Adrik
Aunque sea una persona acostumbrada a la acción, puedo aguantar mucho tiempo de vigilancia pasiva si es necesario. Por eso no entendía la razón por la que estaba tan inquieto. Sabía que estas cosas llevan su tiempo, es lo que tienen las aerolíneas comerciales, pero no podía controlar el constante golpeteo de mi pie sobre el suelo, mientras miraba la puerta de llegadas. Bueno, eso no es cierto, sí que sabía el motivo de mi impaciencia; Avalon estaba tardando demasiado en aparecer por aquella puerta.
Casi tres semanas sin verla, ansiando escuchar su voz, aunque fuese para darle noticias del caso de Poe, y ella se tomaba con calma el recoger una maldita maleta de la cinta transportadora. Necesitaba verla, comprobar en persona que se encontraba bien, que estaba de nuevo en la ciudad, tan cerca como para poder cuidar de ella en persona… Mis nervios lo necesitaban, yo lo deseaba.
—Cualquiera pensaría que vas a declararte nada más aparezca por la puerta. —El susurro de Owen tensó mi espalda.
—¿De qué hablas? —Y el muy idiota empezó a reírse como un poseso.
—No puedo contigo.
—El que está desvariando eres tú.
—¿Crees que no me he dado cuenta de cómo la miras? —Su sonrisa menguó cuando me hizo esa pregunta. —Llevo dos años esperando a que te decidas a dar el paso. —Con esa última frase me sacó todo el aire de los pulmones.
Y yo creyendo que había sido discreto, que había ocultado mis sentimientos a todo el mundo. Pero está claro que con Owen no podía, él no solo era muy observador, sino que me conocía mejor que nadie en esta ciudad.
—No soy yo el que tiene que darlo. —Él mejor que nadie debía entenderlo.
—Escúchame—suspiró—. Nadie mejor que yo puede entender lo que hay en este momento en tu cabeza, por eso tienes que creerme cuando te digo que no tengas miedo. Este tipo de vida es demasiado exigente como para privarte de aquello que puede salvarte.
—¿Salvarme? Lo dices como si esto fuese una condena. —No era una mala vida. En muchos detalles era mejor de la que tendría una persona normal y corriente, aunque también tenía sus contras. Pero para alguien como yo, como nosotros, era justo como nos gustaba, excitante, vibrante, para nada aburrida.
—Caminar constantemente por el borde del precipicio hace que te acostumbres, pero no evita que un día caigas a ese oscuro pozo. Tenemos que compensar toda esa oscuridad que nos rodea con un poco de luz, o al final perderíamos nuestra alma.
—Estás hecho todo un poeta. —Intenté quitarle intensidad a sus palabras, pero sabía que eran ciertas.
—Hazme caso y lánzate, la recompensa merece la pena. —Lo sabía. Ella era la luz alrededor de la que orbitaba mi famélico corazón, pero no sería yo el que destruiría sus sueños.
—Es ella la que tiene que decidir que merece la pena hacerlo. Lucha cada día por mantenerse fuera de nuestro mundo, no voy a ser yo el que le imponga el regresar a él. —Owen meneó la cabeza en señal de negación, al tiempo que su rostro no podía ocultar un gesto de compasión.
Estaba a punto de rebatir mis palabras, cuando su vista encontró algo mucho más interesante, algo que le hizo sonreír. No necesitaba saber qué había provocado aquella reacción, solo podía ser su hermana. Tomé aire y me preparé para mandar lejos todos aquellos pensamientos derrotistas, y dibujé mi mejor sonrisa para recibirla.
Lo que no esperaba era encontrarme con un hombre arrastrando dos maletas a su lado. La única razón por la que no me adelanté a arrebatarle la de ella de sus manos, fue el hecho de que le conocía, y sabía que no era una amenaza.
—¿Qué trae a mi cuñado favorito por Chicago? —Le pregunté mientras me acercaba a ellos.
