Adrik
—Te odio. —La mirada asesina de Nika me estaba perforando como un clavo al rojo vivo. Aunque sabía que no era del todo real. Ella no era de las que tenía tanta maldad en su interior, y sabía que no lo había hecho para fastidiarla.
—Creo que Hugo me está llamando. —Era mentira, pero tanto ella como yo lo sabíamos. Solo era una excusa para alejarme de su vista e ir a un lugar donde no me recordase que traer una tarta como aquella, una tentación para los sentidos, ante una persona diabética, era un atentado contra su salud, al menos la mental. Ella no podría comerlo, era un trozo de veneno para su cuerpo. Pero eso no quería decir que no s ele hiciese la boca agua solo con verlo.
Al menos había tenido la deferencia de traer algo de fruta de temporada para que mordiese algo sano. No me podía culpar de mala persona. Le lancé una manzana a las manos, cuando aparté la tarta de su vista para guardarla de nuevo en la nevera portátil en la que la llevaba, lo que provocó que achinará aún más su mirada hacia mí. Sí, lo hice para provocarla, porque sabía que ella asumía el que no podría ni siquiera ni oler aquel trozo de pecado. Lo de la manzana era mi forma de provocarla, y funcionó.
—Cobarde. —Me acusó Bruno nada más entrar en la cabina de pilotaje. Su sonrisa me daba la bienvenida a su oficina de trabajo. Supongo que en los vuelos en que ellos hacían solos, mi prima Nika se sentaría en el lugar del copiloto, igual que estaba haciendo yo en ese momento. Pero en este viaje los papeles habían cambiado. Ella tenía una nueva compañera de viaje que la mantendría entretenida.
—Puedo cambiar de lugar con tu mujer, si es lo que quieres. —La cabeza de Bruno giró hacia su espalda, para tratar de ver por el rabillo del ojo la cabina de los pasajeros.
—¿Primero golpeas el avispero y luego me lo quieres pasar? Ni de broma. Estará refunfuñando durante un par de horas antes de que se le pase. Mejor que descargue ese mal humor con otra persona. —Vaya con el Bruno.
—Nika es un trozo de pan, no descargaría contigo su frustración.
—Estaba en el contrato matrimonial. —Se encogió de un hombro mientras sonreía.
—Salgamos de aquí, cuanto antes despeguemos, antes llegaremos a Las Vegas. —Bruno asintió con una sonrisa. Pulsó un interruptor del cuadro de mandos y giró la cabeza hacia la ventanilla izquierda.
—Torre de control, aquí Alfa Victor Dos Bravo, solicitando permiso para despegar. —Escuchar el nombre de mi padre después de la palabra alfa me hizo sonreír. Seguro que no imaginaba que en aviación las siglas que se deletreaban con el alfabeto fonético crearían una frase coherente como aquella; le llamaban el alfa y le daban una felicitación, lo mejor para su ego. O quizás sí que sabía lo que significaba cuando le pusieron el nombre, ¿una matrícula personalizada? Si se hacía con los coches, ¿por qué no con los aviones?
Las ruedas comenzaron a moverse, deslizando el avión por la pista. Por inercia estiré el cuello para tratar de ver a Avalon sentada en uno de los sillones, pero desde allí la perspectiva apenas me permitía ver una de sus piernas. ¿Se habría dado cuenta de mi maniobra para alejarme de ella? Lo de picar a Nika con la manzana había sido mi estrategia para tener una excusa para escapar de ella en la cabina de mando. Allí, sentado junto a Bruno, no tendría que mirarla a la cara durante la mayor parte del viaje. Lo sé, podría fingir que dormía, e incluso hacerlo de verdad, pero aun así tendría que estar intercambiar más de dos frases con ella al principio y final del trayecto. No quería parecer un grosero y evitar su conversación, por eso necesitaba una excusa para alejarme.
