Paula
Fui una cobarde. No quería volver a hablar con Jordan, así que me escondí detrás de un mensaje de texto. Utilicé la sugerencia de Owen para deshacerme de él. ¿Por qué? Pues… no soy una persona que aguante bien la humillación, y que él me utilizara para sus fines ocultos, me hacía sentir una persona de segunda. Y no he luchado toda mi vida para que me traten como algo que se puede usar y tirar, yo merezco algo más, merezco que alguien me quiera por lo que soy, no que me utilicen como puente para alcanzar otra meta.
Mamá siempre me ha repetido que la primera en valorarme, la primera en quererme, debo ser yo misma. Si tu no te quieres, si tu no te respetas, probablemente el resto de la gente no lo haga. Y si alguien se empeña en tratarte como un trapo viejo, debes alejarte de esa persona todo lo que puedas.
Jordan… su trato fue agradable, respetuoso, pero no era más que un mentiroso, y alguien que te miente no merece una segunda oportunidad, porque la mentira es una costumbre difícil de erradicar. Como dijo la tía Cari cuando vino a casa a contarle a mamá lo de su divorcio; puedes perdonar una falta, errores cometemos todos, todo el mundo se equivoca. Pero una mentira es dejar de confiar en la persona que se supone amas, con la que compartes tu vida. ¿No es más fácil decir “esto ya no funciona”, o “no me siento a gusto contigo”, a mantener una mentira que acabará descubriéndose y que causará más daño? La mentira acaba con las relaciones, con las de cualquier tipo. La gente que va con la verdad por delante se expone a que lo condenen por sus errores, pero también opta al perdón. El que miente tiene asegurada su condena, aunque te libre momentáneamente de ella.
Jordan me había mentido, o mejor dicho, había jugado conmigo, y no podía pagarle con la misma moneda, porque me convertía en alguien igual que él. Para mí era mejor un “ahí te quedas” que retorciendo su propio juego para que se volviese en su contra. No tengo estómago para ese tipo de cosas. Irónico ¿verdad?, soy abogado.
Por la mañana, la imagen que me devolvió el espejo era ideal de mala que el día anterior que me levanté con resaca. No había dormido demasiado bien, y sabía por qué. Después de enviarle el mensaje a Jordan, el cual no contestó, afortunadamente, llamé a Owen.
—¿Cómo estás? —Esa frase no era una formalidad para él.
—Pssse. ¿Tienes todo lo que necesitas o tenemos que repetir lo de anoche otra vez? —Así era yo, directa al grano.
—¿Tantas ganas tienes de deshacerte de él? —No lo sabía bien.
—Sí. —contesté tajante. Escuché un suspiro al otro lado de la línea.
—Entonces tranquila, no volverás a tener que verle si no quieres.
—No quiero. —Fui rápida en contestar.
—Bien. —Pero tampoco quería quedarme sin saber cómo terminaba la cosa.
—¿Me contarás como se desarrolla el asunto? —él soltó una pequeña carcajada.
—Espía no, pero si que te gusta estar metida en una aventura. —Soy mujer, ¿qué esperaba?
—No todos los espías hacen trabajo de campo, los hay que son analistas. —Recordé de Jack Ryan, el analista de la CIA que creó Tom Clancy para sus libros, sí, el de la serie de televisión. ¿No la recuerdan? ¿No han leído la caza del Octubre Rojo? Yo tampoco, pero vi la película, culpen a Sean Connery.
—Entendido.
—Entonces, me mantendrás al corriente. —Quizás me pareció que se demoraba un segundo más para contestar.
—Sí.
—Entonces, no te entretengo más. A menos que tengas algo que contarme. —probé suerte.
—Es demasiado pronto. En cuanto tenga algo interesante, te lo contaré.
—Más te vale. —Amenazar a Owen no creo que sirviera de nada, pero ahí lo dejaba.
Después de cortar la comunicación medité sobre lo que iba a hacer. Sábado. Podía hacer limpieza en casa, acomodar lo que quedaba de en las cajas de mudanza, ver una película lacrimógena mientras comía helado, o… abrí mi ordenador y busqué los últimos documentos que tenía que revisar. El trabajo es lo mejor para apartar de tu mene aquello que no querías recordar.
