Schmidt sonrió como quién sabe que tiene en sus manos todas las cartas para ganar la partida. No podía leer su mente, pero sabía que lo que sostenía en su mano derecha, aquel objeto que aferraba como si fuera la cuerda de la que pendía su vida, era con el que conseguiría doblegar a cualquiera que se interpusiera en su camino.
—No eres el único que tiene juguetes nuevos, ojos azules. – alzó la mano para que todos observáramos el objeto en su mano. – Y el mío, hace más daño. –
—Papá, ¿qué…? – intentó interrumpir Agneta.
—No tengo ni idea de qué componente tiene el explosivo que inserté en la silla de mi nieto, pero sí sé que, si aprieto esto, todos quedaremos sepultados por una buena cantidad de rocas. Y tú no querrás eso, ¿verdad, muchacho? – sus ojos estaban fijos sobre Evan.
—Entonces morirás tú también. – le recordó él.
—Este viejo cuerpo dejará de funcionar un día de estos y he vivido más que la mayoría, el precio a pagar me parece justo. – Si calculaba el cómputo total de años, salían más de 120, muchos más que la media.
—¿Estás dispuesto a sacrificar a tu familia si no consigues lo que quieres? – le pregunté. Aunque no necesitaba una respuesta. Si había traído el explosivo, estaba claro que daría ese paso.
—No voy a ser yo el que tome esa decisión, serás tú, ninfa. Ahora bien, ¿sacrificarás sus vidas, o me darás lo que quiero? – No podía dar crédito a lo que estaba oyendo, el muy egoísta no solo estaba traspasándome esa responsabilidad a mí, sino que tenía la desfachatez de hacerse la víctima, como si yo hubiese sido la que trajo los explosivos e iba a activar el detonador. Pero Dieter Schmidt había cometido un error, y era pensar que yo era la misma con la que se enfrentó en el pasado. Suena un poco pokémon, pero yo había evolucionado. A la bruja de mi vida anterior le faltaba los conocimientos, la experiencia de vida de Victoria. La antigua yo era limpia inocencia, y él y su expedición en busca del milagro de la longevidad se habían encargado de acabar con aquella pureza. Ya no era la misma, había pasado por mi propia muerte, y eso cambia. En aquel momento, yo era otra, era…
—¿Te has vuelto loco? ¡Suéltame Schullz! – Agneta intentaba inútilmente acercarse a su padre, como si de alguna manera pudiese hacerle recuperar la cordura, pero Schullz la mantenía sujeta para que no pudiese alcanzarle. Dieter puso los ojos en blanco con una sonrisa autosuficiente.
—¿Todavía no te has dado cuenta de que Schullz ya no trabaja para ti? – Agneta miró al mercenario con rostro interrogativo, a lo que él se encogió de hombros ligeramente.
—Él paga mejor. –
—Traidor. – le reprochó Agneta.
—¿Qué esperabas?, son mercenarios, querida. Les mueve el dinero, no hay lealtades. – y lo estaba diciendo precisamente él, que estaba vendiendo a su propia familia por unos años más de vida. – Y ahora, ¿podemos regresar al asunto importante? – sus ojos volvieron a posarse sobre mí. Quizás fuese por un sentimiento de compensación porque era alguien de su sangre el que estaba haciendo aquello, o porque se sentía agradecido por el regalo que le había dado, el caso es que Cort se había movido un poco más cerca de mí, como si quisiera protegerme. Y así es como mi familia de errantes añadía un nuevo miembro a sus filas. Y como mamá gallina que soy, mi misión siempre ha sido protegerlos del mal de este mundo. Si fuese una hechicera, una bruja de bajo nivel diría que conjuré a las aguas, pero soy una elemental, no hacía falta pronunciar hechizos ni llevar a cabo rituales mágicos, solo debía concentrarme, y hacer la llamada.
—Estarás muerto antes de apretar ese botón. – la voz de Angell sonó dura en mi retaguardia. Podía ver el cañón de su arma apuntando a Dieter, sin vacilación, firme. No sé lo que habían hecho mis chicos durante todo el tiempo que había faltado, pero estaba segura de que aquella amenaza era real.
—No lo entendéis. Este es un dispositivo por presión, ya ha sido activado, si dejo de apretarlo, volaremos por los aires, así de sencillo. Así que, adelante, dispara, veremos cuán lejos puedes llevar a tu ninfa antes de que su recién adquirido cuerpo esté pegado por todas las paredes de esta gruta. – en aquel momento, antes de que nadie hiciera un movimiento, llegó mi pie para entrar en escena. Solo necesitaba unos segundos, solo eso.
