Cuando entré en la habitación esa tarde no esperaba encontrarme con el muro que estaban formando Palm y Avalon frente a la puerta. Sus ojos estaban enrojecidos, dándome una señal de que lo que había dentro no iba a gustarme.
—¿Qué ocurre?
—La morfina ya no es suficiente y …—Palm no pudo continuar, así que lo hizo Avalon.
—Está en la recta final, Bianca, no podemos dejar que sus últimas horas las pase sufriendo. —Mis manos se aferraron con fuerza a la correa de mi bolso. Petra se estaba muriendo, y aunque no quisiera reconocerlo hasta ese momento, era una realidad que estaba ahí. Y no solo eso, el dolor la estaba consumiendo. Por experiencia, solo había una cosa que se pudiese hacer por ella.
—¿Van… van a sedarla? —Palm cogió mi mano, no sé si para darme fuerzas o para tomarlas ella.
—Están preparándolo todo, pero ella no ha querido que la sedaran sin antes hablar con todos nosotros. Es una cabezota, pero todos tenemos un límite y ella ha superado el suyo hace unas horas. —En ese momento salió una enfermera de la habitación.
—Ya está, enseguida empezará a hacer efecto. Tienen unos minutos. —nos informó.
—Nosotros ya nos hemos despedido, ahora te toca a ti. —Asentí sin fuerzas, mientras dejaba que me arrastraran dentro de la habitación.
Mis pies me llevaron hasta la cama, donde me detuve a la altura de la cadera de Petra. Sus ojos estaban cerrados, su pecho subía y bajaba trabajosamente, como si ese sencillo movimiento le supusiese un gran esfuerzo, como si doliese incluso seguir viva. Mi mano ya estaba cogiendo la suya, lo que provocó que abriese los ojos
—Hola. —saludé.
—Apurando hasta el último minuto. —sus labios intentaron sonreír.
—Ya me conoces, siempre ando con el tiempo justo. —Esa era yo, haciendo malabarismos con el reloj para cumplir con todas mis obligaciones. Podía hacerlo, más o menos, pero era agotador física y emocionalmente.
—Venid aquí. —Su cabeza se giró para mirar al resto de personas de la habitación. Como convocados por el rey, todos nos apelotonamos alrededor de la cama.
Alex sostenía a pal entre sus brazos, como si ella estuviese a punto de derrumbarse. Él no le permitiría caer, la sostendría hasta donde hiciese falta. A su vez, Palm aferraba a Avalon, haciendo extensible la fuerza de su padre, sosteniéndolas a las dos. El único que parecía reacio a mostrar debilidad era Owen, permanecía un poco alejado del resto, y aunque parecía fuerte, podía ver el dolor que estaba soportando en su interior. Es duro ver como alguien a quién amas se va.
—No voy a estar vigilando, pero ya sabéis lo que tenéis que hacer, así que no quiero excusas. —Petra y su manera de decir las cosas, era clara y directa, sin rodeos. —Y recordad, somos materia y energía, la materia se descompone, la energía…
—Ni se crea ni se destruye, solo se transforma y se reubica. —Todos en la habitación corearon la última frase al mismo tiempo, y aunque no se la había escuchado antes, aquellas palabras se aferraron a mí de una manera que no esperaba.
—Entonces ya sabéis lo que va a pasar. —Asintió conforme. Sus ojos ya se habían cerrado. —Me están… esperando. —Su voz se fue apagando a medida que su cuerpo perdía fuerza. Y aunque sus pulmones seguían tomando aire, su consciencia nos había dejado. Supe en ese momento que sus ojos no volverían a abrirse.
—Voy… voy a hablar con el médico, quiero recordarles lo del testamento vital. —El silencio que nos envolvió fue roto por la voz de Avalon. Ella salió de la habitación como si se hubiese declarado un incendio. Había personas que necesitaban huir para superar este tipo de cosas, cada uno tenía su propia manera y su propio ritmo de afrontar el dolor. Yo estaba acostumbrada estas cosas, ver como los ancianos se iban apagando poco a poco hasta el suspiro final.
Miré a mi alrededor para encontrar en Palm ese dolor sereno del que sabe que esto va a llegar.
