Adrik
Esto iba a ser complicado. Avalon me había pedido ayudarla con la preparación de su maleta, pero en ese momento no podía apartar la mirada de la ropa interior que estaba perfectamente colocada sobre la cama. ¿De verdad ella se ponía estas cosas? No sé, yo la imaginaba más del tipo funcional, ropa interior de algodón, fácil de lavar y desinfectar. Nada de satén azul con encaje.
—De eso ya me encargo yo. ¿Puedes alcanzarme la maleta de ahí arriba? —Mi cuerpo despertó de su hibernación, y se puso a trabajar en cumplir con su pedido.
—Maleta, lo tengo. —Estiré la mano para alcanzarla.
—Bien, ahí va la ropa de diario, y en esta pequeña la de ocasiones especiales. —Entonces lo vi, la ropa interior que me había atrapado era parte del lote de “ocasiones especiales”. Si se mudaba a mi apartamento para tener más tiempo para descansar, ¿en qué ocasiones usaría la ropa que estaba empacando? Se suponía que Avalon solo trabajaba y dormía, no tenía tiempo para hacer vida social.
—Ya he preparado el jabón higienizante y los desinfectantes. ¿Necesitas alguna cosa más? —La madre de Avalon había entrado en la habitación, pero no estaba mirando a su hija, sino todo el ordenado montón de ropa preparado sobre la cama.
—¿Podrías dejarme una de esas bolsitas para meter la ropa delicada en la lavadora? —¿Ropa delicada? ¿Se suponía que podía lavar mis calzoncillos en una bolsa especial? Era eso sobre lo que hablaban, ¿verdad? El mundo de la higiene doméstica era un mundo que estaba claro no había explorado como debía.
—Sí, puedo prestarte una. ¿Con la pequeña te apañas? —¿Y encima tenían tamaños? Pero qué desinformado estaba.
—Perfecto. —Ante mis ojos pasaron unos zapatos de tacón que me pusieron los dientes largos. ¿De verdad Avalon usaba estas cosas? Nunca la había visto con calzado como este. —Ya puedes cerrar esta maleta y llevarla al coche. —Señaló la maleta grande. Ni de broma me iba de allí sin ver qué más metía en la maleta pequeña. Tenía que meter un vestido que acompañase a esos zapatos, y me moría de ganas por verlo.
—Esperaré a que termines esta y bajo las dos. —Pesarían un mundo, pero podía sufrir si la recompensa era buena, y sabía que tenía que serlo.
—¿Adrik? —Que Alex hubiese subido hasta aquí para llamarme, quería decir que era algo importante.
—Dime.
—¿Podrías ayudarme con la presión de las ruedas del coche? —Alcé una ceja inquisitiva hacia él. ¿En serio solo se le ocurría esa excusa? —Sale un mensaje en el ordenador de abordo que no soy capaz de eliminar. —Vale, lo había redireccionado a mi departamento.
—Claro. —Miré la maleta grande y claudiqué, aferré el asa y la arrastré hacia la planta inferior. Ya averiguaría lo que necesitaba curioseando en el armario de Avalon cuando ella no esté en casa.
—Hemos encontrado algo interesante. —Susurró Alex en mi oído mientras bajábamos las escaleras.
—¿Puedes mandar la información a mi correo? Podemos revisarla mientras espero a que tu hija termine. —Antes de que terminase la frase, Alex ya estaba haciendo la operación desde su teléfono móvil.
Alex me abrió la puerta hacia la calle, mientras yo arrastraba la maleta. TAV abrió la puerta trasera para que yo la metiese. ¿He dicho que amo a este coche? Alex y yo la levantamos y después cerré la puerta. Si íbamos a tener una conversación delicada, mejor hacerla todo lo privada posible. Una vez acomodados en los asientos delanteros, y el informe expuesto en los monitores de TAV, Alex empezó a explicarme.
—Martin tiene un amigo con un historial peculiar. —Bien, algo de trabajo, justo lo que necesitaba para que mi mente dejase de divagar por terrenos pantanosos.
Avalon
—No vas a mudarte a otra ciudad, cariño. —Dijo mi madre señalando con la barbilla la maleta que estaba cerrando en ese momento.
—Lo sé. —Antes de que pudiese poner la maleta en el suelo, ella se sentó en la cama.
—¿Vas a contármelo? —Bien, íbamos a tener una charla, así que me senté yo también.
