Tasha
—Espera. Esto… esto es surrealista. – me solté de su agarre, e intenté centrar mi cabeza con mis manos. – Vienes aquí, me besas, me dices que siempre me has querido y ¿ahora me tiras encima esto? Perdona, pero no te entiendo. – le vi inclinar la cabeza, rendido.
—He esperado todo este tiempo para dar el paso, e iba a hacerlo por mucho más, porque no quería pedirte que mantuviéramos esta relación en la distancia. Pero, no podía verte sufrir, me duele cuando tú estás mal. – empecé a caminar a su alrededor, porque necesitaba gastar de alguna manera, la energía que se estaba acumulando dentro de mí.
—Y tu forma de … protegerme de ese dolor, es venir aquí y ¿soltarme esto? ¿en serio? – Verle allí quieto, con su trasero acomodado sobre uno de los bolardos del aparcamiento, tan… calmado, me estaba poniendo peor de los nervios.
—Tasha, vivo a más de cuatro mil kilómetros, y estoy en mi segundo año de carrera. Por mucho que quiera cerrar los ojos a la realidad, esta nos golpeará duro a ambos. Puede que no ahora, puede que no dentro de una semana. Pero sí lo hará a medida que las hojas del calendario vayan pasando. ¿De qué te servirá tener un novio que no está? – sus ojos me miraron tristes, arrepentidos. ¡Mierda!, esto no podía estar pasando.
—Si esto no va a funcionar, ¿para qué demonios me lo has dicho? – le acusé. Sí, ya, porque no quería verme sufrir.
—No he dicho que no vaya a funcionar, solo que será duro. Pero yo estoy dispuesto a asumir esa carga, por los dos si fuese necesario. – esas malditas palabras, con aquellos ojillos de cachorrillo… es que harían flaquear hasta los cimientos de la torre Eiffel. Me acerqué a él, y posé mis manos sobre sus hombros. Allí sentado, él estaba varios centímetros por debajo de mí, y se sentía bien mirarle desde arriba. Desde que cumplió los 15, mirarlo a los ojos era un dolor de cuello.
—Drake, Drake. – ¿qué voy a hacer contigo? – sus piernas se abrieron para acomodar mi persona, mientras sus manos me aferraron por las caderas.
—Darme una oportunidad, no voy a fallarte. – fruncí la boca mientras mis ojos miraban hacia el cielo.
—Quizás la que falle sea yo. No soy un genio con dos carreras, ¿sabes? – él sonrió, al tiempo que sostenía el peso de mi cuerpo sobre el suyo.
—Esto no es cuestión de inteligencia, sino de tenacidad, y de esa siempre te ha sobrado. – con aquella maldita sonrisa suya podía meterse a cualquier chica en el bolsillo. Quizás lo del compromiso no estaba mal, porque seguro que más de una querría tomar su trozo de él para sí misma. Acaricié su cabello, dejando que mis dedos se deslizaran entre sus mechones.
—¿Sabes?, siempre me recordaste a esa serie que veía mi madre… Big Bang Theory. Eres un cerebrito como Sheldon Cooper. – el torció su sonrisa, haciéndole parecer tremendamente sexy. ¿Sabía él lo que podía hacerle eso a una chica? Más valía que no.
—Yo no soy tan insufrible, y sí más guapo. – sus dedos se clavaron ligeramente en mi trasero. Ummm….
—No sé qué te diga, Sheldon tienen ese puntito q…. – su boca me hizo callar, ¡y de qué manera! Iba a estar bien esto de provocarlo.
Drake
No es que supiese lo que es la resaca, no he bebido alcohol para llegar a ese punto, pero me sentía ajeno a mi cuerpo. Mi cabeza flotaba, y las cosas a mi alrededor parecían menos… presentes. Mi cerebro parecía acolchado. Ese era el efecto que Tasha producía en mí, y eso era bueno y malo al mismo tiempo. Bueno porque confirmaba lo que ya sabía, que ella era el motor de mi mundo, y malo porque no me dejaba concentrarme en mi más inmediata prioridad; convertirme en el hombre que ella necesitaba.
Desde que tuve conciencia de lo que era la familia Vasiliev, me he esforzado por ser igual que todos ellos. Cada uno a su manera, todos cuidan de todos, y son capaces de llegar a cualquier extremo por proteger a aquellos que más nos importan.
