Dafne
¿Puede ser un mismo momento el más hermoso y el más doloroso de toda tu vida? Puedo dar fe de que sí. En aquel instante, me di cuenta que ese recuerdo que iba a llevarme me ayudaría a sobrellevar mis momentos más bajos, me daría fuerzas para continuar cuando estuviese agotada. Pero al mismo tiempo, sabía que ese sería el único que iba a conseguir. Todo lo que vendría después jamás podría alcanzarlo.
Por primera vez desde que era una niña pequeña, desde aquel momento que erradicaron las lágrimas de mí, estas volvieron a salir a la superficie, libres y consoladoras. No sé si fueron de felicidad o de tristeza, quizás ambas cosas, porque no sabría separar la parte de mí que se sentía en el cielo, y la que sabía que iba a caer al infierno.
Pero era demasiado tarde para arrepentirme, para mí no había alternativa, y ahora que estaba segura de que sería capaz de sacrificar todo por él, era el momento de llevarme todo el veneno que podía dañarle conmigo. Si yo me iba no solo les pondría sobre aviso, si no que les daría tiempo, el mismo que madre e Ivan malgastaría en perseguirme para hacerme pagar por mi traición.
Así que cuando me cercioré de que Grigor había caído en los brazos de Morfeo, me dispuse a hacer lo único que me quedaba. Me senté en la cama con cuidado de no despertarle. El dolor en mis pies casi no lo sentí como las veces anteriores, seguramente porque sentía uno más grande dentro de mí. Con rapidez me puse las mallas, la camiseta, quité los cordones de mis deportivas y até con ellas las muñecas de Grigor al cabecero de la cama. Menos mal que el diseño en barrotes de metal me lo puso fácil. No quería que me siguiera, no debía hacerlo, no al menos hasta que estuviese lo suficientemente lejos.
Mis pies tropezaron con su sudadera, la misma que me había prestado. La cogí y me la puse con rapidez, no porque tuviese frío, eso ya no me importaba, sino porque quería llevarme algo suyo, algo a lo que aferrarme cuando necesitara cerrar los ojos y sentirlo cerca, algo que de alguna manera tuviese su olor.
Salí de la habitación, pero no pude contenerme. Regresé y me incliné hacia él para depositar un último beso sobre sus labios. Y aunque sabía que no lo merecía, que nunca lo haría, deseaba que alguna vez pudiese entender por qué estaba haciendo lo que hacía, y que de alguna manera, pudiese conseguir su perdón.
—Lo siento. —Con rapidez me alejé de él, porque sabía que si no lo hacía así, esa parte débil que ese dulce Vasiliev de ojos verdes había despertado en mí, no dejaría que me fuera.
Sí, ahora ya sabía por qué no le reconocí en un principio como el hijo de uno de los hermanos Vasiliev. Grigor era diferente al resto. Había buscado aquellos ojos azules intensos que todos ellos tenían, pero Grigor no los tenía, por eso me confundí, por eso no lo coloqué en el lugar que debía. Mi primer error. Luego pensé que sería mi baza para conseguir mis objetivos, y lo habría sido, si no hubiese subestimado lo que él podía hacerme. ¿Amor? No conozco ese sentimiento, ni ningún otro salvo el miedo. Solo sé que estoy jugándomelo todo por mantenerlo a salvo.
—¿Dafne?
Escuché su voz, pero no me detuve, ni tampoco le contesté. Cogí las llaves de su coche del cuenco que las había dejado de pasada hacia el exterior. Alcancé la cuerda por la que había que deslizarse hasta llegar abajo. Algo que una camarera como Dafne no se habría atrevido siquiera a usar. Pero un método que había utilizado infinidad de veces en su adiestramiento la persona que realmente era; Paulina. Dafne había dejado de existir, ese personaje acababa de morir, se quedaría como un espectro con Grigor. Y estaba bien, Dafne era a la que él amaba, y era apropiado que se quedase con él.
—¡Dafne! —Su voz sonó más fuerte. Pero a quién llamaba se había quedado con él, la que se estaba deslizando por la cuerda, la que desaparecía de su vida, era Paulina, era mi auténtico yo.
Por delante me quedaba un largo camino. El tomar su coche no solo me ahorraba tiempo a la hora de buscar un transporte, sino que así le impedía que saliera detrás de mí. Tendría que buscarse otro transporte.
