Grigor
No es que las chicas sean para mí un terreno desconocido, tengo amigas, y he salido con alguna que otra, pero esta chica… Era guapa, agradable… Y de alguna manera, sentía que teníamos algo más en común, quizás fuera el hecho de que los dos nos movíamos en un mundo de adultos. Me había fijado, y ella era con diferencia la más joven de toda la plantilla del restaurante, y este no era como esos sitios de comida rápida, donde algunos chicos de 16 podían conseguir su primer trabajo. Este era un restaurante de lujo, se necesitaba algo más que ganas de trabajar para estar allí, había que pasar un listón medianamente alto. Y eso me intrigaba.
El porqué ella había aceptado mi proposición todavía me tenía sorprendido, no solo porque a todas luces ella alguien a quién no aspiraría a llegar un chaval de 17, sino que la había cagado bien. Invitarla a comer un bocadillo, y encima con otro adolescente. Mi oferta hacía aguas por todas partes. Pero bueno, lo había conseguido, aunque creo que fue más por mi apellido que por mí mismo. Quizás solo consiguiera con ella esta primera cita, en cuanto viese que yo no era un niño rico como los otros que debían pasar por allí, seguramente acabaría con todas mis opciones en el cubo de la basura.
Aunque, por otro lado, si después de mostrarle todo ella seguía conmigo, tendría que pensar que realmente buscaba algo más que una cita. Mi apellido suele causar ese efecto, lo aprendí hace mucho tiempo. Seguramente por eso mi mejor amigo sea Sokol, no solo por la afinidad que había entre nosotros, sino porque estaba completamente seguro de que a él mi apellido le daba igual.
—Bien, salgamos de aquí, tengo hambre. —Es lo que dijo Sokol nada más verme con la bolsa en la mano.
—Pues vas a tener que esperar. —Aquello no le gustó.
—¿Por qué? Llevo soñando con ese bocadillo desde que el tío Viktor nos habló de él. —Más bien nos hizo una recomendación que yo enseguida tomé, porque quería volver a ver a la chica. Dafne, era un nombre bonito, y le pegaba, porque con aquel aspecto podía imaginármela correteando por el bosque como toda una ninfa.
—Porque tenemos una invitada, y sería descortés empezar sin ella. —Esa noticia le gustó e intrigó a partes iguales.
—¿Invitada? No teníamos esos planes antes de que entrases ahí, ¿A quién has conocido?
—Dafne. —Sabía lo que había en su cabeza cuando sonrió.
—Mmmm, Dafne. Me gusta como suena. Pero me gustaría más si se trajese a una amiga. ¿Es el caso?
—No, y antes de que digas nada de compartir, es solo para mí. —le advertí.
—Eres un egoísta. —Pero por su sonrisa traviesa sabía que no se había enfadado. Este idiota quería ver como yo la fastidiaba con la chica, para después aprender de mis errores y él hacer su jugada. Y si no era así, al menos se alegraría por mí.
—Te lo recordaré la próxima vez que pidamos pizza de Mario´s. —¡Oh, sí!, sus cejas se alzaron alerta. Con la pizza de Mario´s Sokol no bromeaba. El último trozo siempre caía en su plato.
Estuvimos algunos minutos conversando entre bromas, hasta que su vista se quedó estática frente a nosotros. Aquello me llamó la atención lo suficiente como para seguirla. Entonces entendí qué era lo que lo había atrapado de aquella manera.
—No me digas que es ella porque te odiaré. —Dafne caminaba hacia nosotros con su pulcro uniforme del restaurante, con una mochila sobre su hombro derecho. Su sonrisa llegaba hacia nosotros para derretir los huesos de un hombre. No quiero decir que hubiese nada sexual en ella, era… solo perfecta.
—Ódiame, yo la vi primero. —Me puse en pie para recibirla. Mamá siempre dice que la educación abre puertas en todas partes.
—Hola. ¿Lista? —Sus ojos fueron directos hacia la bolsa que todavía sostenía en mi mano.
—¿Mi bocadillo está ahí dentro? —Sabía lo que estaba pensando, ¿una bolsa, no dos?
—Soy un chico comprometido con el medio ambiente. En la misma bolsa cabía un bocadillo más. —Eso la hizo sonreír.
—De acuerdo. Pues busquemos un buen sitio para comer, estoy muerta de hambre. —Mi estómago le dio la razón. Y supongo que el rugido que escuché a mi lado era Sokol uniéndose.
