Al día siguiente no fue Geil el que me vino a recoger a casa puntualmente para ir al colegio, fui yo la que fue a buscarle. Sabía que no tendría ánimos para regresar a las tareas del día a día, pero el mundo no se detiene para esperar a los que deciden tomarse un tiempo para recuperarse. O sigues su ritmo o acabas descolgándote del resto, desear que el tiempo se detenga no hará que suceda. Además, volver a la rutina lo haría seguir en movimiento. Es como decía papá, si caía, él me decía que debía levantarme y seguir con lo que estaba haciendo antes de tropezar. Es su particular manera de decir que si puedes, continúas. Le he visto ir a trabajar con un dedo entablillado, algún corte con algunos puntos… Es difícil decir que no puedes cuando ves que él no se rinde.
Sabía que Geil no era como papá, y que la herida que le había tocado era de las que es difícil recuperarse, pero tenía que hacerlo. Así que cogí las llaves de su casa, y directamente entré a buscarle. Lo encontré sentado en su cama, con la ropa limpia, listo para salir, pero con la mirada perdida al otro lado de la ventana, como si no hubiese nada allí fuera que le animara a dar el siguiente paso.
—Geil. —Sus ojos se movieron hasta encontrarme. —Tenemos que ir a clase.
—¿Para qué? Ir a clase no va a solucionar nada.
—Tampoco lo hará quedarte aquí encerrado.
—¿Y qué otra cosa puedo hacer? —Parecía realmente enfadado, más que frustrado. Y la que pagó las consecuencias fue la pobre almohada que salió volando de un manotazo.
—Confiar en las personas que sí pueden ayudarte. —Sus ojos me miraron con furia.
—¿Cómo ese abogado estirado? ¿Has visto sus zapatos? ¿su reloj? Ese no mueve un dedo si no hay una buena suma de dinero por delante, y nosotros no tenemos tanto como para pagar sus honorarios. ¿Sabes lo que cuesta un juicio? Además, mi padre ha reconocido que es culpable, nadie va a poder librarle de la cárcel. —Ahí tenía razón.
—¿Y nosotros? ¿Crees que mi familia no va a ayudar a tu padre? —Creo que mi voz sonó demasiado alta, pero no me importaba, los dos sabíamos gritar.
—Esto es algo diferente. —Geil perdió la energía, y se sentó nuevamente en la cama, por lo que me senté a su lado.
—¿Diferente a qué?
—Esto no es como trabajar en la carnicería, ayudar con los pedidos, pagarlos gastos cuando no tenemos suficiente. —¿Qué quería decir?
—¿Pagar qué gastos? —Quería saber más sobre eso.
—Eres muy pequeña para entender de estas cosas. —Se escudó él.
—Que tenga 13 años no quiere decir que sea tonta, y lo sabes. —Él sonrió levemente, quizás recordando aquellas tutorías en que él me ayudaba con las tareas del colegio. Que fuera un curso por delante tenía sus ventajas.
—No, no eres tonta, pero hay cosas que solo los adultos pueden entender.
—Si tu lo entiendes, también puedo hacerlo yo. Prueba. —Cuando dejó escapar el aire pesadamente supe que había ganado esa lucha.
—La carnicería trabaja muy bien, Yuri consigue buenos precios en el mercado de abastos, pero papá ha hecho algunas inversiones y no todas han ido bien. Sé que lo hacía para poder pagar mis estudios, para tener un pequeño colchón para su jubilación, pero una cosa es desearlo y otra conseguirlo.
—¿Ha perdido mucho dinero?
—Papá dice que conseguirá recuperarse, pero yo no estoy tan seguro, soy bueno en matemáticas, lo sabes, y a mí las cifras no me cuadran.
—¿Ha pedido préstamos?
—La contabilidad de una empresa es sencilla, tiene que entrar más dinero del que sale si no quieres arruinarte, y la empresa se mantiene a flote desahogadamente, pero las finanzas familiares están haciendo aguas. Con el dinero que envía a Grecia para su madre, apenas nos queda para cubrir gastos aquí.
—¿Está manteniendo a su familia allí?
—La abuela Diana está muy mayor, tiene muchos achaques, pero con el dinero que la manda y a como está el cambio, yo diría que puede pagar toda su medicación. En las cartas que recibimos de ellos no hacen más que decir que necesitan más dinero, que las medicinas son caras. Aunque yo tengo otra idea, pero papá no me hace caso.