—¿Necesito hacerlo? —Mamá respiró profundamente y después se lanzó.
—Es por él, ¿verdad? —Golpeó un par de veces la maleta.
—Si.
—¿Estás segura? —Fruncí el ceño. ¿No le gustaba Adrik?
—¿Puede ser el mejor amigo de mi hermano, pero no ser bueno para mí? —Mi pregunta le desconcertó.
—No, no. Me refería a… —suspiró—Tu padre y yo pensábamos que querías alejarte de este tipo de vida. Por eso utilizaste el apellido del abuelo y no el de tu padre. —Era hora de explicar algunas cosas.
—No quería, y no quiero, que mis logros se vean empañados por la reputación de papá. No quiero que digan, que todo lo que he conseguido, se ha obtenido por ser quién soy, que mi apellido ha tenido algo que ver en mis méritos, y no que haya sido solo fruto de mi esfuerzo y trabajo. Pero no estoy repudiando mis orígenes, ni a mi familia. Soy Avalon Bowman, me da igual a quién no le guste. —Mamá asintió como si comprendiera. Bien, porque no sabía como explicarlo mejor. Como diría mi hermano Owen, «Con lo lista que eres para algunas cosas, y lo mal que te explicas con otras».
—Así que no quieres hacer tu vida lejos de la nuestra. —Que pensara eso me horrorizó.
—De eso nada. Me has enseñado lo importante que es la familia, y que debemos estar unidos. No se me ocurriría abandonaros.
—Eso me reconforta. —Sonrió con tristeza. Vaya, pues sí que la tenía preocupada.
—Entonces… ¿No te parece mal que intente…? —Dejé la pregunta en el aire intencionadamente.
—Si es lo que quieres, yo no tengo ningún problema. Pero, aunque Owen y Adrik sean muy parecidos, eso no quiere decir que sean iguales.
—¿Dónde quieres llegar? —Me había intrigado con aquel comentario.
—Owen haría cualquier cosa por no hacerte daño.
—Adrik también, es como de la familia.
—Pero la de verdad está en el otro extremo del país, si un día tiene que regresar… —¿A eso tenía miedo? ¿A que me dejase por los asuntos de su familia?
—Si se le ocurre jugar conmigo, le corto las pelotas. —Mi madre sonrió.
—Si no se le adelanta tu padre.
—No.
—¿No?
—Este tema es solo mío, no quiero que ninguno de los dos metáis la mano aquí. Si Adrik y yo acabamos juntos, será sin ningún tipo de presión del exterior. No quiero estar constantemente pensando en que se queda conmigo porque está coaccionado por mi padre. Así que prométemelo, mama. Papá y tu os mantendréis al margen. —Su expresión se volvió seria, casi como si luchara por revelarse, pero no lo hizo.
—De acuerdo. Pero no puedo prometer nada en nombre de tu padre.
—Subestimas el poder que tienes sobre él, mamá.
—¿Tú crees? —Mamá ladeó al cabeza cuando hizo esa pregunta. ¿De verdad no sabía que papá haría cualquier cosa que ella le pidiese?
—Papá caminaría descalzo sobre brasas al rojo si tú se lo pidieras. Y no lo creo, lo sé. —Una sonrisa traviesa apareció en su rostro.
—Tendré que sacarle partido a eso, ¿no te parece? —¿Qué tenía en mente mi madre? No quería saberlo. —Bien, ya que estamos hablando de hombres, será mejor que te ayude con esa maleta, todavía te faltan un par de cosas que meter ahí, pero no las tienes en tu armario. Pequeña mía, sígueme, voy a enseñarte un mundo nuevo. —Mamá hizo ese gesto con el dedo para que la siguiera, y eso hice. Caminé detrás de ella hasta su habitación, derechita hasta su armario. Rebuscó entre las perchas, hasta que encontró lo que buscaba. —Y esto, querida mía, es lo que toda mujer debe tener en el armario si quiere que un hombre babee. Estudié detenidamente la prenda.
—No parece particularmente provocativo, si es lo que intentas decirme. —ella sonrió con malicia.
—No es lo que se muestra, sino lo que les dices que hay debajo. Y peor que eso, es lo que piensan que hay debajo el resto de los hombres. Si tu chico intenta matar a alguien, es que no quiere compartir lo que cree que le pertenece. —En ese momento entendí. Fue mi turno de sonreír como ella. El diablo tenía que llevar tacones y un vestido como este.
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