Avalon
Sentí una sacudida en mi hombro.
—¡Eh!, bella durmiente. —Abrí los ojos súbitamente. ¿Me había quedado dormida?
—¿Eh? ¿Qué…? —Miré a mi alrededor para cerciorarme del lugar en el que estaba. Bien, seguía en el asiento trasero del coche.
—¿Puedes caminar? —¡Qué pregunta más tonta!
—Por supuesto que sí. —Arrastré mi trasero por el asiento, saqué los pies del coche y… Mis rodillas se doblaron como si fueran de goma.
—Te tengo. —Adrik estuvo rápido. Me aferró por las axilas y me mantuvo en pie. ¡Mierda!, por qué olía también. Se suponía que estaría sudado y apestaría después de un largo día de trabajo. Si incluso todavía llevaba su uniforme del taller.
—Gr-gracias. —Solo él conseguía hacerme balbucear como una tierna adolescente.
—Necesitas descansar. Han sido demasiadas horas metida en un avión. —A mí me lo iba a decir. Sentía que en vez de cuerpo tenía una masa de gelatina. Mis piernas hormigueaban y habían perdido parte de su fuerza.
—Yo subiré la maleta. —Se ofreció Drake. Ellos dos se dieron una de esas miradas de conocimiento de la situación, como si se repartieran partes de una misión. Lo he visto en alguna película de esas que le gustan a mi hermano desde pequeño, ya saben, fuerzas especiales, marines y esas cosas. ¿Por qué estaba pensando en estas cosas? Estaba claro que mi cerebro se había desconectado.
Presté atención al lugar donde habíamos estacionado, era el interior de un taller. Había otro coche con cables conectados y muchos equipos diseminados por el lugar.
—No es como tu laboratorio, ¿verdad? —Adrik sonrió. Así que este era su lugar de trabajo. Curioso. Para ser un taller parecía muy limpio. No sé, me lo imaginaba más sucio.
—No, es más grande. —Al menos los techos eran más altos.
—Por aquí. —Adrik me guio hacia unas escaleras que ya estaba subiendo Drake. Tenía que reconocer que estaba fuerte, subía mi maleta como si pesase un tercio de lo que realmente pesaba, además de llevar a la espalda su propia mochila.
Mis pernas no tuvieron fuerzas para impulsarme en el primer peldaño, y eso que era bien bajito. Antes de poder realizar un segundo intento, sentí como mi cuerpo era levantado.
—Espero que esto no se convierta en una costumbre. —Adrik me cargó en sus brazos, como si fueranos una pareja de recién casados atravesando el umbral de su casa. Mi cerebro no estaba tan dormido como pensaba, pues enseguida me recordó que aquella vez que me quedé dormida en su coche, desperté en mi cama. Seguro que me había sacado de la misma manera que ahora. Seguramente me puse roja como un tomate.
—Que me cargues en brazos dos veces no indica costumbre. —Me defendía sin atreverme a mirarle a la cara.
—Tres veces. Aunque entiendo que no te acuerdes. Tienes muy poca tolerancia al alcohol. —¿Puede una chica ponerse aún más roja? No solo mi cara, todo mi cuerpo tenía que haber adquirido un intenso y fosforescente tono rojo.
—¿Tú también…? —¡Qué tontería!, Adrik no mentiría en algo como eso.
—Ni te enteraste de los fuegos artificiales de fin de año. —Se mofó de mí con una sonrisa, mientras subía con agilidad las escaleras conmigo en brazos. Había soñado con estar en esta posición miles, quizás millones de veces, pero nunca creí que me sentiría tan incómoda al tener su rostro tan cerca del mío.
—Año nuevo.
—¿Qué? —Giró la cabeza para mirarme con aquellos increíbles ojos azules suyos.
—Los fuegos artificiales se lanzan en año nuevo. —Genial, y ahora mi “yo” resabida tenía que aparecer.
—Llámalos como quieras, pero te los perdiste. —Y encima se reía de mí. Tenía unas ganas de golpearle la mollera, uf. Tranquila Avalon, si lo haces, probablemente los dos acabaríais rodando escaleras abajo.
