Paulina
No, no, no. No podía ser él. ¿Por qué? Pero era demasiado tarde para negar la evidencia, solo tenía una salida, y era convencerle de que me dejara ir. Era por su seguridad, tenía que hacerlo. Así que cogí el arma que estaba en mi bolso, la metí en la parte trasera de mis pantalones y bajé del coche. Aunque tuviese que amenazarle, tenía que alejarlo de mí. Esto lo hacía por él, por todo ellos.
—No tenías que estar aquí. —le acusé.
—¿Creías que no iba a venir? —Mala idea la de llevarme su coche, seguramente tenía algún tipo de localizador por si se lo robaban. Pero era demasiado tarde para corregir ese error.
—Vale, quédate con tu coche, pero deja que me vaya. —El chico bueno que sabía que era no me forzaría, me daría el espacio que necesitaba.
—De eso nada, no estoy aquí por el coche, estoy aquí por ti. —Miré detrás de él, donde Sokol estaba esperando fuera del coche, atento a la conversación, pero manteniéndose a parte, como si este fuese un asunto en el que no debía intervenir.
—Por favor, Grigor. —supliqué. Él se acercó a mí, pero no se atrevió a tocarme, ni si quiera a invadir mi espacio personal, no quería que me sintiese forzada, pero tampoco me dejaba ninguna salida.
—¿Por qué Dafne? —Sus ojos me decían que aquella pregunta era muy amplia, y que quería la respuesta completa. Pero no podía dársela, no tenía tiempo, y tampoco era seguro que lo supiera.
—Si me quedo contigo estarás en peligro, todos lo estaréis. —Miré a Sokol, para que entendiera que era un asunto que abarcaba a toda la familia.
—Podemos ayudarte, Dafne. Mi familia puede, deja que lo hagamos. —Se acercó a mí, intentando tomar mis manos, pero no podía caer en una trampa como aquella. Reculé un par de pasos para alejarme de él, alejándome del coche inutilizado que creaba un muro que no me dejaría huir si fuese necesario. Todo lo que necesitaba para escapar estaba ahí: mi documentación, mi dinero… todo lo que me llevaría lejos. Pero nada importaba si él no me dejaba ir.
—No lo entiendes, Grigor. Yo… yo no soy quién crees. —Mis palabras le confundieron.
—Entonces dímelo. —como si fuese tan sencillo. Pero si aun así se lo decía, eso no quería decir ni que me creyese, ni que entonces confiase en mí lo suficiente como para dejar que em fuera.
—No me llamo Dafne, no soy camarera y no…no puedo. —No podía decirle lo que era en realidad, un espía enviado por una persona poderosa, que además había decidido matarlos a todos. Y yo debía obedecer, era para lo que em habían entrenado. Y me preguntaría por qué, pero esa respuesta no podría dársela, porque ni yo misma la sabía. Era un soldado, solo obedecía órdenes, o al menos lo había hecho hasta ese momento.
—Pues dime lo que sí que puedas. Dame algo Dafne. —Odiaba ese nombre, porque a ella era a la que él quería, porque era el personaje que yo había creado para él, la única que merecía ser salvada. Yo no era ella, no merecía nada.
—Paulina, me llamo Paulina Blahnik, y mis órdenes son mataros a todos. —Aquella confesión lo dejó paralizado.
—¿Qué? —Aproveché esa vacilación, para regresar al coche, aunque por la otra puerta, para recuperar mi mochila y salir de allí.
—Regresa con tu tío Viktor, él sabrá cómo protegeros.
—¿De qué estás hablando?
—Deja que me vaya Grigor, necesitáis ese tiempo para poner a la familia a salvo. Déjame al menos darte eso. —Él se lanzó a por mí para impedir que siguiera con mi plan, realmente estaba empeñado en no dejarme ir.
—No voy a dejar que te vayas Dafne, Paulina, me da igual como te llames. Si necesitas mi ayuda, la de la familia, vamos a dártela. Nadie va a hacerte daño, a ninguno de nosotros, no se lo vamos a permitir. —Deseaba creerle, quizás por eso dejé de lado mi mochila y lo miré, pero las luces de un vehículo que se acercaba rápidamente por la calle de salida me dijo que mi tiempo se había acabado. No sabía cómo me habían encontrado, pero estaba segura de que eran ellos.
