Grigor
No abrí la boca durante todo el interrogatorio al que me sometieron, hasta que la impaciencia por saber algo sobre Paulina me hizo abandonar mi silencio,
—Quiero a mi abogado. —El inspector que se había hecho cargo del caso me miró con hastío.
—De esta no vas a salir, muchacho. Has matado a una persona. Tenemos testigos y grabaciones de todo lo sucedido. —Levanté la mirada hacia él, para que supiera que no me importaba, nada de lo que me estaba diciendo lo hacía, solo quería noticias sobre Paulina, y ellos no parecían dispuestos a decirme nada al respecto.
—Deje de intimidar a mi cliente, detective. —Levanté la vista para encontrar a Dimitri con cara de pocos amigos, aunque no era precisamente a mí a quién estaba amenazando con la mirada.
—Tienen unos minutos, después le llevaremos a área de detención. —Cuando finalmente nos dejaron solos, me atreví a preguntar.
—¿Cómo está Paulina? —Aquel nombre le confundió. —Es una larga historia. Puede que el resto la conozcáis como Dafne. —Él asintió, se acercó a mí y se sentó en la silla que había arrastrado hasta quedar junto a la mía. Cuando tomó aire antes de contestar supe que
—No han podido hacer nada por ella. —La esperanza mantenía los pedazos de mi corazón no demasiado lejos uno del otro, rotos sí, pero cerca, esperando el momento en que volver a unirse. Aquella noticia, envió cada uno de ellos a millones de kilómetros de distancia unos de otros.
Si alguien me pregunta ahora cuando fue la última vez que lloré, no tengo ninguna duda, fue esa. Ni siquiera la rabia, el dolor, nada ha conseguido que mis lacrimales volviesen a funcionar, se secaron ese día.
—Fue mi culpa. Si yo no la hubiese seguido, si no la hubiese obligado a detenerse, ellos… ellos no la habrían alcanzado. —Dimitri me aferró de la nuca para obligarme a mirarle, a salir de ese lugar en el que me estaba metiendo.
—No te vuelvas un estúpido ahora, Grigor. Utiliza esa cabeza tuya. Esa gente sabía perfectamente dónde estaba, tarde o temprano la habrían alcanzado. Puede que tardarían unas horas más, tal vez días, pero el resultado hubiese sido el mismo. —Él no conocía toda la historia.
—Paulina se enfrentó a ellos por mí, les plantó cara para defenderme.
—Ella conocía perfectamente las consecuencias y los riesgos de hacerlo. —Un fogonazo de lucidez me golpeó.
—Ella sabía que iba a morir, y aun así lo hizo. Cambió su vida por la mía. —A ella le importaba lo suficiente como para hacer ese supremo sacrificio. ¿Quién está dispuesto a arriesgar su propia vida? Un loco, o el que cree que salva a la persona que ama. Ella nunca me dijo “te quiero”, pero me lo había demostrado de una manera que no dejaba dudas.
—Y tú has hecho justicia, Grigor. Acabaste con su asesina. —Sí, yo había matado a esa víbora, pero no era suficiente.
—No, todavía queda el otro. —El tipo tenía toda la intención de hacer el trabajo, lo sabía. Tan solo la víbora se le adelantó. Y para mí, eso significaba que él era tan culpable como ella.
—Presta atención a lo que te voy a decir, Grigor. Ahora lo que importa es que tu salgas de esta. El otro tipo tendrá que esperar. —Aquello no me gustó, pero lo entendía.
—Enciérralo en la misma prisión que esté yo, y me encargaré de él. —Tenía muy claro que yo iba a pagar por lo que había hecho, pero no me importaría cargar con más peso a la espalda.
—No, Grigor. El importante eres tú. Ese tipo pagará, no te quepa duda, pero las prioridades son las que son.
—Prométeme que no va a escapar. —Dimitri me sonrió.
—Está metido en todo esto, para la familia ya está marcado. —Y esas eran las palabras que me dieron fuerza para luchar, el saber que aún tenía algo pendiente que hacer, algo que me esperaría cuando saliese de mi celda.
—¿Y ahora? —Dimitri se relajó en su silla, como si en este nuevo tema se sintiese más a gusto. ¿Mejores perspectivas?