Cuando de niño fui acogió por la que hoy es mi familia, me juré a mí mismo que los protegería de aquellos que podían regresar de mi pasado, para lastimarles tanto más como habían hecho con mi madre biológica. En su momento, ella no me cuidó como debía hacerlo, si quiera creo que me quisiera, pero eso no me importó entonces, porque era todo lo que tenía. Mi madre, era mi mundo, como el de todo niño, y no conocía otra cosa que no fuese ese dañino vínculo que nos unía. Tuve que conocer a mis padres actuales, Ella y Serg, para descubrir lo que era el auténtico amor. Ellos me aceptaron sin importarles cuál era mi origen, o las heridas que traía conmigo. Ellos, sobre todo mi mami med, curó cada una de ellas. Me abrieron no solo sus brazos, sino sus corazones. Ellos me enseñaron el auténtico significado de la palabra familia, me enseñaron a amar sin medida. Yo les debo todo lo que soy, y lo que algún día llegaré a ser.
Pero, sobre todo, me han hecho desear alcanzar algo como lo que ellos tienen, y eso es lo que deseo ofrecer a Tasha. Y ahí viene lo difícil, porque mi temperamental y salvaje princesa de la mafia rusa, todavía no está en el punto de poder apreciar eso. Pero llegará, como lo hacemos todos, solo es cuestión de tiempo. Y mientras ella llega ahí, yo he de prepararme para darle eso, y más. Ella es Natasha Vasiliev, hija de Viktor Vasiliev, la cabeza de la mafia rusa de Las Vegas, un hombre con mucho poder, pero que no es de los que hacen alarde de él, salvo que sea necesario. Le admiro y respeto, no por ostentar ese puesto, sino por todas las cualidades que le han llevado a llegar ahí, y a que nadie sea capaz de cuestionar su puesto. Puede que algún día Tasha ocupe su puesto, o tal vez Adrik, o cualquiera de los otros miembros de esta gran familia, pero quién lo haga, tendrá que superar a alguien mucho más grande que el cargo que ostenta. El tío Viktor, es mucho más, y no lo digo porque espero que un día se convierta en mi suegro.
Me estoy preparando a conciencia no para pelear con él, sino para hacerlo a su lado. Si llega el caso, seré el que luche en sus batallas, o en las que encabece su hija. Seré su hacker informático, seré su estratega, seré su analista, seré su escudo, y seré su espada.
Me levanté de la cama, y me encaminé sigilosamente hacia el baño. Tardé un par de segundos en reubicarme de nuevo, en adaptarme a mi antigua habitación en casa mis padres. Los ruidos de la madera, la disposición de los muebles… hasta que recordé que aquí no necesitaba ser tan… precavido. Este era mi hogar, estaba con mi familia, estaba a salvo, podía relajarme. Después de asearme, me calcé, pasé una camiseta por mi cabeza, y bajé a la cocina a desayunar. Antes de entrar, pude oír el ruido de alguien abriendo puertas, los cajones deslizándose… aunque me habría gustado darle un susto tipo ninja a mi madre, sabía que no debía hacerlo, porque la última vez, hacía casi tres años, casi la provoco un infarto. Y una cosa es hacerla reír, y otra muy distinta castigar su corazón. Bastante había sufrido ella desde que me fui de casa con apenas 12 años. Como he dicho, mi mami med era todo corazón, y yo quería conservarlo sano por mucho, mucho tiempo.
Pero el que estaba en la cocina con el desayuno no era mi madre, sino mi padre. A él le gustaba hacer aquello, el asegurarse que cada uno de los miembros de la familia comenzaba el día bien cargado de todo lo que necesitaba para afrontar el día. De él aprendí todo sobre alimentación y rutinas deportivas, de él aprendí a sacrificar algunos placeres en pos de lograr mis objetivos, de él aprendí que el trabajo duro tiene sus recompensas. Y lo más importante, que el legado de hombre es lo que transmite a un hijo, y no estoy hablando del ADN, sino de sus valores. Serg y Ella Sokolov son mis padres, Jade y Sokol son mis hermanos, todos los Vasiliev son mi familia, y reto a cualquiera a que se atreva a arrebatarme eso, porque antes le quitaré la vida.
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