—Demasiado tarde. —Saqué el arma de detrás de mi espalda, pero la mantuve oculta detrás de mí mientras caminaba hacia ellos, tratando de ponerme entre Grigor y ellos. Yo era la única que podía darles el tiempo que necesitaban para ponerse a salvo, y aunque fuesen solo unos minutos, eso podría significar que podrían ponerse a salvo. —Coged vuestro coche y salid de aquí.
—No voy a ir a ninguna parte. —Ese no era el Grigor que conocía, él no era tan terco. ¿no entendía que solo quería ponerlo a salvo? Solo había una opción, y era alejarlo de mí de la manera que fuera.
—¡Lárgate de aquí!, no te necesito.
El coche finalmente nos alcanzó, y de él bajaron las dos personas que esperaba, bueno, al menos una de ellas. Madre no solía estar presente en los operativos, apenas se dejaba ver. Que ella estuviese aquí casi acaba con mi determinación, porque eso significaba que el asunto iba a terminar mal. pero en vez de aceptar el destino que sabía iba a tocarme, alcé la cabeza y me enfrenté a él. Si quería llegar hasta los chicos, si quería hacer daño a Grigor, tendría que pasar por encima de mí. Seguramente eso me costaría la vida, pero ya había asumido hacía tiempo que eso iba a ser así. Morir por la única persona que me importaba en aquel momento, me parecía un intercambio justo.
Al igual que los lobos, se acercaron hacia nosotros con paso calmado pero decidido, estudiando la situación y analizando cada detalle para usarlo en su propio beneficio. Eso me lo enseñó Ivan.
—Tenías unas órdenes, vorobey, y no las estás cumpliendo. —La voz de madre sonó dura, aunque carente de emoción.
—No te acerques más, ninguno de los dos. —Dejé que el arma se deslizara al costado de mi muslo para que viesen que mi amenaza iba en serio. Ellos se detuvieron, analizando ese nuevo obstáculo. Sabía que Grigor estaba detrás de mí, no demasiado lejos, esperando a ver qué ocurría, porque por nuestra conversación no descubriría nada. Sí, mucho apellido Vasiliev, pero dudo mucho que hablaran ruso como lo estábamos haciendo nosotros en aquel momento.
—Estás a tiempo de rectificar, vorobey. Mátalos a los dos y seré clemente contigo. —Ivan podía hacer muchas promesas, pero la que decidía si alguien vivía o moría era madre, no él.
—Me has roto el corazón, malen’kiy vorobey. —Madre se golpeó con dramatismo el lugar donde su pecho escondía ese músculo frío que ella decía que albergaba sentimientos. No le creía, ella nunca los tuvo. —Nadie mejor que tú puede entender lo que esta familia nos ha hecho a nosotras, a ti y a mí.
—Él no me ha hecho daño, y dudo de que se lo haya hecho a nadie en su vida. Es un buen chico. —Puede que alguien de la familia la hubiese causado algún tipo de problema, pero Grigor no, él era tan inocente como aparentaba. Su corazón era demasiado bueno para ser dañino.
—Los Vasiliev mataron a mi padre, tu abuelo. Ellos no son buena gente. —Aquella información podía ser cierta o no, pero no iba a dejar que eso me hiciera cambiar de opinión. No podría salvar la vida de un muerto, no sabía si se lo merecía o no, pero eso no quería decir que dejara que Grigor pagara esa deuda con madre.
—Te equivocas, él si lo es. —Por el rabillo del ojo advertí un movimiento de parte de Ivan, que me decía que estaba a punto de sacar su arma.
—Ningún Vasiliev merece clemencia. Todos ellos tienen que sufrir por lo que me hicieron. —Su puño derecho ascendió hacia su corazón —Ellos tuvieron la culpa de que perdiera mi inocencia, me convirtieron en lo que soy, y además mataron al único hombre que cuidó de mí, que me quiso como el padre que era. —Su puño golpeaba rítmicamente su corazón para recalcar el sufrimiento que padeció allí dentro. —Me rompieron el corazón, de la misma manera que tú lo has hecho.
No lo vi, creo que ninguno lo vimos, ni siquiera el propio Ivan. Madre le arrebató el arma con su mano izquierda y la usó contra mí. Dos disparos, dos simples disparos, que impactaron contra mi cuerpo antes siquiera de que yo pudiese defenderme. Dolía, pero más que por el hecho de que acabaran con mi vida, fue por el ser consciente de que ya no podría proteger a Grigor. Le había fallado.
Seguir leyendo