—He hablado con el tío Andrey, ya está en camino hacia aquí para hacerse cargo de tu defensa. El derecho penal es lo suyo. —No podía estar en mejores manos.
El abuelo Yuri decía que si no controlabas un tema, era mejor dejárselo a los que sí sabían de ello. Eso sí, nunca dejes tu vida en manos de un abogado, porque peleará por SU dinero, no por ti ni tu causa. Pero la familia es otra cosa, la familia se defiende, se cubre las espaldas. Así que aparté todo el asunto legal de mi cabeza, porque sabía que el que tenía que pensar en todo ello, ya lo estaba haciendo.
—¿Se sabe por qué la perseguían? —Noté el extraño gesto que Dimitri trató de esconder.
—Todavía no tengo todos los datos, pero Viktor sabe algo, y puedo asegurarte que es algo peligroso.
—¿Cómo de peligroso? —Dimitri sabía algo, pero algo le impedía decírmelo. Deslizó la mirada un segundo hacia ese espejo tras el que todo el mundo sabe que hay cámaras para grabar lo que ocurre en los interrogatorios. Legalmente no podían hacerlo durante una conversación privada abogado cliente, pero otra cosa es que lo hicieran. Podían acusarnos de muchas, pero no de ingenuos.
—Centrémonos en lo tuyo.
Casi como si estuviesen escuchando, y no descarto que fuese así, un agente apareció por la puerta.
—Se acabó su tiempo abogado.
Me llevaron de nuevo a mi celda. Otra vez solo, pero la forma de mirarme del oficial me decía que pronto no iba a estar tan cómodo. Se que Primm no es Las Vegas, pero me niego a creer que el mío fuese el peor caso con el que se habían topado. Hoy en día, en un país en el que llevar un arma encima está permitido, cualquiera puede apretar el gatillo y matar a otra persona. Mi crimen, aunque recriminable, no era algo nuevo. ¿Por qué entonces tanto odio? ¿Tal vez porque me veían como alguien de la gran ciudad que viene a esparcir su depravación en su tranquila localidad? ¿Porque sabían que mi familia era importante? ¿Por qué soy demasiado joven como para manejar un arma con la soltura de todo un profesional?
Algo no me encajó, cuando me llevaron a un centro de reclusión preventivo, de esos donde esperan los delincuentes a que el juez valore su caso por primera vez. No me llevaron a un centro de menores, lo hicieron a uno de adultos, con los presos comunes. Sí, me mantuvieron aislado, pero definitivamente el trato y el ambiente no es el mismo.
El día de esa vista preliminar, acudí con mi uniforme carcelario de color naranja, y no pude ver a mi abogado hasta que estuve en el juzgado. Allí, la cara de Andrey ya me dijo mucho. Y cuando abrió la boca, no hizo otra cosa que confirmar lo que sospechaba.
—El juez Robertson nos va a complicar la existencia.
—¿Qué crees que va a ocurrir? —Si me preparaba para la caída, el golpe no sería tan fuerte.
—No es lo que creo, es lo que temo.
—¿A qué te refieres?
—Una cosa es conocer las inclinaciones de un juez, su forma de interpretar la ley. Así puedes especular sobre el resultado, aplicar estrategias de cómo abordar el caso. Y otra muy distinta descubrir filtraciones sobre las medidas que va a adoptar, antes si quiera de escuchar a los abogados. —Alguien inteligente como yo entendía lo que significaba eso.
—Ya ha tomado una decisión sobre mi caso. O está condicionado o lo han coaccionado. —Y pueden parecer palabras iguales, pero no lo eran. Una persona coaccionada, hará lo que le han dicho, sin tener en cuenta los factores. Alguien condicionado, es alguien que actúa de una manera determinada por que alguien le ha motivado de alguna manera a ello, bien puede ser por una ideología, dinero, o algún tipo de objetivo o premio que tenga en su mente alcanzar. En ese último caso, yo sería el medio para conseguirlo. ¿Cuál sería ese premio? ¿Saben que los jueces se eligen, verdad? Cuando la política, el poder, se mete de por medio, todo lo demás deja de importar, incluso la justicia o la verdad.
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