Paula
Lunes, había sobrevivido al fin de semana. La rutina es lo mejor para que la gente vuelva a avanzar con su vida. No es que la mía hubiese sufrido un duro golpe, pero… en fin, el corazón, al menos el mío, necesita un tiempo para recuperarse de sus heridas. Como decía mi hermano Hugo, tenía un corazón demasiado tierno. La única manera de fortalecerlo era pasando por situaciones como estas, de las que endurecían el alma a fuerza de desilusiones, engaños y traiciones.
Solo me separaba una planta de mi trabajo, así que en vez de usar el ascensor utilicé las escaleras. ¿Por qué? Pues por muchas razones, es energéticamente más sostenible, más ecológico, a mis piernas les viene mejor el ejercicio, y mi cabeza estaría centrada en no tropezar y caer en vez de pensar en Jordan. ¿Por qué me afectaba tanto? Solo había sido una cita, bueno, dos, pero la segunda ya sabía que no era real. Me considero una persona inteligente, práctica, pero no sé la respuesta.
Estaba acercándome a las oficinas de nuestro bufete, cuando me percaté de que había alguien hablando.
—… Salgo hoy mismo, no te preocupes… Lo sé… Dale un beso de mi parte. —Creí que no se había dado cuenta de que me acercaba, pero al girarse hacia mí con calma, y su forma de mirarme, me decían que no era así. Sorprender a Owen era algo que parecía imposible.
—Hola. —Gesticulé con la boca mientras alzaba la mano para saludar. No quería interrumpirle.
—Te llamaré a la noche. —cerró la llamada sin apartar la mirada de mí. —Sé que no entra en tus obligaciones, pero… ¿Podrías acercarme al aeropuerto? —Owen tenía dinero para pagarse un taxi, así que aquella petición traía algo escondido.
—Deja que hable con Fran y te acompaño. —Lo bueno de trabajar con tu primo, ser tu jefa, y haber adelantado mucho trabajo el fin de semana, era que podía escaparme sin tener que dar demasiadas explicaciones.
—Si tienes algún problema, siempre puedes decirle que es una orden de mi padre. —Una sonrisa canalla apareció en sus labios. Él sí que sabía lo que su padre imponía, incluso a Fran. Avancé hasta su despacho para encontrarlo sentado frente al escritorio.
—Voy a salir un momento a acercar a Owen al aeropuerto. —Fran pareció mirar detrás de mí y luego asintió serio.
—De acuerdo. —Me sabía mal abandonar así mi puesto de trabajo, así que…
—Aquí tienes las correcciones de los contratos de Hendrick. Revísalas, se las comentas, y si hay que hacer algún cambio me lo dices. —Deposité el dispositivo de almacenaje sobre su mesa. Sus cejas se alzaron ¿sorprendidas o curiosas? No lo sé, diría que lo primero, pero era Fran, difícil saberlo.
—Entonces tómate tu tiempo, esto me llevará un rato. —En otras palabras, no pasaba nada si me paraba a tomar un café en el camino.
Salí de su despacho dispuesta a cumplir con mi misión de chofer.
—Listo, ¿nos vamos? —Él asintió y después recogió una pequeña maleta que no había visto antes.
Bajamos al aparcamiento subterráneo del edificio, tomamos mi coche y nos pusimos en camino hacia el aeropuerto. No sabía cuando Owen iba a decidirse a soltar lo que tenía en la cabeza, pero estaba claro que buscaba que estuviésemos a solas para hacerlo, ya saben, sin posibles interrupciones. Y no tardó mucho, apenas salimos a la carretera principal cuando habló.
—No vas a volver a verle. —Así, directo y sin rodeos. No necesitaba preguntar de quién estaba hablando.
—¿Estás seguro? —Miré un segundo hacia él, pero sus ojos parecían más centrados en la carretera que en mí.
—Totalmente. A menos que quieras. —Advertí por la periferia que su cabeza giró hacia mí.
—¿Por qué querría hacerlo? Sí, me encantaría darle un buen puñetazo en la cara, romperle la nariz y llamarle imbécil, pero algo me dice que de eso ya te habrás encargado tú, ¿verdad? —Él no contestó, tampoco necesitaba que lo hiciera, soy abogada, sé que si había hecho algo como golpear a alguien, precisamente yo no debía saberlo. —Él no tuvo remordimientos de jugar conmigo y utilizarme, lo que le pase a ese cretino se lo tiene merecido.
