Adrik
Desde el primer día que retomó el trabajo en el laboratorio, supe que esta vez iba a ser distinto. Lorna ya no estaba a su lado por las mañanas, así que llamar la atención de Avalon era algo complicado. El primer día estuve golpeando al otro lado del cristal por 15 minutos, tratando de que ella se diese cuenta de que su yogur con frutas y yo estábamos allí. Pero nada. Estaba tan absorta en el trabajo, que era imposible que percibiese lo que ocurría a su alrededor. Incluso la llamé por teléfono, pero ni se enteró.
Repetí el mismo proceso durante 4 días, pero desistí, más que nada porque me sentía patético. Yo, el gran Adrik Vasiliev, azote de las féminas, reducido a un enamorado ignorado.
Pero lo que más me cabreaba era el toca pelotas de Martin. No solo seguía haciéndose el encontradizo, sino que parecía no perder detalle de lo que ya no incluía mi pedido en la cafetería del edificio de estacionamientos. Al muy pegajoso no le había pasado desapercibido el que ya no incluía dos raciones de yogur con fruta. Lo que me hizo pensar ¿cómo sabía él lo que había en mi bolsa? Solo había una explicación, y es que alguien que sabía o había visto lo que había dentro, se lo había contado. Mis opciones se reducían a las personas de la cocina y a la camarera que me lo cobraba.
Después de darle vuelta al asunto, decidí que yo también sabía como jugar a eso, así que me hice el simpático con la chica que me atendía. Quiero decir, que me convertí en una persona mucho más extrovertida con ella. Así es como averigüé que, efectivamente, Martin había estado sondeando sobre mí, aunque yo no era el único en el que había centrado su interés.
La investigación digital a la que le sometimos no arrojó gran cosa. Era un tipo que había trabajado de vigilante para varias empresas, y no debía ser demasiado bueno, o no se sentía muy a gusto en ellas, porque apenas duraba uno o dos años como mucho en ellas. Y eso podía ser por varias razones, o no servía para este trabajo y enseguida lo despedían, o era un culo inquieto. La opción que quedaba me gustaba aún menos, y era que fuese uno de esos topos que se dedican a conseguir información comprometida sobre la seguridad de los edificios que custodian, ya se sabe, en plan bandas de ladrones y esas cosas. Si era así, el tipo había cubierto muy bien sus huellas. Además, no había denuncias de robos en las empresas para las que trababa, o las que protegía su empresa de turno.
Estaba apretando la última tuerca del anclaje del nuevo sensor que estaba instalando, cuando me dio por pensar en esa última posibilidad. Si era el topo de una banda de ladrones… Pero ¿quién estaría tan loco como para robar al mismísimo Alex Bowman? Y además en un edificio tan bien protegido. Hasta los ladrones de poca monta sabían que Alex tenía negocios oscuros, muy al margen de la ley. ¿Y si era precisamente eso? Si le robaban a Alex, no sería precisamente a la policía a quién llamaría. ¿Habría otras personas en su misma situación? Saqué el teléfono e hice una llamada. Como esperaba, antes del tercer toque contestaron.
—Dime. —Alex era igual de directo que mi padre.
—¿Conoces a toda la gente oscura de la ciudad?
—¿Qué quieres decir?
—No tienes el monopolio de los asuntos turbios de Chicago. Seguro que hay muchas ratas gordas que se mueven por la ciudad.
—Las hay, y conozco sus nombres.
—¿Y sabes dónde viven y tienen sus negocios?
—¿Dónde quieres llegar?
—No encontré denuncias de robos o asaltos relacionados con las empresas de seguridad en donde trabajó anteriormente Martin. Pero, ¿y si los hubo, pero lo que no hay son denuncias? ¿Quién no denunciaría un robo?
—Ahora sí que he captado la idea.
—Podemos cotejar las empresas en las que trabajó Martin y los lugares que protegía, con los domicilios o empresas con negocios sensibles en esas localizaciones. Si encontramos más de una coincidencia… —Para mí era evidente.
—Puedo poner a algunos de mis hombres a investigar posibles rumores al respecto.
—Eso sería estupendo.
—Y hablando de rumores, hace mucho que no te pasas por la torre. —Como decía, la seguridad del edificio era extraordinaria, y a Alex le gustaba tenerlo todo controlado.
—Digamos que ya no tengo con quien tomar el tentempié de media mañana.
—¿Avalon te ha echado?
—Más que ella ha sido su trabajo, ya la conoces. Cuando algo la atrapa, el resto del mundo deja de existir.
—No es que eso me desagrade, pero tampoco me encanta. Es demasiado joven para perderse la vida. Ahora es cuando tiene que disfrutar.
