Avalon
Nunca pensé que irme de casa sería así, pero era un primer paso. Ya estaba hecho, había abandonado el nido familiar para irme… al nido de un halcón. Todavía no podía creerme que me hubiese atrevido a hacerle la propuesta a Adrik. Yo viviendo en su casa. Si trataba de alejar la tentación de mí, voy y me acerco aún más. Nada mejor para la dieta que comprarte una caja de chocolate, y no una tableta, una caja llena de ellas.
Eres una mujer perversa, Avalon. No solo te has asegurado una salida del control parental, sino que conseguiste entrar en la guarida del diablo. No lo había planeado, pero ahora que lo pensaba… ¿Qué me impedía tratar de seducir a Adrik? Lo sé, no soy una de esas mujeres que van conquistando hombres a su paso, pero soy bonita, inteligente, y sé lo que quiero, eso tendría que ser suficiente. Aunque a Adrik siempre le han atraído las bellezas exuberantes y sobre todo fáciles, o como dicen los chicos “mujeres liberales”.
Yo nunca he tratado de seducir a ningún hombre, solo me ha interesado uno desde que era niña, así que es correcto decir que no tengo experiencia en este tipo de empeños. Pero tampoco soy de las que se rinde a la primera de cambio, y es lo que había estado haciendo todo este tiempo; huir. ¿Por qué? Pues por miedo. ¿Y si me lanzo a sus brazos y sale espantado? Es el mejor amigo de mi hermano, y mi padre le tiene afecto. No quería verme en la tesitura de ser rechazada y tener que seguir viéndole de continuo, sería algo mucho más que incómodo, sería humillante.
Pero todo eso había quedado atrás, mi subconsciente había tomado la iniciativa, y me había colocado en una posición que no quería desaprovechar. De acuerdo, mi proposición tenía como objetivo el darme más horas de descanso, pero me había llegado un regalo extra que no podía desaprovechar. «Tienes que vivir» es lo que él me había dicho. Pues bien, si fracasaba en esta nueva meta, siempre podía regresar a mi antigua concha protectora, el trabajo.
Adrik merecía el intento. Ahora sólo tenía que pensar en cómo acometer tan complicada tarea. De mi parte estaba el que ya lo tenía cerca, y que podía ir observándolo hasta encontrar el momento apropiado para dar un paso. No necesitaba que fuera grande, podía dar pasitos pequeños, afianzando mi posición, comprobando que no me había equivocado. La ciencia se basa en eso, observar, analizar y luego probar. La única diferencia es que no tendría sujetos de repuesto si este fallaba.
Bien, primer paso, dejar que se acostumbre a mi presencia. Con el tiempo, se olvidará de que estoy ahí y se mostrará tal y como es en realidad. Quién sabe, quizás lo que descubra de él acaba no gustándome. Mentirosa, ha sido verlo recién salido de la ducha y tus hormonas han empezado a corretear como quinceañeras salvajes. Adrik estaba para comérselo con las manos.
—¿Estás bien? —Giré la cabeza hacia Bianca, que me observaba desde el lado de la mesa. Hana estaba sentada sobre ella, moviendo una placa de Petri vacía que le había dado su madre para tenerla entretenida, y estaba funcionando. La niña la observaba con una clamada curiosidad todo aquello que poníamos en sus manos. Ella no se atrevía a coger nada, solo observaba, y asentía cuando le decíamos si quería coger algo. Cuando se lo dábamos, esbozaba una frágil sonrisa. Según dijo el psicólogo, se había acostumbrado a ser una mera observadora, alguien que no molesta para que no le griten o la sacudan. Apreté los dientes tratando de no pensar el trato que le habrían dado en aquel hospital.
—Sí, ¿por qué lo preguntas?
—No sé, acabas de soltar un suspiro. Además, hoy pareces algo distraída.
—¿Distraída? No estoy distraída, ya sabes que a veces me concentro más de lo normal, eso es todo.
—Ya, por eso la luz de la incubadora lleva parpadeando más de 15 minutos, y tú no te has dado ni cuenta. —Giré bruscamente la cabeza para mirar en dirección al aparato que Bianca había mencionado. Efectivamente, el temporizador había llegado a cero, y la luz parpadeaba recordando que las muestras estaban listas.
