Anker
Antes de subir al ring de lucha, te concentras en visualizar la pelea. Tu contrincante, sus movimientos, tus respuestas, ataque y defensa. Todo con un único objetivo, ganar la confrontación. Y eso es lo que hice desde el momento que di el primer paso hacia la sala de espera. Recreé en mi mente cada palabra que usaría en esta ocasión.
Al alcanzar la sala de espera, encontré una figura familiar inclinada sobre la máquina de café, recogiendo un pequeño vaso del dispensador. Cuando se enderezó y giró hacia mí, encontré el mismo rostro casado y macilento que el del pequeño Tyler. Ligeramente despeinada, ropa algo arrugada y el café resbalando por sus dedos. Sus ojos sorprendidos estaban fijos en mí.
—¿An…Anker? – consiguió gesticular. Caminé hacia ella, porque había un par de personas más en la sala, y no quería darles un espectáculo.
—Astrid. – intentó limpiarse las manos, pero se dio cuenta enseguida de que primero tenía que tirar el vaso que había destrozado. Después de dejarlo en una papelera, volvió a centrarse en mí. Creo que los dos estábamos igual de incómodos, aunque ella además estaba descolocada.
—No… no esperaba que vinieses…tan rápido. – sí, sobre todo lo primero.
—Si tengo un hijo grave, es normal que viniese rápidamente. –
—Eh, sí, claro, tienes razón. Perdóname, estoy algo…descolocada últimamente. –
—Lo entiendo. –
—Tyler está en la UCI. – Me señaló la dirección, y se dispuso a guiarme.
—Ya le he visto. Lo que quiero ahora es hablar contigo. – se detuvo en seco, dándose cuenta de que estábamos ya en el pasillo, lejos de los oídos curiosos de la gente.
—Sí, claro. Es normal. – pasó sus manos por su pantalón, un gesto nervioso que suele hacer la gente cuando sus manos empiezan a sudar.
—Tengo algunas preguntas. –
—Lo supongo. ¿Qué quieres saber? –
—¿Por qué ahora? – iba a decirme lo que ya sabía, porque su hijo estaba grave, pero esa no era la respuesta que buscaba. – ¿Por qué no cuando te quedaste embarazada? ¿por qué no cuando nació el niño? – se mordió el labio, mientras ordenaba las palabras antes de decirlas.
—¿Cómo se suponía que iba a localizarte? Tú no volviste a aparecer, tu hermano también se esfumó, a Pamina se la tragó la tierra. Tuve que buscarme la vida para salir adelante. –
—¿No habría sido más fácil abortar? – no es una idea que yo hubiese descartado. Joven, la carrera sin terminar, y a todas luces, un error que podía destrozar una vida.
—No soy de las que mataría a su bebé de esa manera. – estiró su cuello toda ofendida. Al parecer, ella tenía más moral que yo. Y ya puestos, más agallas.
—Entonces, decidiste seguir con el embarazo y quedarte con el bebé. – ella asintió.
—No iba a dar en adopción a mi hijo, no me lo perdonaría nunca. – lo dicho, ella era una persona más íntegra que yo.
—¿Por qué el niño lleva un apellido diferente al tuyo? – aquella pregunta no le gustó, aun así, estiró su cuello para responder.
—Hice lo que tenía que hacer, buscarle un padre. – Así que hizo de tripas corazón, y le encasquetó mi hijo a otro hombre. Se necesitaban escrúpulos para hacer eso, o estar muy desesperada.
—¿Y dónde está ahora ese padre? – ella tragó saliva.
—Descubrió que el niño no era suyo. – vaya, así que huyó. Pero… si, como sospechaba, el Khan que le había dado su apellido a mi hijo, era el mismo Khan que trabajaba en este mismo hospital… ¿por qué traer aquí al niño?
—¿Amul Khan? ¿el doctor que trabaja aquí? – ella apartó la mirada avergonzada, aunque asintió.
