El sonido constante del agua golpeando una superficie fue lo primero que escuché. Un pequeño caudal, un chorro de agua que caía un pequeño recipiente, parecía… una pequeña fuente. Extendí mis sentidos hacia ella, nutriéndome del poder de aquella pequeña masa de agua cercana, alimentando mi aturdido cuerpo con su fuerza.
—Está despertando. – escuché esa voz femenina cerca de mí. ¿Tan aturdida estaba que no me había dado cuenta de que había más personas en aquel lugar? Al igual que hice con Evan en el aeropuerto aquella vez, busqué las huellas de su energía, los rastros de su aura en el “radar” mágico de mi cabeza. Conté 10 personas, 9 marcas amarillas que apenas destacaban, y una llama intensa y anaranjada que permanecía inmóvil en un costado de la habitación.
Ahora entendía por qué el aura de Evan era azul, esa era mi marca, la marca del agua, aquella que había dejado impresa en él mi magia. Mis chicos también lucían ese aura azulada, restos de la magia vertida en ellos. Y las personas, podía ver el agua de las personas, esa parte del cuerpo humano que lo componía en un 70%, esa parte sobre la que yo podía ejercer una especie de control, con la que como bruja del agua podía trabajar. Pero esta gente… sus auras llevaban la marca de ese hombre, la marca del fuego. Él las había tocado con su magia, y de alguna manera, le pertenecían.
El sonido del agua cayendo cesó, como si un grifo hubiese estado abierto y en ese instante lo hubiesen cerrado.
—A riesgo de repetirme, bienvenida a mi hogar. – abrí los ojos para descubrir que realmente estaba en una enorme habitación como pensaba, pero en una que me había transportado a los cuentos de las mil y una noches. Columnas de mármol blanco, enrejados adamascados, sedas de colores intensos, dorados, cojines, escasos muebles de madera de tamaño pequeño… y dominando todo con su presencia, sentado sobre una especie de silla de madera ricamente adornada, estaba él, el poderoso mago del fuego.
Intenté incorporarme, pero estaba algo débil y aturdida, no podía hacerlo por mí misma sin parecer un corderito recién nacido. Así que agradecí que otra mujer, una vestida con una alarga túnica blanca y la cabeza cubierta, me ayudase a incorporarme. Ya sentada, me sentí lo suficientemente fuerte como para preguntar.
—¿Dónde estoy? – intenté humedecer mis labios, pero estaban demasiado resecos. El hombre hizo un gesto para que me entregaran una copa de fino cristal con agua, al tiempo que respondía a mi pregunta.
—En mi palacio, o más bien en el palacio de la familia Al-Qasimi. Me presento, soy Jabah bin Jasim Al-Qasimi, y estoy encantado de ser tu anfitrión. – ¿árabe? Eso explicaba muchas cosas.
—Entonces estoy en África. – él sonrió.
—En los Emiratos Árabes Unidos, para ser más exactos. – ¿Qué por qué no me ponía a gritar o maldecir, o cualquier otro acto de rebeldía? Pues porque ya había sufrido un secuestro, y sabía que había acciones que no me llevarían a nada bueno. Además, como dije la primera vez, la información era poder, y necesitaba hacerme fuerte. Lo que me tocaba un poco las narices era lo del secuestro, ¿es que esto se iba a convertir en una maldita constante en mi vida?, porque con una vez tuve suficiente, no necesitaba esta. Ahora bien, la primera vez tuvo un resultado positivo, si sopesamos todo lo ocurrido en una balanza. Tenía que esperar a ver dónde me llevaba este nuevo secuestro, aunque tenía ese picor en la nuca que me decía que no iba a gustarme.
—No sé cómo me ha traído aquí, señor Jabah, pero supongo que eso no es tan importante como el por qué. – él sonrió complacido, como si le hubiese gustado no solo la pregunta, sino el pie que le daba para ofrecerme una muestra de su poder.
—Me agrada tu pregunta, y perdona si te tuteo, pero siento que entre iguales podemos prescindir de esa formalidad. Pues traerte hasta aquí no ha sido fácil. Conseguir que nos cerraran la Gran Pirámide por un día para nosotros, costó mucho dinero para sobornos y hacer uso de muchos contactos diplomáticos y políticos, pero nada que no pudiese conseguir un príncipe de la familia Al-Qasimi. – su cuerpo se inclinó un poco hacia delante, como si quisiera darle más fuerza a la segunda parte de su disertación. – Lo más difícil fe conseguir reunir y canalizar la gran cantidad de energía que se necesitó para abrir la puerta que te trajo a mí. –
—¿Una puerta? – yo lo habría llamado una aspiradora Inter dimensional, o como se llamase a un agujero que se abre y te absorbe para llevarte a otro lugar.
—Verás, la Gran Pirámide de Guiza es un gran generador energético, un afinador que ajusta la frecuencia vibratoria de la tierra. –
—¿Cómo una planta de energía? – Jabah relajó su cuerpo, haciendo que su espalda se recostara sobre el respaldo de su silla.
—Exacto. La Cámara del Rey, sintonizada específicamente, forma un espacio que responde armónicamente a la sintonía de la frecuencia de la Tierra, que forma la energía mecánica a partir de la Pirámide. Usé toda esa energía para potenciar nuestra magia, encontrarte, abrir la puerta y traerte. –
—Vaya, suena costoso, pero no difícil. – aquella palabra no le gustó. Su expresión se endureció en una milésima de segundo.
—Se necesitaron dos grandes magos, dos elementos para abrir y envolverte en la burbuja que te trajo a nosotros agotó todas nuestras energías. Sahira sigue recuperándose por el esfuerzo. – ¿Qué pretendía?, ¿qué le dijera lo siento? Yo no fui la que desarrolló todo ese absurdo y loco plan.
—¿Y no habría sido más fácil enviarme una invitación? Un billete de avión y el hotel son más baratos. – Jabah apretó su mandíbula y puño. ¿Le escocía en el ego que no se le hubiese ocurrido aquella estratagema a él? ¿o tal vez una parte del plan era traerme aquí antes de que pudiese negarme?
—No habrías venido. –
—No me conoces como para saber eso. Soy una persona razonable. Un buen motivo y seguro que habría aceptado la invitación. –
—Podría haberte engañado, pero hasta cierto punto. Si eres tan poderosa como pienso, te habrías dado cuenta tarde o temprano, y habrías presentado una dura batalla. No podía arriesgarme a ello. –
—¿Y quién dice que no puedo pelear ahora? – aquella maldita sonrisa de regocijo apareció de nuevo en su cara.
—Puedes intentarlo, pero no conseguirás nada. Estás en mis dominios, las tierras de la gente del fuego. Salvo un pequeño oasis no muy lejos de aquí, estamos rodeados por desierto. Kilómetros y kilómetros de arenas rojizas, rocas abrasadas por el sol. La masa de agua más cercana está a más de 50 kilómetros, demasiado lejos como para que puedas tomar tu fuerza de ella. Esa batalla la ganaríamos nosotros, la ganaría yo. – si no podía servirme de mi poder, ¿para qué me había traído Jabah hasta aquí? Si él era un brujo o mago tan poderoso, ¿para qué quería una bruja del agua? ¿Era yo un trofeo para una extraña colección? ¿Un príncipe árabe abasteciendo su harén con piezas extraordinarias? ¿O tal vez quería usarme como yegua de cría para perpetuar su linaje mágico? ¿Qué pieza era yo en aquel retorcido plan?
—¿Qué es lo que quieres de mí? –
—Agua. –
—¿Qué? –
—Vas a traer el agua de vuelta a mi pueblo. –
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