—No escuché el pitido de aviso. —Me puse en pie para ponerme en marcha con la tarea que tenía por delante. Debía hacer recuento de células para ver si teníamos suficientes para impregnar el molde creado por la impresora 3D que había enviado Drake. Nos habíamos quedado cortos las dos últimas veces. Y anteriormente a eso, la estructura no había conseguido absorber y retener las células cultivadas con el ADN de Hana.
—Y esa es la pista que me ha hecho pensar que estás distraída con algo importante. ¿Qué te ronda la cabeza? Vamos, confiesa. —De todas las personas que conocía, Bianca era de las pocas que no te juzgaba o te daba consejos sin que se los hubieras pedido.
—Es largo de explicar. —Dejé las bandejas en la incubadora, y las rellené con un poco más de caldo de cultivo. Necesitaba al menos 30 minutos para hacerle un resumen corto. Unas cuantas células extra nunca nos vendrían mal.
—Tengo tiempo. —Ni siquiera miró su reloj. Ella estaba preparada para escuchar, porque sabía que para mí era importante.
—Vale, pero tienes que prometerme que no se lo vas a contar a nadie. —Bianca pareció sopesarlo 5 segundos.
—Solo lo sabremos Hana, tu y yo. La única que puede irse de la lengua es ella, pero dudo que alguien la entienda. —A parte del particular lenguaje que suelen tener los bebés, y que solo sus padres entienden, Hana además era muy callada. A veces dudaba de que pudiese hablar, incluso Lorna pensaba que era muda. Bianca decía que su pequeña era selectiva, tanto con lo que quería decir, o a quién se lo decía.
—Esta bien. —Me senté frente a ella. Bianca sentó a Hana en el pequeño parquecito que habíamos habilitado para ella en el laboratorio. Tanto la madre como la hija se pasaban muchas horas aquí metidas, así que esta era como su otra casa, no estaba demás hacerla acogedora y cómoda para la pequeña. Esta vez Hana estaría sola, porque su hermanito Daniel estaba de compras con su abuela Mica, la madre de Santi.
—Soy toda oídos. —Miré hacia la puerta, como si esperase que alguien nos interrumpiese. Lorna no llegaría hasta última hora de la tarde para ayudarme con la limpieza, y Adrik… Bueno, con él había quedado a medio día para ir a buscar mis cosas a casa de mis padres. No es que a una chica le guste que el chico que le gusta curiosee en su habitación, sobre todo en sus cajones, pero lo compensaba el hecho de que sería él el que cargaría con el peso. ¿De qué sirve si no tener un chico fuerte a tu disposición?
—Me estoy mudando al apartamento de Adrik. —¿Han visto el cuadro de El grito de Much? Pues ese era el rostro que se plasmó en la cara de Bianca. Sus ojos y boca estaban casi desencajados. Y además se había quedado muda. Un grito mudo, yo sí que soy un genio consiguiendo cosas imposibles.
—¿Eh? —Sonó algo más parecido a un estertor que una palabra bien modulada, pero yo la entendí, o al menos comprendí el motivo de ello.
—Le he alquilado una habitación para no tener que ir hasta casa de mis padres cada día. Así tengo la cama más cerca y puedo aprovechar mejor el tiempo, nada de perderlo en desplazamientos inútiles. —La boca de Bianca se cerró súbitamente, como si la hubiese golpeado.
—Ah. —No dijo más. ¿Decepcionada con mi explicación? Lo parecía, pero no lo dijo en voz alta.
—Lo que me tenía distraída es… Estaba tratando planificar un acercamiento más íntimo hacia él, porque me gusta, y he decidido lanzarme y arriesgarme a conquistarlo.
—¡Ja!, lo sabía. —Su índice me apuntaba de forma acusadora. Por su forma de mirarme, sabía que ella ya estaba metida en este asunto. No sé si me ayudaría a conseguir mi meta, pero parecía que no iba a estar sola. En la guerra está bien tener aliados, y yo acababa de conseguir una.
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