—Creo que este es el momento en que debo explicarte los errores de tu plan, Dieter Schmidt. Primero y más importante, no soy una ninfa mitológica, ese solo es un nombre con que los griegos de la antigüedad intentaron clasificar a los seres con dones excepcionales que son como yo. Lo que realmente soy es una bruja elemental, y como todos habéis presenciado, mi elemento es el agua. Puedo manipularla, puedo hacer con ella cualquier cosa que puedas imaginar, y más. ¿Curar heridas, rejuvenecer células? El cuerpo humano está compuesto por un 70% de agua, puedes hacerte una idea de lo que puedo conseguir con eso. Segundo, dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y tú has vuelto a amenazar la vida de aquellos que me importan para conseguir tu objetivo. Estamos representando la misma escena que en aquella ocasión, solo que algunos actores han intercambiado sus papeles. Si no salió bien entonces ¿crees que lo hará ahora? Y tercero, me has cabreado. No sé lo que habrás escuchado o vivido en tus largos años de vida, pero los cuentos, la literatura, incluso el cine ha enseñado una valiosa lección a todos los hombres y mujeres de este planeta, y es que no se debe enfadar a una bruja. –
Y fue en aquel momento cuando todos a mi alrededor se dieron cuenta del peligro que suponía esa última frase. ¿Por qué?, porque mientras hablaba, había convocado a las aguas, el nivel de estas dentro de la gruta había subido, hasta cubrir varios centímetros de espesor en todas las superficies. Suelo, paredes… incluso había reptado como una enredadera sobre las ropas de todos aquellos que estábamos allí, terminando por cubrir sus cuerpos totalmente en aquel instante, creando una vaina líquida de la que sólo sobresalían sus cabezas. Ninguno se dio cuenta, porque había manipulado la temperatura del agua para conseguir engañar a la piel, hasta ese momento.
Un latido, eso fue lo que me llevó cambiar la temperatura del agua que los envolvía. ¿Recuerdan lo que ocurre con el agua cuando se la somete a temperaturas por debajo de cero grados?, exacto, se convierte en hielo. Digamos que yo no tuve que enfriar el agua, sólo di la orden de que pasara del estado líquido a sólido, creando una rígida coraza que paralizó y encarceló sus cuerpos. Dieter, Schullz…. Todos aquellos que podían representar una amenaza habían sido congelados.
Sorpresa, incredulidad, asombro, rabia, impotencia…sus rostros eran un caleidoscopio de todas aquellas emociones. Pero todavía no había acabado con ellos. Como si el agua fuese un ente con vida propia, engulló la silla de transporte de Cort, arrastrándola hacia el exterior por la enorme abertura lateral de la gruta, precipitándola hacia el vacío. Antes de que tocara suelo, había creado una gigantesca concha de hielo que protegería el entorno de la gran explosión. Si, la hice explotar, nada tan sencillo como descongelar la mano en la que Dieter sostenía el detonador, hacer que el agua tomara el control, y obligar a sus dedos a soltar el seguro.
¿Cómo sabía que la detonación no causaría un gran daño en el exterior? Pues porque creé una gruesa capa de una sustancia molecularmente similar a ese gel en el que disparan los proyectiles de balas para tomar muestras. Si, ya saben, como en las películas de CSI Miami, esa gelatina amarilla que atrapa balas. Pues eso, y lo rematé creando una capa de sólido hielo.
—Wow. – Esa era la voz de Angell, que en aquel instante estaba viendo como el vapor abrasador, resultado de la explosión, salía disparado hacia arriba como la erupción un potente géiser.
Podía ver la lucha de Schullz y sus hombres por hacerse con el control de sus armas, pero ni ellos podían manipularlas, ni ellas estaban en condiciones de funcionar. ¿Saben cómo el agua rompe una roca? Exacto. El agua penetra en cada hueco, cada pequeño resquicio, cada fisura, amoldándose, y luego el frío hace el resto. Ya saben lo que le ocurre al agua cuando se congela, que aumenta de tamaño. ¿Han metido una botella de agua al congelador alguna vez?, entonces saben que, si la botella estaba demasiado llena, el hielo habría desbordado el contenedor para buscar una salida de escape, casi siempre por el tapón. El resultado en esta ocasión, eran armas que no volverían a servir para matar.
—Y eso es lo que ocurre cuando me cabrean. –
Seguir leyendo