Adrik
Soy un masoquista, me gusta sufrir. No había otra explicación para lo que estaba haciendo en ese momento.
Avalon había dejado las maletas en su nueva habitación, pero no las había deshecho, dijo que ya lo haría por la noche, para sacar su pijama y alguna cosa más. Pero yo no podía esperar para ver lo que había metido en aquella pequeña maleta. Los zapatos de tacón, la ropa interior… Eso ya lo había visto, aunque no me importaba echarles un nuevo vistazo. Pero lo que me tenía royéndome las entrañas era lo que no había visto todavía.
Así que allí estaba yo, apretando los puños mientras observaba aquel objeto inanimado, debatiéndome internamente en si debía o no abrirlo para revisar su contenido. Mentira, no tenía dudas de si iba a abrirlo o no, solo estaba tomando nota mental de la posición en que se encontraba, para dejarlo después de la misma manera, para que Avalon no se diese cuenta de que lo había revisado.
Tomé aire profundamente antes de coger la maleta, ponerla de lado y abrirla. El contenido estaba pulcramente organizado, como solo se podía esperar de una persona como Avalon. Grabé la distribución en mi memoria, y pieza a pieza fui retirando todo el contenido. Los zapatos estaban en su propia funda, la ropa interior perfectamente doblada en el costado, y en el centro… La tela era suave, como de seda, y tenía un tacto rugoso, seguramente con relieve. Desdoblé con cuidado, memorizando el lugar y el número de dobleces, para después realizar el mismo proceso de forma inversa. Cuando el vestido estuvo completamente estirado, pude estudiar la confección y el diseño. No parecía ser gran cosa, tenía una buena cantidad de tela para cubrir su buena porción de piel. Nada de escote pronunciado, ni tirantes imposibles. Y la falda no es que fuese demasiado corta. Mi corazón se relajó.
Volví a la maleta, para estudiar lo que me deparaba la segunda capa. Mala idea, aquello era precisamente lo que no quería ver. ¿Qué demonios…? Extendí la delicada pieza con el mismo cuidado de la anterior, quizás algo más, subyugado por el tacto, las formas y sobre todo, por el tamaño. Aquello solo podía ser… Me mordí el labio inferior, conteniendo las ganas de imaginar aquella pieza sobre la pálida piel de Avalon, pero fracasé. No me di cuenta de que había estado conteniendo la respiración, hasta que mis pulmones gritaron por algo de aire. ¿Por qué me torturaba así?
—Venus se acerca a la órbita. —¡Mierda! El aviso de TAV en el altavoz de mi teléfono me sacó de mi epifanía. Tenía poco tiempo par aponer todo como estaba.
—¿Tiempo estimado? —Empecé a doblar la pecaminosa prenda con cuidado, como si estuviese hecha de papel de seda.
—Tres minutos. —¡Mierda!, ¡mierda!
—Cuando meta la clave de acceso en la cerradura electrónica, provoca un mensaje de error. —Serían solo unos segundos más, pero eso algunas veces bastaba. —Que sean dos veces.
—¿Dos mensajes de error? —Era una máquina muy lista, pero no tanto.
—Que ella introduzca dos veces la clave, y en ambas, mensajes de error. Solo permite el acceso la tercera vez.
—Procediendo. —¡Mierda!, eso significaba que ya estaba en la puerta. Por suerte ya había doblado la ropa, y ya estaba colocando capa pieza en su posición original.
Escuché el pitido del primer intento fallido mientras cerraba la cremallera, el segundo llegó mientras colocaba la maleta en su lugar. Por suerte, Avalon hizo lo que toda persona que falla dos veces una clave, esta vez pulsó la tercera más despacio. Justo el tiempo que necesitaba para salir de la habitación, cuando Avalon entró en el apartamento, yo ya estaba en el baño al otro lado del pasillo. Salí de él como si fuese algo de lo más normal.
—Hola, ¿cómo tan pronto en casa? —Soy un actor estupendo, cualquiera diría que tenía el corazón a punto de salir por mi boca.
—Oh adelantaba el trabajo de mañana o cerraba la jornada de hoy, así que decidí hacer esto último. Aquí aún tengo pendiente el deshacer las maletas. —Mi mente fue directa al contenido de una de ellas.
—Genial, ¿quieres que te ayude? —¿Te estás oyendo, Adrik? Un hombre no puede meter la mano en la ropa interior de una chica, ni siquiera si ella es tu hermana.
—No te preocupes, solo me llevará unos minutos. Aunque sí que necesitaré a un chico alto y fuerte para subir las maletas al altillo del armario.
—Soy tu hombre.
—¿Qué te parece si adelantamos la cena? Tengo ganas de probar los tallarines de garbanzos con esa salsa de ostras que acaban de incorporar al menú. —Tenía que regresar al trabajo, terminar la revisión del coche que estaba en mi taller, pero como dije una vez, soy el jefe, puedo adecuar el trabajo a mis necesidades. Además, se suponía que yo ya estaba en casa porque había terminado mis tareas, sería muy sospechoso que ahora regresase al trabajo.
