Owen
Estaba en el baño con Paula, repasando y colocando los dispositivos que me había enviado Emil por mensajería urgente.
—Recapitulemos; el bolso está blindado anti pirateos, así que no podrá sabotear ni tus tarjetas de crédito ni tu teléfono. —Ella miró el pequeño bolso con cadena dorada que tenía sobre la encimera de mármol del lavado. Era el mismo diseño que utilizaba mamá cuando iba a algún acto benéfico. Uno no sabe la gente con la que va a tropezarse en un lugar tan grande.
—Vale. —Asintió sin hacer preguntas. Mejor, porque no quería decirle que Fran tenía un dispositivo en su maletín que haría precisamente eso con el teléfono del objetivo. Si el plan salía según lo previsto, bajarían los tres en el ascensor, momento en el que el dispositivo haría su trabajo y clonaría todo el dispositivo, al tiempo en que lo convertía en una terminal inteligente a nuestro servicio. En otras palabras, podríamos ver y oír lo que quisiéramos, estaría usándolo o no, solo hacía falta activarlo de forma remota y tendríamos a nuestro pequeño espía enviándonos información.
—En el reloj tienes un dispositivo de rastreo, sabremos donde estás a cada segundo. —Le enseñé mi teléfono donde aparecía la aplicación de seguimiento con la que la tenía localizada. —Bien, la señal llega perfecta. Y ahora coloquemos el auricular para que puedas oírnos. —Saqué el pequeño auricular para colocarlo en su oído izquierdo.
—No estoy segura de todo esto. —Podía entenderla, ella no estaba acostumbrada a este tipo de operaciones.
—No va a pasarte nada, Paula. Dudo que ese cretino se atreva a ponerte una mano encima. Y si lo hace, estaré a un suspiro de cogerle por el cuello y lanzarlo contra la pared. —Traté de darle algo de confianza en sí misma, yo estaría controlándolo todo de muy cerca, tenía que estar segura de que yo no permitiría que le ocurriese nada.
—¿No sería más fácil que esto lo hiciera Mo? A fin de cuentas él era el objetivo principal, ¿no?
—Podría ser, pero si su primer objetivo has sido tú, no vamos a darle algo que pueda hacerle sospechar que le hemos descubierto. —Además, que tendríamos que involucrar a otra persona que de momento desconoce lo que está ocurriendo. Como se dice, los secretos dejan de serlo cuando los conoce más de una persona. En nuestro mundo, cuanta más gente conoce ese secreto, más posibilidades hay de que se vuelva contra ti.
—Esto te divierte, ¿verdad? —No podía negarlo. Otros juegan a estas cosas, yo las vivía.
—No me negarás que es excitante. —Ella hizo una pequeña mueca.
—Esto de los espías se lo dejo a los profesionales, yo estoy bien siendo un ratón de biblioteca. —Hay personas que valen para este tipo de vida, otras no, y por eso no podía acercarme demasiado a muchas de ellas. ¿Quién puede vivir con este tipo de presión constante sobre sus cabezas? No mucha gente.
—Confío en ti, Paula, sé que harás un buen trabajo. Solo tienes que dejar que él te haga las preguntas y darle las respuestas que hemos ensayado. —Sabía que eso se le daba bien, aferrarse todo lo posible a las pautas, los caminos marcados, dejando poco a la improvisación.
—Era mi último intento. —Bromeó sacándome una sonrisa. Ella iba a hacerlo, porque sabía que era lo que había que hacer.
—Jordan Williams está subiendo. —Escuché la voz de Emil en mi oído.
—Ha llegado. Emil, haz una comprobación de su auricular.
—¿Me recibes? —Pude escuchar la voz de Emil en la línea conjunta. Él y yo mantendríamos una comunicación constante, escucharíamos todo lo que ocurría durante la operación, aunque a Paula no le llegaría nada más que lo que yo quería que supiera. Nada peor que saturar de voces a una persona que ya estaba nerviosa.
—Sí. —confirmó Paula.
—Bien. Ahora respira profundamente tres veces, y sal ahí. Yo iré detrás de ti. —Aunque ni ella ni Jordan me verían.
—Vale. —Ella asintió, recogió su bolso y salió del baño.
—Y recuerda, yo estaré cerca. —Tuve que hacerle notar que aunque no me viese, yo estaría ahí.
—Los tengo. —informó Emil mientras yo recogía con rapidez los restos del equipo.
—Dame visual. —Accioné la recepción de mis gafas, donde en una de las lentes se proyectaría lo que captaban las cámaras de seguimiento, sobre todo la que estaba integrada en el bolso de Paula, y que convenientemente había olvidado mencionarle.
Salí del aseo para tropezar con Fran que estaba esperando frente a la puerta con su maletín en la mano. No nos dijimos nada, solo nos dimos un asentimiento de cabeza. Fran salió en ese momento hacia la zona de ascensores, pasando por delante de la sala de espera.
Pude ver como los tres se posicionaban frente a la puerta del ascensor, esperando su llegada. En cuanto las puertas se cerraron con ellos dentro, corrí para acceder al otro ascensor. Estaba bien esto de poder tener el control del sistema, cortesía de la seguridad del edifico gestionada por Vasiliev Holding.
En pocos minutos estaba saliendo del garaje del edificio en mi coche, con la señal de rastreo vinculada al GPS del vehículo. Estar atento al tráfico, a su conversación, y a Emil, era un juego a tres bandas al que estaba acostumbrado, la práctica me había convertido en alguien diestro en estos asuntos.