Nos sentamos en el exterior del Crystals, el único sitio con algo de vegetación y la suficiente paz para que la comida fuese tranquila y agradable, aunque tuviésemos que sentarnos en la barandilla que lo delimitaba todo. No es que estuviese permitido, pero sabía que, aunque nos sorprendiese con las cámaras de vigilancia, el equipo de seguridad no vendría a tocarnos las narices. Para este tipo de cosas sí que venía bien apellidarse Vasiliev, y que tu madre estuviese en la central de control. ¡Oh, mierda! Seguro que tendría un pequeño interrogatorio al llegar a casa. Tendría que pensar en una buena excusa para llegar tarde y pillarles a todos dormidos.
—¡Mierda! —No es que las chicas no puedan decir tacos, pero escucharlo de su boca hizo que la imagen de ninfa se desvaneciese.
—¿Qué sucede? —No tenía ni que haberlo preguntado. La pobre chica estaba rebuscando en la bolsa para sacar una servilleta desechable con la que limpiar el lamparón que había caído en su uniforme.
—Tenía que haberme cambiado de ropa. —Se lamentó. Se quitó el chaleco para limpiarlo mejor con un poco de agua. La camisa entallada resaltaba sus pechos, haciendo imposible que apartara mis ojos de ellos. ¿Ninfa? Dafne era una tentadora sirena.
—Supongo que no lo hiciste para salir antes. —Me aventuré a decir.
—A veces mi estómago toma el control. Es un mal defecto, lo sé. — No podía reprocharle nada, y Sokol mucho menos, en ese aspecto nos parecíamos a ella.
—Te entiendo. —dijo Sokol. Pasó un breve instante de silencio mientras comíamos, que rompió Dafne.
—Tengo que preguntarlo. ¿El señor Vasiliev y tu…? ¿Es tu padre? —Casi me atraganto con el agua que estaba bebiendo.
—¿Viktor? No, es mi tío, nuestro tío. —Señalé con el dedo a mi primo y a mí.
—¿Tú también eres Vasiliev? —Él sonrió mientras negaba con la cabeza.
—Sokolov. Soy un Vasiliev lejano.
—Ah. Entonces él y vosotros no…
—Somos familia, pero de la parte menos importante. —Aclaró Sokol. Aquello pareció gustarle, así que no iba a decirle de momento de quién yo era hijo. —Mi madre es la dueña de la peluquería para niños del lado este, Estrellita, no sé si te suena. —Dafne pareció buscar en su memoria.
—¿Es la peluquería que está frente a la cafetería de las palmeras? —Sí, la había ubicado. Estaba muy bien pensada su situación, porque las mamás podían vigilar como iba el corte de pelo de sus hijos mientras tomaban un café.
—Esa misma. —le confirmó Sokol orgulloso.
—Ah, pues he oído buenas cosas sobre ella. Los clientes salen muy contentos. —Sokol sonrió orgulloso, su madre es su debilidad.
—¿Quieres que te acerquemos a casa para cambiarte? —me ofrecí.
—No, gracias. Voy a hacerlo en uno de los baños de la planta inferior. —Verla coger su mochila puso todas mis alarmas a sonar.
—¿Ya quieres terminar la cita? —¿Por qué lo pregunté? Y además con ese tono de niño dolido.
—No, es que no quiero arriesgarme a manchar nada más.
—Ah. —¿Soné muy aliviado?
—Además, todavía nos queda el postre. —Ella me guiñó el ojo antes de empezar a andar de regreso al centro comercial. —Ve pensando con qué me vas a sorprender.
Y sí, ya tenía pensado como iba a poner el broche de oro a una inusual invitación a comer. Si quería triunfar, nada como un helado, y sabía exactamente dónde hacían el mejor. Pero…
—Sokol, vas a tener que regresar a la palestra. —El reloj no mentía, y decía que apenas teníamos media hora para regresar. Él puso los ojos en blanco, pero no se negó. Sus pies tocaron el suelo dispuesto a cumplir con su deber.
—Tenemos que pensar seriamente en contratar a alguien. No podemos depender de tu padre para cubrirnos cuando tenemos que irnos los dos de allí.
—Vale, lo hablaremos. —Y así es como conseguí tener la tarde libre para pasarla con una chica. Iba a costarme una pizza extra de queso de Mario´s, pero merecía la pena hacer la cola.
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