Conduje con rapidez hasta mi apartamento, me cambié de calzado por uno más apropiado para correr, recogí mi mochila de emergencia, el dinero de todos mis escondites, y salí disparada hacia mi nuevo destino. No sabía dónde, solo que me llevaría lejos de él. Eso sí, no olvidé lo que todo buen espía ha de hacer, no dejar que em rastrearan. Dejé mi teléfono en el apartamento, y el rastreador GPS del coche de Grigor, lo desencajé para lanzarlo dentro de un camión de basura que encontré por el camino.
Grigor
Sentí un leve contacto sobre los labios. Su olor me dijo que era Dafne, su delicadeza, su voz…
—Lo siento. —Aquellas dos palabras golpearon mi mente adormilada para sacarme del sueño. ¿Qué era lo que sucedía? Abrí los ojos para verla alejándose de mí. Se había vestido de nuevo y eso no era extraño si necesitaba ir al baño a la planta de abajo. Pero aquellas palabras…
—¿Dafne? —Sabía que ella me había escuchado, pero no se detuvo, no contestó. Y eso me preocupó, ¿qué había ocurrido mientras dormía?, ¿había sido algo que yo había hecho? ¿Me estaba abandonando?
Intenté levantarme, pero algo aferraba mis muñecas. Tiré de mis manos para soltarme, pero estaba bien sujetas. Toda aquella situación era confusa. ¿Por qué me había atado?
—¡Dafne! —Necesitaba que ella regresara, necesitaba que me explicase por qué había hecho esto, por qué se iba. Hablar sobre lo ocurrido no solo me ayudaría a comprender qué nos había llevado a esta situación, sino que podría encontrar una solución para arreglarlo. No la forcé, estaba seguro de que ella accedió voluntariamente a tener sexo conmigo, incluso estuvo muy participativa. ¿Lo hice mal? ¿La lastime? ¿Por eso lloraba? ¿Tenía miedo a decírmelo en aquel momento?
Me estaba volviendo loco con tantas preguntas en mi cabeza, preguntas que solo ella podía responder, pero que estaba claro que no quería decirme. Huir nunca es la solución a los problemas, eso solo es un recurso temporal hasta que estás preparado para afrontarlos. Pero ella tenía que saber que yo estaba aquí para ayudarla a hacerlo. Tenía que conseguir que lo viera.
Me giré en la cama para poder ver mejor con qué me había maniatado; los cordones de su calzado deportivo. Tenía que reconocer que era una mujer de recursos. Pero había fallado. El cabecero no estaba sujeto a la cama, sino que lo sustentaban un par de anclajes a la pared, era algo decorativo. Así que tiré de él hacia arriba y lo saqué de allí. Lo arrastré hacia la luz, donde pude examinar mejor las ataduras. Había muchas maneras de soltarme, pero debía encontrar la más rápida. En el bote que amontonaba los bolígrafos, había unas tijeras. No es que fuesen gran cosa, pero servirían. La primera mano costó un poco más que la otra, pero en cuanto estuve libre, corrí hacia la nave para intentar buscarla.
Mala idea hacer rapel para descender a la plata baja estando desnudo, pero no estaba pensando en mí, sino en ella. Revisé los baños, cada lugar en el que pensaba que estaría, pero al basar por la recepción, y mirar al otro lado, la falta de la sombra de mi coche estacionado frente a la puerta me dijo que el asunto empeoraba. Pasé al otro lado del mostrador para abrir la terminar y comprobar lo que estaba temiendo. Y allí estaba, la puerta había sido abierta y la cámara de seguridad no solo dijo que Dafne se había ido, sino que se había llevado mi coche.
—¡Mierda! —Corrí tanto como pude de vuelta al despacho. Una vez dentro, encendí la luz para buscar mi teléfono. Marqué con rapidez. Mientras esperaba la respuesta de Sokol al otro lado, iba recogiendo la ropa del suelo y me iba vistiendo con ella.
—Ya he dejado a…—No tenía tiempo de ser amable, así que lo interrumpí.
—Vente a la palestra. Dafne ha escapado con mi coche. —Escuché el motor acelerando al otro lado de la línea.
—Estoy en camino.
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