Sentí una ligera sacudida en mi hombro, y al abrir mis ojos, encontré la sonrisa de Evan. Es lo que tenía el coche y el ir relajada, que el sueño se cebaba conmigo. Mi madre siempre decía que era capaz de quedarme dormida de pie, y yo no podía quitarle la razón. Cuando vi el teléfono que me estaba tendiendo Evan, lo primero que pensé era que quería hablar con mi madre, escuchar su voz.
—Tenemos un tramo con buena cobertura. –
—¿Puedo llamar a casa? –
—Adelante. – estaba a punto de marcar el teléfono de casa de mis padres, cuando recordé que en ese momento estaba en otro país, así que rebusqué en mi memoria el prefijo internacional, marqué el larguísimo número, y esperé.
—¿Diga? – aquella voz, la había echado tanto de menos.
—¿Mamá? –
—¿Viky?, ¡oh, por Dios!, ¿Viky, eres tú? – mis lágrimas empezaron a correr imparables por mis mejillas.
—Sí, mamá, soy yo. –
—O cariño, ¿dónde estás? Desapareciste hace una semana. –
—Yo… – había preparado la respuesta en mi cabeza, pero se sentía tan mal mentir a mi madre… pero tenía que recordar que era por su bien, por su seguridad. – Me secuestraron mamá, pero ahora estoy libre. –
—¡Oh, Dios mío! ¿Estás bien? – podía sentir la angustia de su voz, haciendo que mi estómago se hiciese una pelota de piedra.
—Ahora sí, mamá, ahora sí. –
—¿Dónde estás?, ¿podemos ir a buscarte? –
—Estoy en Turquía, mamá. Pronto iré a casa, no te preocupes. –
—¿Turquía? ¡Oh, Dios mío!, Jaime, a nuestra niña se la han llevado a Turquía. – escuché a mi padre llamándome desde lo lejos, pero mamá no soltaría el teléfono, casi podía verla como si estuviese allí mismo.
—Mamá, volveré a llamaros, ahora tengo que dejaros. –
—Pero Viky, estamos preocupados …- no la dejé terminar.
—Mamá, lo prometo, llamaré de nuevo pronto. –
—De acuerdo, cariño. –
—Os quiero. –
—Y nosotros a ti. – no quería, de verdad que no quería, pero había visto las suficientes películas para saber que los malos siempre escuchaban. Unos minutos, y te localizaban, y cualquier pista que les diera, ellos la pillarían al vuelo. No podía decirle dónde estaba, no podía decirles hacia donde iba, no podía decirles cual iba a ser nuestro siguiente movimiento.
—Volveré a llamar, mamá. –
—Esperaremos tu llamada, cariño. – y colgué. Giré mi cabeza hacia Evan, para encontrar su acogedora mirada. Creo que podía sentir lo que estaba doliéndome todo aquello.
—Ven aquí. – No, no cogió mi teléfono, a quién tomó fue a mí. Su brazo me envolvió para acercarme a su firme cuerpo, y luego enjaularme con su otra extremidad. Pero no estaba prisionera, sino protegida. Era, como si de alguna manera, él quisiera protegerme de aquel dolor, aquel sufrimiento.
—Les echo de menos. – sentí su suave beso sobre mi cabeza.
—Lo sé. Pronto estarás con ellos. – Qué fácil era decir eso. Estaba a miles de kilómetros de casa, y aún tenía la sombra de Dieter sobre mí. Entonces, como si mi memoria quisiese avisarme, recordé algo. Alcé la mirada para encontrar el rostro de Evan.
—¿Y los otros? – al principio, al ver el ceño arrugado de Evan supuse que no sabía a qué me refería, pero me equivoqué.
—Cuando me lo comentaste me hizo pensar en que no solo Agneta te quería, y luego, cuando Dieter descubrió su juego, pensé que tal vez habíamos dado con ellos. –
—¿Pero, por qué sabotearse a sí mismo? Es decir, eran los hombres de su propia hija los que me tenían. –
—Tal vez por el mismo hecho que acabó comprándolos él directamente, para hacerse con el control. Quién sabe. No pienso ir a preguntarle. – sí, en eso tenía razón, yo tampoco iría a hacerlo.
—Entonces, no hay nadie más. – sentencié, aunque…
—Yo no suelo dar las cosas por sentadas, quiero pruebas. Y en este caso…-
—Solo son suposiciones. – terminé por él.