En cuanto escuché que la llevaba L´Ermitage me adelanté para buscar una posición de ventaja. Marqué el teléfono de Irina Hendricks para conseguir un trato de favor en el club.
—Viernes noche, seguro que quieres un reservado para impresionar a alguna chica. —Fue lo primero que me dijo Irina al descolgar el teléfono. Lo reconozco, no ha sido la primera vez que la llamo para algo como eso. ¿Han probado el sexo con alguien que acabas de conocer en un lugar lleno de gente? Algo de intimidad, zona exclusiva, algo de alcohol y tienes el coctel perfecto para triunfar esa noche. Luego, si te he visto no me acuerdo. Mis relaciones con las mujeres han sido siempre así, no pueden ser de otra manera, no puedo permitirme más.
—Paula se dirige hacia allí con un chico. Necesito una mesa junto a la que ellos van a ocupar para cenar. —No tenía mucho tiempo para explicarle el motivo, y tampoco ella tenía que saberlo todo, no al menos de momento.
—¿Tienes equipo de apoyo o necesitas algún respaldo? —Así era Irina, directa al asunto. Ella sabía de qué iban estas cosas.
—No estaría de más que tu equipo estuviese a mano si necesito a un hombre, pero no creo que haga falta, lo tengo todo cubierto. —Pero se podía mejorar. —Aunque… ¿Podrías conseguirme una acompañante que pueda repartir golpes? —Esperaba que entendiese que quería a alguien de seguridad que se hiciese pasar por mi acompañante durante la vigilancia.
—Le diré a Phill que lo tenga preparado para cuando llegues. ¿Tiempo estimado? —Miré a mi alrededor tratando de calcular.
—Hoy está algo lento el tráfico, pon que entre cinco y diez minutos. —Al menos tendría acceso al aparcamiento VIP en los sótanos del club, solo para familia y amigos.
—De acuerdo. Te esperamos.
Jordan
No podía creer lo que estaba viendo, la distribución no era igual a como venía en los planos. Me habría gustado curiosear un poco más, pero la puerta y pared de cristal de mi derecha tenían escrito bien grande “Zona restringida”. Dudaba mucho que el tipo que vigilaba al otro lado del pasillo viese bien que le hiciese una visita.
Así que me decanté por seguir con las instrucciones del tipo de la recepción de hall, y me dirigí a la zona de espera que tenía delante de mí, justo hacia la zona de las oficinas. Como esperaba no había muchas luces encendidas, algo normal un viernes a las 7 de la tarde. No había ventanas al exterior, así que me senté en uno de los butacones a esperar. Apenas había conseguido acomodar mi trasero, cuando Paula apareció.
—Hola, siento haberte hecho venir hasta aquí, pero tenía que atender un asunto importante para un cliente. —Llevaba uno de esos sencillos vestidos de ejecutiva en color negro, sobrios, pero que le hacían una figura espectacular.
—Ha merecido la pena. —El edificio, ella… había mucho para deleitar la vista.
—Podemos irnos. —No acercamos al ascensor. Me adelanté para apretar el botón de llamada, cortésmente.
—Así que… este es tu nuevo trabajo. —Señalé con la cabeza el pasillo que dejábamos atrás, justo para tropezar con alguien que se acercaba.
—Sí. Oh, Jordan, este es mi primo Fran, trabajamos juntos. —El tipo extendió la mano para que se la estrechase.
—Encantado de conocerte —le saludé.
—No seas malo con ella, o te meteré entre rejas. —El tipo lo dijo con una sonrisa, pero su mirada decía que no era broma.
—No te preocupes, está a salvo conmigo. —Le aseguré. No es que tendría en mente lastimarla, pero tampoco dejaría que nadie lo hiciese.
—Bien. —Las puertas del ascensor se abrieron y todos entramos. Mantuvimos un incómodo silencio durante el corto trayecto, menos mal que nosotros llegamos hasta el hall y él continuó hasta el estacionamiento subterráneo.
Cuando llegamos a la acera me dio por mirar sus pies. Aquellos tacones tenían que ser incómodos para caminar con ellos.
—He estacionado a unos 80 metros de aquí. Si esperas acercaré el coche. —Ella frunció el ceño.
—¿Por qué? Puedo caminar perfectamente. —Aquella respuesta no la esperaba.
—Pero llevas zapatos de tacón alto, será incómodo. —Ella se encogió de hombros.
—Si no pudiese caminar con ellos no los llevaría. 80 metros no son nada. —Ella no era como Bibian. Le tendí mi brazo para que se aferrase a él.
—Entonces vamos. —Traté de dar pasos pequeños y tranquilos para no forzarla.
—¿Y dónde vamos a ir a cenar?
—A L´Ermitage. —Ella alzó una ceja.
—Vaya, no te hacía de esos que van a ese tipo de sitios a cenar.
—Y no lo soy, me lo recomendó un compañero de trabajo. —Su ceja volvió a alzarse. No, tampoco era un sitio al que un peón de obra iría a cenar. —Dijo que era un buen sitio para llevar a cenar a una chica y luego bailar un poco. —Tuve que explicar.
—Supongo que lo es. —Con ella era fácil, se dejaba guiar no había que pelear constantemente sobre el dónde y porqué íbamos a uno u otro lugar.
Después de ayudarle a entrar en el asiento del acompañante, quizás me demoré un segundo más de lo habitual en ir a mi sitio. Ella olía de forma diferente, más suave, menos intensa y asfixiante. Lo que me hizo pensar en Bibian, y en que… Saturarse de perfume caro no era lo mejor para agradar a un hombre.
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