y escondido. Boby descargaría toda la información a un pendrive, y luego vaciaría este en el servidor. Luego llegaría yo a mi despacho, enchufaría un portátil sin conexión a la red al servidor, y estudiaría la información.
—Me pondré a ello ahora mismo. —Boby había evitado decirme quién era nuestro topo, pero los dos sabíamos que pocos de los empleados de la sala tenían acceso a los servidores privados, y de ellos, tanto él como yo pondríamos la mano en el fuego. Sara haría cualquier cosa por su hijo, pero si quería facilitarse esa información, no se escondería para hacerlo, me lo habría dicho y yo se lo habría permitido. Y si no era ella, solo quedaba una opción más, y era Chandra. Ella era tan buena como su padre, aunque todavía le quedaba mucho por aprender, cosas que solo la experiencia te daba, como no dejar huellas de que habías borrado tus huellas. Retorcido, pero un rastreador podría entenderme. El mundo digital no era muy diferente.
Que Grigor se apoyase en Chandra para conseguir esa información me decía que no quería que lo supiéramos, que deseaba hacerlo solo, lo más importante, que esa chica seguía siendo importante para él. Muerta o no, seguía dentro de su cabeza, de su corazón. Tenía que reconocer que había tenido agallas, y que conociendo todo lo que estábamos sacando a la luz de esa Niurka Vladislava, había hecho lo único que creyó que podía hacer. Todos le tenían miedo, y por lo que estaba viendo, sus temores estaban justificados.
Pero eso no quería decir que dejara esto así. Había a tacado a mi familia, y no iba a abandonar hasta hacerla pagar por ello. Papá me enseñó que el tiempo no era importante, sino conseguirlo, y por supuesto, darle donde más le dolía. Pero para saberlo, tenía que hacer antes dos cosas; encontrarla y descubrir quién era y qué era para ella importante.
Andrey había estado acertado cuando dijo que no habláramos a nadie sobre el novichoc, que la fiscalía tenía con ese tal Ivan un acuerdo que les interesaba mucho más conservar, y después de conseguir una copia del mismo supimos que estaba destinado a ponernos en grabes aprietos con la ley. De no ser por Paulina, ese gusano espía habría sido una fuente de inagotable información para las fuerzas de la ley que siguen empeñadas en desmontar nuestros negocios oscuros. Con la policía metiendo las narices en nuestra casa, tarde o temprano tendríamos problemas con la ley, y eso seguramente era algo que Niurka había calculado.
Tener novichoc en nuestro poder, nos habría puesto no solo en el punto de mira del ministerio de hacienda y del FBI, sino de la CIA. Ese gas nervioso era de origen ruso, concretamente lo utilizaban los servicios secretos, no un simple matón.
Si lo pensaba detenidamente, me recordaba a mucho a cierto momento del pasado, en el que fui derribando los puntos fuertes del enemigo a derribar, lo justo para que se debilitara. Utilicé a los organismos encargados del cumplimiento de la ley para presionarle. Quería que Constantin Jrushchov estuviese tan preocupado en problemas más importantes, más que la fuga de uno de sus luchadores, alguien que pronto remplazaría con otro. El orgullo puede esperar, los negocios están primero, al menos para alguien como él.
Y ahora esa reina roja había estado haciendo lo mismo con nosotros, nuestros negocios investigados por la policía, con la información recopilada por ese gusano y sus agentes, en menos de dos meses habrían tenido pruebas sólidas para encarcelarnos, eso si sabían dónde mirar y qué buscar entre tanta información. Era solo cuestión de tiempo. Pero eso lo habíamos evitado gracias a Paulina, y le estaría eternamente agradecido, porque pensó que avisarme era algo importante. Tanto como para prevenirnos de la amenaza de la reina roja, de los métodos tan drásticos que utilizaba y de los recursos de los que podía proveerse.
Niurka había golpeado a los Vasiliev allí donde más daño podía hacernos, y no me refiero a los negocios, sino a la familia. Andrey estaba moralmente tocado porque ese juez le vapuleó, lo anuló, utilizando la ley para meter a nuestro pequeño en el peor lugar que podía existir, el pabellón de grandes delitos, donde los auténticos criminales, los asesinos, sicópatas y demenciados se amontonaban. Yo estaba desesperado por meter ayuda allí dentro para Grigor, porque aquel no era mi terreno, y lo que podía hacer era limitado. Era el hijo de Nick y Sara, a ellos les dolía ver cómo estaba sufriendo allí dentro. Mis padres, y el resto de la familia sin olvidar a nadie, todos estábamos tocados por lo que le estaba tocando pasar a Grigor, y eso que la mayoría no sabía del intento de asesinato frustrado.
Conseguir sacarlo del pabellón C, y meterlo en el B, había sido una especie de balón de oxígeno, pero no era suficiente. Seguíamos peleando por arreglar la situación, pero ahora yo estaba centrado en evitar que volviesen a atentar contra mi sobrino. El Southern Nevada Correctional era otro tipo de jungla, una donde un lobo como yo no estaba preparado para luchar, un lobo como Grigor. Nuestra fuerza estaba en la manada, y a él le habían apartado de ella. Y en esa jungla había leones, leopardos, hienas…demasiado depredadores y pocas presas.
Toda la información que seguíamos recopilando me hacía preocuparme cada vez más por Niurka, ¿cuál era su verdadero objetivo? ¿Cuál sería su próximo golpe? ¿Tenía alguna relación con Constantin Jrushchov? Algo me decía que sí, pero debía de averiguar cuál. Demasiado que buscar, demasiado que investigar.
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