—Tienes que pensar en añadir un ascensor a este edificio, no es práctico. —Drake tiró de la maleta para ponerla sobre el suelo de la primera planta.
—Hay un montacargas para el almacén, pero tienes razón, necesitamos un ascensor para acceder a los apartamentos desde el taller.
—Me sorprende que el arquitecto no pensase en ello cuando lo diseñó.
—La puerta de la derecha. —Señaló Adrik. —Pulsa el 19 en el panel. —Drake obedeció. —¿No era curioso que mi hermano tuviese como código de acceso a su vivienda el día de mi cumpleaños? ¿Y cómo es que Adrik lo conocía?
—Espero que la novia de Owen no los reciba con un bate de beisbol.
—Cuando le avisamos de nuestra visita, dijo que no habría problema, a estas horas Josh estará en el tercer sueño. Probablemente ni se entere. —Seguramente Owen le dio la clave de acceso a su apartamento en ese momento.
—Déjame en el suelo. —Le pedí antes de entrar en el apartamento.
—¿Estás segura?
—Hay cosas que una chica tiene que hacer sola. —Le tardó un momento en comprender, pero finalmente bajó mis piernas para poder pisar el suelo. Nada como una referencia al baño para que los chicos salgan huyendo.
—De cuerdo. Llevaré tu maleta a la habitación de invitados. Es esa de allí. —Señaló con el índice la segunda puerta a la izquierda. —El aseo es esta puerta de aquí. —Señaló la primera puerta a la derecha. O había estado antes en este apartamento, o tenía la misma distribución que el suyo, el que estaba en la planta de arriba. Quizás fuesen ambas cosas.
Estaba cerrando la pue baño, cuando escuché una voz de mujer que llegaba desde el otro lado de la puerta.
—¡Adrik!, ¿Qué haces aquí? —Parecía alarmada. Si alguien entrase en mi casa a las tres de la mañana, cuando estoy en la cama, seguramente yo estaría igual.
—He traído a Avalon, se quedará esta noche a dormir aquí. Prefiere despertarte a ti que a su padre. —Esto de aguantar el pis para no perderme la conversación estaba llevando al límite a mi vejiga.
—Yo tampoco querría despertar al gran jefe. —Pues sí que tenía fama de tener mal genio mi padre. Pero claro, ella no le conocía como yo.
No aguanté más, corría al retrete, me bajé los pantalones y liberé la presión. Qué bien sentaba mear en un retrete que no vibra. Los de los aviones no son mis favoritos. Cuando terminé, me lavé las manos y salí para ir a mi cuarto. Con lo primero que tropecé fue con Josh parada de brazos cruzados frente a la puerta.
—Siento haberte despertado. —Como dice papá, si te adelantas, dejas al oponente en desventaja, en mi caso, sin motivo para echarme una larga bronca.
—Sí, ya. Te perdonaré si me dices por qué estás aquí realmente. —No se creía la excusa que le dijo Adrik. Ella le conocía bien, con Adrik nunca se sabe si te está gastando una broma o diciéndote la verdad.
—Es muy tarde como para que Adrik esté de aquí para allá haciendo de chofer. Ya que ha ido a recogerme al aeropuerto, al menos podía hacer que su viaje fuese más corto. —Josh asintió, o al menos eso atisbé en la penumbra, apenas llegaba la luz desde el recibidor. ¿Por qué esta manía de andar casi a oscuras?
—Muy considerado de tu parte. Les has ahorrado casi una hora de sueño a esos dos. —Ups, olvidé a Drake. Un gran bostezo escapó de mi boca.
—Voy a la cama, a ver si cojo el sueño. —El que diga que se puede dormir bien en el avión, por muy primera clase que sea, seguro que no es tan quisquillosos como yo. Odio el ruido de los motores, me pone de los nervios.
—Descansa, te dejaré algo de café para cuando te levantes. —Mmmm, café, con uno de los bollitos del alijo de mi padre. ¿Por qué pensaba en eso ahora? Porque estás en casa, y los echabas de menos. A los bollitos, y al ladrón de Adrik, que te llevó a descubrir el escondite secreto donde papá los escondía.
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