—Ahora ya no sufre. —Su mano acarició con cuidado el brazo de Petra, mientras Alex frotaba su hombro para reconfortarla. Y esa idea me llevó a pensar en algo que solía reconfortarme a mí, algo que necesitaba.
—Voy a hacer una llamada. —Palm asintió, aunque no me miró, ninguno lo hizo. Salí de la habitación para buscar un lugar tranquilo donde hacer aquella llamada de auxilio. Busqué el teléfono de mi prima Gabi y pulsé el botón de llamada.
—Hola Bianca. —contestó.
—Gabi, ¿podrías prepararme un poco de ese chocolate? —Necesitaron del milagro curativo de una taza de chocolate caliente.
—Sabes que sí. ¿Dónde estás?
—En el Mercy.
—¿Quieres ir contándome que ha pasado? —Tomé aire para soltar el nudo que se había formado en mi garganta y que no conseguía soltar.
—Es… es la señora Bennett. Ella…—Era difícil decirlo.
—Respira cariño. —obedecí tomando aire de nuevo. Las lágrimas hacía tiempo que estaban derramándose por mis mejillas, pero soy una persona emotiva al 200%, cuando lloro, no pueden ser solo lágrimas, tienen que acompañarlas unos buenos mocos.
—Está muy mal. La han sedado para que no sufra pero… El médico dice que apenas le quedan unas horas de vida, puede que sean días. — No es que me hubiesen concretado eso, era más un deseo propio que egoístamente no quería dejarla ir.
—¿Su familia lo sabe? —Sorbí un moco mientras buscaba un pañuelo en mi bolso.
—Oh, han estado aquí con ella desde que les llamé. Ellos se han despedido. —A su manera, ella se había despedido de todos, estaba segura que no solo había compartido unas directrices de vida conmigo.
—Eso es bueno, cariño. Ella no ha estado sola, su familia la ha acompañado, y ella sabe que siguen ahí hasta que se vaya. —Escuchar eso me hizo soltar un sollozo, no estaba preparada para eso, todavía no.
—Era tan vital y ahora… Es triste ver como se apaga.
—La muerte es algo que nos espera a todos, Bianca. Lo único que nos hace diferentes, es lo que hacemos desde que llegamos a este mundo hasta que nos vamos. Ella ha tenido una buena y larga vida, y apuesto que fue interesante. —Tenía que reconocer que las anécdotas de Petra eran de sobra las más interesantes de todos los residentes que había conocido.
—Trabajó en un circo. —Eso para mí ya era de por sí algo fuera de lo común.
—¿Ves? Seguro que te contó muchas historias.
—Sí, lo hizo. —Ella sabía cómo contarlas, y recordarla haciéndolo me hizo sonreír.
—Entonces no se irá del todo, porque tu seguirás recordando todo eso que te contó. Mientras tú que la conociste sigas aquí, un trocito de ella seguirá vivo. —Eso era precisamente lo que necesitaba escuchar, era tan bonito…
—Gracias. Siempre sabes lo que hay que decir.
—No es más que aplicar el sentido común, Bianca. Seguro que tú, tarde o temprano, habrías pensado lo mismo.
—Seguramente. —Así era Gabi, ella era de las que tomaba aire después de un tropiezo y se ponía de nuevo en marcha. No se paraba a lamentarse, ella actuaba.
—Voy a dejarte un minuto, lo que tardo en subir al coche y cargar el chocolate. Aprovecha para ir al baño y echarte un poco de agua en esos ojos llorosos.
—Vale. —Era una mandona, pero sabía lo que había que hacer, así que acataría esa orden. Ahora solo tenía que esperar a que ese chocolate llegase para reconfortarme el alma. Chocolate y alguien de la familia sobre el que apoyarte en los malos momentos, eso era lo que necesitaba, lo que todos necesitábamos, y aunque había tomado especial cariño a los Bowman y a la señora Bennett, ellos no eran mi familia. Cuando Petra se hubiese ido, cuando ya no quedase nada que nos uniera, ellos se irían y yo regresaría a mi vida, y salvo un recuerdo compartido, no nos ataría nada.
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