El volante de dirección frente a mí empezó a moverse, recordándome que en los aviones normalmente este asiento lo ocupaba una persona que sabía pilotar un trasto como este. Y aunque Avalon pensase que sabía hacer de todo, nunca había aprendido a volar uno de estos cacharros.
—Espero que no te de una apoplejía durante el vuelo, porque no tengo ni idea de que tendría que hacer. —Bruno alzó una ceja al mirarme.
—¿Lo dices porque no llevamos un copiloto?
—Aun no entiendo como te atreves a ir sin un refuerzo.
—¿Crees que mi suegro permitiría que su hija volase en una nave insegura? —Pensé en mi tío Andrey, no, no lo haría, cuidaba de su princesa como si fuese un huevo de Fabergé, tan hermoso como delicado.
—¿Tiene algún tipo de software mejorado? —Hoy en día los aviones podían hacer casi todo el viaje en piloto automático, para lo único que se necesitaba al piloto era para el aterrizaje y el despegue, y quizás como salvaguarda por si ocurría algún percance durante el viaje.
—¿Crees que los únicos vehículos con IA pueden ser los coches? —Acabáramos, el avión tenía un TAV integrado en su sistema.
—Drake se toma muy en serio el equipar a conciencia los transportes de la familia.
—De la empresa, este es un transporte de Tandem. Como ejecutiva, Nika lo usa en sus desplazamientos entre la sede principal y la de Miami.
—Estás casado con una mujer importante.
—¿Crees que no lo sé? —Bruno sonrió con orgullo.
Avalon
—Wow, es increíble. —Nika estaba asombrada por lo que le había explicado de mi investigación. Ella preguntó por el asunto que me llevaba a Las Vegas, así que no tuve más remedio que explicarle todo, porque no puedes darle un poco de información a un Vasiliev, son gente muy curiosa.
—Si todo sale bien con el sujeto de prueba, tendría luz verde para empezar con el trasplante de Hana. —Nika inclinó de nuevo la cabeza hacia la imagen que le había mostrado en mi teléfono de nuestra pequeña.
—Va a ir todo bien, estoy segura. —Me devolvió el teléfono con una sonrisa de confianza.
—Eso espero. Esta intervención abre una puerta a muchos otros niños en situaciones similares.
—A Carlo le encantaría presenciar algo así. —No sé porqué no pensé en él. Era el primo carnal de Bruno y Hugo, el otro doctor Di Angelo, y además se había especializado en pediatría.
—Es un poco tarde para que presencie la prueba, pero podría hacerle un hueco en la intervención de Hana. —Lo que me hizo pensar… Yo no era cirujana, tendría que encontrar a alguien acostumbrado a operar niños pequeños. ¿Hugo tendría experiencia? Por lo que sabía, hasta ahora todos los pacientes que había tratado eran adultos con problemas dérmicos. ¿Y si contactaba con Carlo? Quizás él fuese la respuesta a mis necesidades. —Sí, creo que le llamaré.
—Me asombra lo que pueden conseguir la medicina y la tecnología cuando se unen. —Inconscientemente toqueteó la pulsera que llevaba en su muñeca derecha. Sabía que con ella mantenía a raya su diabetes. —Hoy es un trozo de oreja, una nariz nueva… Mañana pueden ser un riñón, un corazón… Los trasplantes serán algo al alcance de todo el mundo, y no solo dependerán de un donante o de la compatibilidad de este.
—¿Por qué no? Hace 50 años el que un brazo robótico se contralase con sensores neurológicos implantados en el cerebro sonaba a ciencia ficción, y hoy es una realidad.
—Por el futuro y lo que nos aguarda. —Nika alzó su botella de zumo para brindar con él. Podría decirle que hay gente que cree que eso trae mala suerte, pero soy una persona de ciencia, no creo en las supersticiones.
—Por el presente y lo que estamos consiguiendo. —Nika sonrió ante mi comentario. Ella entendió, que ese futuro del que hablaba no estaba tan lejos como pensaba.
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