—Soy el único cuñado que tienes. —Respondió Drake mientras me estrechaba la mano. Acto que aproveché para tomar la maleta que había soltado.
—También podrías ser el cuñado que peor me cae. —Drake sonrió ante mi broma.
—Pero no es así. —Se jactó. —Además, no he venido a Chicago por ti. —Alcé una ceja esperando su respuesta.
—¿Queréis dejaros de tonterías? Tengo que darle de comer a mi pequeña. —Todos giramos la vista hacia Bianca, o mejor dicho, hacia el bebé que llevaba en brazos. Instintivamente mi atención fue directa a su nariz, o mejor dicho, al agujero que estaba en su lugar. No pude evitar sentir rabia por la persona que permitió que ocurriese eso. ¿Cómo alguien podía causar aquel sufrimiento a un ser tan diminuto?
—La señora ha hablado. —Santi pasó a nuestro lado arrastrando una pesada maleta. Su aspecto era deplorable, nada que ver con la imagen de perfección que siempre trataba de mantener. ¿Quién dijo coqueto? Yo no he dicho que lo sea. Ahora, presumido… Lo es un buen rato. Bueno, las dos cosas.
—¿Qué tenemos aquí? —Owen se aproximó a la pequeña con estudiada cautela.
—Se llama Hana, y está claro que todas estas luces han terminado de espabilarla. En cuanto la novedad pase, se dará cuenta de que tiene hambre. Creo que me queda un poco de zumo por alguna parte. —Bianca le pasó el paquete a un sorprendido Owen, para después empezar a rebuscar en el enorme bolso que traía colgado del hombro.
La reacción de la niña al verse en brazos de un desconocido fue algo curiosa. Estiró su cuello hacia atrás, como si tratase de alejarse de él, pero no lloró, solo se quedó ahí, observando. Aunque su cabeza giraba de vez en cuando en busca de Bianca. Estaba claro que prefería estar en otro sitio que en brazos de un desconocido, pero no empezó a llorar como se espera de un bebé cualquiera.
—Será mejor que nos pongamos en movimiento antes de que monte un espectáculo. —Drake sí que sabía lo que era tener un bebé en tu vida.
—Los coches están esperando fuera. —No es que hubiese mucho tráfico en el exterior del aeropuerto a las 3 de la mañana, pero no estaba mal que una IA se encargase de mantenerlo a salvo de las multas, por permanecer en la zona de recogida de viajeros por demasiado tiempo.
Mientras el grupo se dirigía hacia la salida, Bianca encontró un baso de esos de bebé, ya saben, ton una tapa con pitorro y asas. En cuanto se lo puso en la mano, la pequeña se la llevó a la boca con rapidez.
Ya afuera, Santi estaba esperando junto a los coches, aunque parecía algo frustrado. Seguramente fuese porque tenía que esperar a que llegásemos para poder guardar la maleta en uno de ellos.
—No le hagáis caso, está enfadado porque casi le parte la cara a una señora que no dejaba de mirar a Hana todo el tiempo. —No esperaba una reacción así de parte de Santi, él era muy pacífico. ¿Se había tomado muy a pecho el papel de padre?
—Taparle la cara con una máscara. A ella sí que había que ponerle un bozal. —Bufó Santi mientras se giraba hacia el coche. La puerta trasera se había abierto de forma automática en cuanto Owen se acercó. ¿No lo dije? Tener una IA en tu coche te facilita la vida. Si el jefe trae pasajeros con maletas, pues a abrir la puerta para que las metan.
Lo bueno de que Santi se parase junto al coche de Owen, es que este subió en él su maleta, por consiguiente, acababa de determinar el orden en que viajarían los pasajeros. Santi, Bianca y Hana en su coche. Drake y Avalon en el mío. No me molestó quitar la sillita de viaje de bebé y acomodarla en el de Owen, bajo la mirada inquisidora de éste. Lo sé, costaba menos cambiar la maleta, pero es que de esta otra manera conseguía una pasajera mucho más de mi agrado.
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