—Me parece que tu concepto de diversión, y el suyo, van por caminos diferentes.
—Y menos mal que es así. —Escuché su carcajada después de decir eso. —No quisiera que se metiese ni en la cuarta parte de los líos en que me metí yo a su edad.
—Para beneficio de tu salud. —Y de la mía.
—Y la de todos nosotros.
—Mañana me pasaré por tu despacho a ver lo que tienes.
—Sobre todo en mi escondite secreto. —Eso me hizo sonreír, porque recordaba la vez en que Avalon y yo lo asaltamos.
—Espero encontrar algo.
—Haré un pedido especial para ti.
—Es un detalle.
—Es lo menos que puedo hacer, quid pro quo.
Avalon
Era muy tarde. La noche hacía tiempo que cubierto todo en el exterior. Desde lo alto de mi torre parecía como si solo estuviese yo en mitad de aquella negrura. Si quería ver algún rastro de civilización, tenía que acercarme a la ventana y mirar las luces de la calle. Ni siquiera el rótulo del taller de Josh y Adrik estaba encendido. Seguramente ellos llevarían tiempo metidos en su cama, durmiendo. Justo lo que tenía que estar haciendo yo en ese momento. Pero había querido repasar los últimos cultivos, y eso me había llevado más tiempo del que pensaba.
Abrí la boca con un largo bostezo. Daría lo que fuera por no tener que ir hasta mi casa, poder bajar el ascensor y meterme en la cama. ¿Sería demasiado tarde para pedirle a mi hermano que me prestase su habitación de invitados? Para días como este, me vendría estupendamente un lugar al que poder ir que estuviese cerca.
Algo llamó mi atención allí abajo. Había luz en la plataforma del helipuerto, y algo, un vehículo pequeño, se acercaba para bajar en ella. Por sus pequeñas luces parpadeantes, no podía ser otra cosa que un dron, y por la forma… Lo había visto venir hasta allí otras veces, era el servicio a domicilio de El Fogón, el restaurante de Santi. Si alguien esperaba su cena… Me mordí el labio inferior, mientras mi boca se hacía agua con las delicias que podían llegar en ese envío. Mi estómago gruño. Sí, tenía hambre, no podía negarlo.
Una figura salió a recoger el paquete, y después el dron elevó el vuelo para desaparecer. Pero la persona que estaba allí abajo parecía no tener prisa por irse, parecía estar observando… ¿A mí? Imposible, a esta distancia… Porras, cualquiera de los que vivían en aquel edificio sabía que esta luz encendida pertenecía a mi laboratorio.
Mi teléfono empezó a sonar. En cuanto vi el nombre de Adrik en l apantalla empecé a sonreír.
—¿Qué haces todavía ahí arriba? —¿Sabía que lo estaba observando?
—Pensar en si sería buena idea pedir asilo en tu casa esta noche. —Él tenía comida y seguramente una habitación de invitados libre.
—¿Hospedaje completo? —Él sí que sabía lo que había en mi cabeza.
—Tengo hambre y estoy demasiado cansada. —Traté de poner un tono suplicante.
—De acuerdo, pero si tardas mucho en bajar empezaré a comer sin ti, y ya sabes que soy rápido. —Daba gusto convencer así a la gente.
—Dame 5 minutos, lo que tardo en apagar los equipos y en llegar a tu apartamento. —Con Adrik y la comida no se podía bromear, bueno, con Owen tampoco, ni con mi padre, ni… ¿Por qué todos los hombres que conocía tenían un apetito tan grande? Menos Santi, pero es que él era de los que prefería calidad que cantidad, no es que esté diciendo que Adrik comiese cualquier cosa, es que… ¡Ahg!, deja de dar vueltas y céntrate.
Apagué todo el equipamiento, las luces, pasé por las puertas estancas, recogí mis cosas y justo cuando estaba a punto de llamar al ascensor, sus puertas se abrieron para mostrarme la sonrisa de Adrik.
—He venido a recogerte, por si acaso te quedabas dormida por el camino. —¿Otra vez con eso? Vale, me llevó en brazos tres veces.
—Que gracioso. —Se hizo a un lado para dejarme espacio en el ascensor.
—Le he mandado un mensaje a tu padre, diciéndole que te quedas en mi habitación de invitados. —Alcé una ceja inquisitiva hacia él.
—No soy una niña.
—Precisamente por eso. No quiero que tu padre se presente en mi casa a media noche para cortarme las pelotas. —Solté una carcajada. Sí, tenía razón, mi padre podría hacer precisamente eso. Peor algo me hizo sentir triste, y era el hecho de que Adrik considerase una broma el que pasásemos la noche juntos. Era una constatación de que mis sueños estaban lejos de cumplirse, muy lejos.
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