Owen
Dudé si entre quedarme en Miami o regresar a Chicago. Pero al final decidí que mi padre tendría cubierto todo en casa, así que decidí quedarme junto a Paula. La acción se repartía entre ambas ciudades, y no tenía que olvidar que el objetivo de ese tipo no era otro que Mo. Paula era un daño colateral que no quería que causara baja, es decir, no tenía pinta de que fuesen a hacerla daño, aunque no descartaba ninguna actuación por parte de ese tipo, no de Jordan, pero sí de ese tal Ernest. Cuidar de ella para mí era mucho más importante.
Lo sé, soy un blando. Es ver una chica en apuros y me tiro de cabeza como un idiota. Quizás sea por mi hermana, o porque no todas son tan fuertes como mi madre, ella es una auténtica superviviente. El caso es que si veo que alguien intenta hacerles daño, sale mi caballero de brillante armadura para rescatarlas. Bueno, no a todas, solo a aquellas que conozco y que sé que realmente sufrirán si algún cretino se mete con ellas. Bianca había cambiado, había levantado el vuelo y ahora no era una chica que dejara que le pisaran el cuello. Paula… podía fingir ser más fuerte que ella, pero todavía le quedaba un buen camino que recorrer para superar el daño que un hombre guapo puede hacerle a su tierno corazón. Aunque no quiera reconocerlo, se había ilusionado con Jordan, supongo que como hubiese ocurrido como cualquier otra. Ahora solo necesitaba tiempo para curar el escozor de esa herida.
Por eso no me había dejado atrapar por ninguna chica, porque sé que tarde o temprano la haré sufrir. En el fondo, todas quieren una vida tranquila y sin sobresaltos, emoción sí, incluso puede que un poco de aventura, pero al igual que ocurre con el cine, está bien durante el tiempo que dure la película, después todas quieren irse a casa a dormir plácidamente en su camita. Yo no podía darles eso.
Volvía repasar todo lo que habíamos conseguido la noche anterior. Lo más productivo fue el pirateo del teléfono de Jordan. Agenda, contactos, mensajes… Toda la vida de una persona se puede destripar si consigues acceder a la información de su teléfono, y así había sido. Con sus contactos Emil consiguió trazar una red de comunicaciones que nos llevó hasta Ernest y su socio. Pero papá quería más, y le comprendía. Controlar a todas las ratas evitaba que recibiéramos una dentellada inesperada. Teníamos que conseguir localizar al tipo que consiguió la información del edificio en el registro, y no, no todo el mundo puede hacerlo así como así. Hay que saber como moverse entre los organismos, hasta llegar al lugar donde pueden darte lo que quieres. La burocracia es así, está creada para que te pierdas en ella si no es que te vuelve loco. Pero ese tipo… era bueno. Si pudiésemos piratear el teléfono de Ernest seguramente daríamos con él.
La aplicación instalada en mi ordenador portátil todavía no había registrado ninguna llamada entre Ernest y Jordan. ¿A qué esperaba para ponerle al día sobre lo que había descubierto la noche anterior? ¿Ya sabían todo ello? ¿No había nada nuevo que mereciese la pena compartir? Eso me llevaba a pensar que sus investigaciones eran muy concienzudas y sobre todo rápidas.
Sábado… Quizás había una manera de conseguir llegar hasta Ernest y piratear su teléfono. Tenía el equipo, solo tenía que acercarme lo suficiente, y para ello necesitaba saber donde se encontraba. Una idea se materializó en mi cabeza; su hija. Esa niña pija y estúpida publicaba en sus redes cada paso que daba, por lo que solo tenía que encontrar el momento en que ella estuviese con su papi. Entré en su Instagram, y como suponía allí tenía toda la información que necesitaba. Bien, como ella no tenía a su novio para acompañarla, tenía que presumir de padre rico con gustos elitistas. Toda la familia estaba en el Ocean´s Club; una mañana al sol para la niña y la mami mientras papá hacía negocios, y después a comer en el exclusivo restaurante.
Tenía todo lo necesario para acercarme y hacer un buen trabajo. Ropa adecuada, equipo técnico, y una sonrisa que habría muchas puertas. Esa serpiente iba a caer en mi red sin que se diese cuenta.
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