—¿Qué idea? —Me había intrigado.
—Algunos de sus hermanos se quedaron allí, en Grecia, no se arriesgaron a venir a América a hacer fortuna. Papá tuvo suerte, su negocio va bien, para ellos ha triunfado, y ya sabes cuando hay alguien que tiene más dinero que tú en la familia, todos piensan que es rico, así que no hacen otra cosa que pedir, y pedir. Yo creo que mi padre está manteniendo a toda su familia allí, y se lo he dicho, pero él dice que no va a dejar de enviar dinero, porque su madre necesita las medicinas. —Lo entendía, era un arma de doble filo. Si dejaba de enviar dinero, la que podía sufrir el recorte sería su madre, no comprarían los medicamentos que la hacían falta, porque a fin de cuentas era vieja, ya había vivido, y una madre siempre se sacrificaría por sus hijos, por lo que esas medicinas serían lo último que comprar.
—Pero si su madre le pide dinero, él no se lo puede negar, tiene que cuidar de ella, es la obligación de todo hijo. —Al menos eso es lo que yo haría. Si papá o mamá me necesitaran, yo estaría ahí para lo que fuera.
—Pero está dejando que se aprovechen de él, no está bien.
—Puede, pero es su decisión. Tú no puedes hacer nada al respecto.
—Eso ahora da igual, papá ya no va a poder seguir haciéndolo, ahora no podrá trabajar para enviarles dinero. —Pero había algo más que no se atrevió a decir, ahora tampoco habría dinero para él, su padre ya no estaría ahí para cuidarle. Para mí era una estupidez, porque estábamos nosotros. Era Estella la que cocinaba sus comidas y lo alimentaba, era mi padre el que pagaba su manutención, y eso no iba a cambiar. No le veía a mi padre dejándole sin comer, y mucho menos permitiendo que durmiera en la calle. Pero tenía razón en algo, un padre es el que provee a sus hijos, no solo de alimentos, no solo con un techo bajo el que vivir, sino ropa, calzado, libros para el colegio, médicos y medicinas si te enfermas… Todas esas cosas que iban sumándose a la cuenta para engordarla. Por muy bien que nos lleváramos, Geil no era el hijo de Yuri, y podía ayudarle, pero no sé hasta que punto podríamos tener suficiente para que viviera con nosotros. Como decía mamá, un hijo era una pequeña hipoteca, no erran más que gastos, y nosotros ya éramos 4. Papá y mamá no hacían más que trabajar. Aunque a mí no me importaba compartir lo mío para que Geil tuviera lo mismo que yo, tenía que pensar en que éramos demasiadas bocas que alimentar en casa de mis padres.
—Ese es un problema que tu no tienes que resolver. A ti te toca ir al colegio, aprender, sacar buenas notas, y convertirte en alguien de provecho, que es lo que quieren todos los padres.
—Por mucho que estudie no voy a aprender lo que necesito para sacar a mi padre de la cárcel. Tendría que convertirme en abogado, y se necesitaré años para conseguirlo. Mi padre necesita uno ahora, y uno bueno.
—Deja que de eso se encarguen mis padres, ellos saben lo que hay que hacer. —Pero Geil seguía sin estar convencido, así que me acerqué, tomé su mano y lo miré directamente a los ojos. —Mamá han conseguido un abogado para él, no le ha dejado solo. Y cuando regrese mi padre, se encargará de todo. Si hay una manera de sacarlo de allí, él la encontrará.
—Tú padre no es Dios, no puede conseguirlo todo.
—No, pero somos Vasiliev, no nos rendimos. Sé que seguirá buscando hasta encontrar la manera.
—¿Y si no la hay? ¿Y si mi padre….? —Sabía lo que no podía decir. Si su padre era condenado por asesinato, la muerte por inyección letal sería su destino. Me acerqué más a él y lo envolví en un fuerte abrazo.
—Pase lo que pase estaré aquí, todos estaremos aquí. No vas a estar solo. —Geil correspondió a mi abrazo, derrotado, porque había asumido que no servía de nada adelantarse a ese futuro negro. No merecía la pena gastar sus energías en algo que todavía no había sucedido.
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