—Entonces asunto zanjado. —Intuía que había algo más ahí, pero sabía que de Owen no conseguiría nada más. A veces era recalcitrante encontrar a una persona que sea tan poco comunicativa. No le estoy llamando insociable, Owen es encantador, pero… Hay veces que oculta demasiado para mi gusto. Nunca estaré segura del motivo por el que lo hace, ¿sería su manera de protegerme? Creo que él tiene una visión del mundo mucho más oscura de la que tengo yo.
No volvimos a hablar sobre el tema, pero soy curiosa, así que no pude aguantarme, y antes de alcanzar el aeropuerto volví a retomar ese hilo de conversación que habíamos abandonado.
—¿Estás seguro de que todo ha terminado? —sus ojos me miraron directamente.
—De lo que queda se encargará mi padre, no te preocupes. —dijo serio.
—Ya, pero… —Owen soltó el cinturón de seguridad, dejando claro que iba a irse dejando el asunto zanjado por su parte.
—No le des más vueltas, Paula. Ese cretino te utilizó y no volverá a acercarse a ti. Fin del asunto. —Aquella brusquedad en su respuesta me desconcertó. Owen no era tan cortante.
—No me trates como una estúpida, es normal que quiera saber qué está ocurriendo con todo el asunto. ¿No quieres decírmelo? Bien, no lo hagas, pero no hace falta que seas un borde. —de su boca escapó un suspiro.
—Perdóname. Tener que irme sin ver como se cierra me pone un poco irritable, eso es todo. —Acepté su disculpa con un asentimiento de cabeza.
—Vale. ¿Cuándo termines los exámenes regresarás a Miami? —¿Sonaba a que quería verle? Bueno, en estos días había descubierto en él a un buen amigo, alguien que se preocupa por mí. Aunque no me entusiasmara que estuviese permanentemente controlándolo todo. A mí me estresaba, así que no quería ni pensar lo que tenía que ser para él.
—No, me quedaré hasta terminar, y después regresaré a Chicago. ¿Por qué? ¿Ya me estás echando de menos? —Sonrió como si pensara que estaba coladita por sus huesos. Alcé los ojos al cielo exasperada. Hombres.
—¿Y hacer de espías otra vez? No gracias, prefiero regresar a mi anodina y apacible vida. —Los ojos de Owen se quedaron un par de segundos sobre los míos.
—¿Amigos? —preguntó.
—Hasta que decidas meterme en una de tus aventuras tipo James Bond, entonces es posible que rompamos relaciones de forma permanente. —De su garganta escapó una carcajada.
—Di Angello, no cambies nunca. —Y salió del coche.
Lo vi alejarse mientras arrastraba su pequeña maleta, con una sonrisa divertida en la cara. La llegada de un mensaje me hizo prestarle atención a mi teléfono. No necesité abrirlo para saber de quién era, el aviso me dejó no ver de quién era, si no lo que decía.
—Lo siento. —La sonrisa se borró de mis labios. Respiré profundamente, era hora de zanjar esto. Abrí mi lista de contactos y lo bloqueé, adiós Jordan. Perdiste tu oportunidad.
Jordan
Tenía que hacer bien las cosas, y la primera era pedir perdón a Paula por lo que la había hecho. Necesitaba… Esperaba… A quién quería engañar, nunca podría mirarle a la cara y no recordar que la había utilizado, no podía ser un hipócrita y actuar como si nada hubiese ocurrido. Al final, que ella pensase que estaba con otra chica era lo mejor. Realmente era un gilipollas, no merecía su perdón. Aun así, mi corazón lo necesitaba. ¿Por qué me preocupaba más Paula que Bibian? Se suponía que la segunda era mi auténtica novia, hacerle daño me tendría que haber sentado peor. Pero no, por la única que estaba preocupado era por Paula.
Sacudí la cabeza alejando esa idea de mi mente. Olvídala Jordan, ella ya no podría estar en tu vida. Vive con las consecuencias de lo que has hecho, sé un hombre.
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