—Haré el pedido mientras tu desempacas.
Revisé el menú online, hice el pedido y esperé el enlace con el dron para añadirlo al cronometro. Estaba bien esto de saber por donde anda tu comida, y el momento exacto en que recogerlo en el helipuerto. Así evitaba sorpresas. Si sabes quién llega y cuando, no te preparas para un posible ataque.
—En 14 minutos tenemos la cena aquí. —Me asomé con cuidado en la habitación, para encontrarla vacía.
—Estupendo. —Escuché desde el baño. —Dame dos minutos y salgo. —Eso quería decir que se estaba cambiando con algo de ropa más cómoda, y la sucia iba directa a ese cesto especial donde ponía las prendas que había llevado en el laboratorio. Ella se tomaba muy en serio todo esto.
—¿Ya terminaste con las maletas? —Mientras lo preguntaba ya estaba levantado una de ellas para comprobar el peso. Sí, estaban vacías.
—Sí.
—Entonces voy a guardarlas.
Ella salió del baño justo cuando estaba colocando la última en el estante superior. Llevaba puesto lo que supuse sería su pijama, una camiseta grande de mangas largas, con una especie de gato estampado en el frente, y unos ajustados pantalones de algodón. Su pelo estaba recogido en una pulcra trenza, y su rostro estaba algo sonrosado, como si se hubiese lavado la cara con energía.
—Una duchita rápida y como nueva. —Esas duchas no debían incluir un lavado de pelo, porque no le habría dado tiempo a mucho más que un enjuague rápido. Lo que me recordó…
—Yo también voy a darme una ducha. ¿Vas poniendo la mesa? —Por alguna razón quería quitarme de encima en ese momento olor a sudor y a taller.
La noche iba bien. Me duché, fui a recoger nuestra cena, y regresé con una gran sonrisa en la cara. Si esta iba a ser nuestra rutina, no me parecía mal. Podría acostumbrarme a no tener una excusa para cenar con ella cada día. Charlar sobre nuestro día, asegurarme de que estaba segura en la cama antes de acostarme… Tenerla en casa era un plus con el que no había soñado. Se acabó espiarla en la distancia.
Pero todo viaje por las nubes tiene su final, y el mío llegó cuando entré en el apartamento y escuché la voz de otro hombre haciendo sonreír a mi chica. Y no, no era su hermano, era ese maldito seductor con bata blanca; Hugo.
—¿En serio? —Preguntó Avalon.
—Pues claro. Por aquí también trabajamos. —Caminé detrás de ella para, ver que observaba a ese Casanova en la Tablet que tenía sobre la mesa.
—Podemos hacer la intervención mañana mismo. —alcé la bolsa frente a Avalon, para que viese que la cena ya estaba. Ella solo asintió con la cabeza.
—Pero se necesita permiso para empezar a realizar los ensayos con humanos.
—Podemos incluirlo en el permiso que tenemos para los injertos que ya hemos empezado a realizar. A fin de cuentas, no es más que una variación del procedimiento.
—Es más que una variación, estamos hablando de tejidos y a anclajes nuevos.
—Tecnicismos que podemos incluir en nuestro permiso. Tuvimos cuidado de solicitar el permiso con un texto que se pudiese adecuar a nuestros ensayos, y que no revelase demasiado de nuestra investigación. Lo que menos deseábamos es que otros se interesasen demasiado y metiesen sus narices en el proyecto. —Que manera tan rebuscada de decir que no querían que les copiaran la idea. El espionaje industrial en el campo sanitario era todo un negocio en sí mismo.
—Entonces, ¿ya tienes un sujeto de prueba?
—Sujeto y material suficiente para fabricar la primera pieza. Es una sección del pabellón auditivo izquierdo, y ya estamos imprimiendo la estructura. Si la impregnación se fija como has probado en tus ensayos, mañana puede estar lista para el implante.
—¡Porras!, me encantaría estar allí para verlo. —Avalon no podía ocultar su entusiasmo.
—Pues vente. La intervención no se realizaría hasta por la tarde. Tienes tiempo de subir a un avión y estar aquí para entonces. —La vi morderse el labio inferior sopesándolo. Sabía que iba a decir que sí antes de que abriese la boca.
—Cogeré el primer vuelo que salga para Las Vegas. No empecéis sin mí.
—No se me ocurriría, preciosa. —¿Por qué tuvo que decirlo? Ahora estaba obligado a ir allí para asegurarme de que ese ligón de playa no tratase de seducir a mi chica. Tenía que buscar una excusa para hacer ese viaje, y no parecer un enamorado celoso que teme le levanten a su chica. Odio a Hugo.
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