—Eso es. –
—Podíamos preguntarle al oráculo. – interrumpió Argus desde la parte delantera del vehículo. Miré a Evan buscando su respuesta.
—Lo primero es devolver a Viky a su familia, lo otro podemos hacerlo después. Además, no creo que la embajada vea normal que una secuestrada decida hacer turismo en Grecia nada más recuperar su libertad, en vez de regresar a casa. – ¡señor!, cuando Evan se ponía todo lógico, era como Spok de Star Trek, y ahora sí que le podía ver el sex-appeal a eso, como decía mi prima Isabel. Según ella, el último Spok cinematográfico era bien sexy. Puestos a escoger, yo me quedaba con Evan, mi “ojos azules”. Y hablando de ojos azules…
—Tenemos que hacer una parada antes de llegar a ciudad. –
—¿Necesitas ir al baño ahora? – preguntó Evan.
—No precisamente, aunque ahora que lo dices… Bueno, lo que quería decir es que tenemos que hacer una prueba para ver si… si todavía sigo funcionando. – bonita manera de decir que quería saber si todavía tenía magia dentro de mí. Bueno, podía sentirla, pero… si mis ojos habían vuelto a ser color avellana, eso podría significar que ya no podía canalizarla.
—Tienes razón. No podemos presentarnos allí sin al menos comprobar si tus ojos volverán a cambiar. – Evan sí que sabía entenderme.
—Hay un pequeño manantial no muy lejos, solo tenemos que tomar la siguiente desviación. -Indicó Argus mientras consultaba el mapa de su Iphone.
—¿Quieres hacerlo ahora? – me consultó Evan.
—Si. – le aseguré.
—De acuerdo. Arión, llévanos allí. – el aludido asintió sin apartar los ojos de la carretera, y dejó que Argus le diera las instrucciones.
El manantial resultó ser una de esas tuberías clavadas en una pared, que llenan un abrevadero de animales. En otras circunstancias, no me habría arriesgado ni a meter la mano ahí, a saber cuántos gérmenes o bacterias anidaban allí. Pero confiaba en que no nos harían daño, no sólo por el rústico cartel de agua potable, sino por el hecho de que, siendo agua, nunca podría llevar algo dañino para la vida si yo la ¿cómo sería la palabra?, ¿bendecía?, si, esa podría servir. Así que allí estábamos los 6; Evan, Argus, Arión, Eryx, Angell y yo. Metí los dedos en la pila de agua, cerré mis ojos y volví a intentar conectar con el líquido. Respiré profundamente, concentrándome en tan importante misión, con algo de miedo de no poder conseguirlo.
—Tranquila. – escuché la sosegada voz de Evan frente a mí. Sí, era fácil decirlo, él no tenía la responsabilidad de no fallar. Volví a tomar aire profundamente, y dejé que mis dedos restablecieran la conexión. Y ahí estaba, esa sensación de que el agua me refrescaba, ascendiendo desde el lugar en que conectaba con la superficie, deslizándose por mi piel brazo arriba.
—Aún sigo sin poder creerlo. – abrí los ojos para encontrar el rostro de Argus concentrado en lo que sucedía entre mis dedos. Miré hacia allí, para encontrar ese reguero de agua trepando por mi mano como si se tratase de una enredadera. Pero aún más importante, podía sentir la energía revitalizadora alejar todo el cansancio de mi cuerpo. Era como si mi pila energética se fuese recargando sola.
—Tus ojos. – me advirtió Evan . – son azules otra vez. – ¿Podía ser eso?, ¿cómo el chivato ese que llevan algunas pilas, que te dije si están vacías o llenas? Estoy a tope; azules, necesito una recarga; marrones. Aparté mis dedos del agua, sintiéndome bien. Aliviada de haber recuperado mi magia, mi poder. – Viky. – volví mi atención hacia Evan.
—¿Qué? –
—Tus ojos, son otra vez marrones. – y aquello me desconcertó y después asustó. ¿Quería decir eso que solo tendría mi poder si estaba en contacto directo con el agua? ¿Era aquello lo que había sucedido en la gruta? Toco el agua, tengo mi poder, pierdo el contacto, el poder se va a la mierda. ¿Y si Dieter volvía a acorralarme y no podía alcanzar un caudal de agua? ¿estaría indefensa? ¿ya no podría protegernos?
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