—Cuando revisó el informe del accidente, descubrió que teníamos grupos sanguíneos diferentes. Es médico, solo con eso ya sabía que Tyler no era su hijo. Aun así, se sometió a una prueba de paternidad que dio negativo. Los… los resultados llegaron ayer por la tarde. – así que ese era el motivo por el que me había llamado esa mañana. Pues estaba visto, que cuando quería encontrar a alguien, sí que se movía deprisa. Y eso me hacía sospechar… ¿Cuánta verdad había en sus anteriores palabras? Por lo que recuerdo de ella, cuando la conocí era una chica a la que le gustaba la fiesta, ya me entienden. No precisamente de alcohol, pero era una mujer liberal. Dimitri tenía un buen expediente de ella y sus actividades extrauniversitarias. Vigilar a Pamina, cuidar de ella, conllevaba controlar su entorno, y Astrid era su compañera de habitación. Era una mujer que no tenía una pareja estable, pero que la gustaba una alegría de vez en cuando. No tenía que juzgarla, yo era y seguía siendo igual. Pero, precisamente eso, me hacía desconfiar de esa seguridad que ella manifestaba sobre mi paternidad. ¿Estaría intentando buscarle otro padre a Tyler?
—Sabes que yo también pienso hacerme esa prueba, ¿verdad? – ella asintió.
—Eres el único que puede serlo. No voy a negar que no fuiste el único con el que tuve relaciones en mi época universitaria. Pero no hubo otro entre mi último período, y el descubrir que estaba embarazada. Así que yo estoy segura del resultado. Hazlo si quieres. – bien, legalmente ya tenía su consentimiento, aunque fuese verbal. Primer paso, solicitar el kit y tomar la muestra.
—Ahora vayamos al tema importante. El niño necesita ser intervenido, y mi seguro médico cubriría la operación, siempre y cuando se practicara en uno de los hospitales concertados. ¿tendrías algún inconveniente en que el niño fuese trasladado a otro hospital? – ella rápidamente negó con la cabeza. Realmente estaba desesperada.
—Si podemos trasladarle, no tendríamos ningún problema en ir a otro sitio. – metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón. Lo tenía decidido, la mejor forma de asegurarle la mejor atención médica, también en el post operatorio, era llevándome a ambos a Las Vegas. Iba a cubrir los gastos de ese niño, me daba igual que no fuese mío. Pueden decir que era el pago a su madre por soportarme cuando fui un joven frustrado por su incompetencia, un capullo con mayúsculas que no supo controlarse. O pueden pensar que tengo un corazón de oro, aunque yo me inclinaría más por lo primero. ¿Recuerdan?, no soy bueno.
—En ese caso vamos a consultar con el especialista. – ella siguió mis pasos hacia la UCI. Sus ojos brillaron esperanzados, y su cuerpo pareció inundarse súbitamente de energía. Mintiese o no, ella haría lo que fuera por salvar la vida de su hijo, y simplemente por eso, iba a ayudarla.
Caminamos a la par hasta alcanzar la UCI. Y si Astrid estaba sorprendida de verme a mi allí, lo estaba igualmente de ver a Pamina conversando con el médico encargado de Tyler, compartiendo los informes del niño.
—¡Pamina! – mi cuñada alzó la cabeza cuando escuchó su nombre, pero no estuvo preparada para que Astrid se tirara sobre ella para abrazarla. ¿Era por el hecho de encontrar a una vieja y querida amiga? ¿o por saber que también había venido a ayudar a su hijo? Si estaba tan sola como parecía, me inclinaba más por lo segundo. Los brazos de Pamina respondieron al afectivo saludo, aunque no creo que estuviese igual de afectada.
—Hola, Astrid. –
—Vas a ayudarle, ¿verdad? – los ojos de mi cuñada se desviaron hacia el doctor Stark.
—Vamos a hacer lo mejor para el niño, confía en mí. – Astrid se alejó de Pamina, mientras retiraba algunas lágrimas de su rostro.
—Gracias, de verdad. Gracias, a los dos. – sus claros ojos se volvieron hacia mí, y sentí aquella auténtica gratitud. No soy como el tío Viktor, que es capaz de percibir cuando alguien miente u oculta cosas, pero en esta ocasión sí que estaba seguro de que ella estaba mostrando lo que sentía.
—Bien, será mejor que nos pongamos a trabajar. – y así es como mi cuñada se hizo con el control de la situación. ¿Decirla que no?, dudo mucho que el doctor Stark, o cualquier otro la pusiera en su sitio, porque reconozcámoslo, no era más que una médico de otro hospital, que entraba por la puerta apartando de un manotazo a los responsables de este lugar. Ella sí que tenía cojones, como decía el abuelo Yuri.
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