Luka
Cuando alguien piensa en prepararse para una pelea, en lo último que se ve es pegándose con su hermano pequeño en un cuadrilátero, pero era lo mejor que tenía a mi alcance. Y no lo digo porque estaría entrenando lejos de ojos curiosos, sino porque Grigor era algo más que un sparring, era una máquina de pelea. Los casi siete años que pasó en la cárcel le habían convertido en alguien duro, no solo por dentro, sino por fuera, y no sólo me estoy refiriendo a su aspecto.
Yo me creía en buena forma, pero él soportaba mis golpes con auténtica entereza, y eso que no me estaba conteniendo. Grigor esquivaba con una agilidad asombrosa para alguien de su tamaño, y encajaba como todo un profesional.
—¿Estás seguro que no quieres ir tú en mi lugar? —dije entre jadeos.
—Yo no soy el que quiere impresionar a su chica. —Se justificó antes de lanzarme un gancho de izquierda con muy malas intenciones. Por suerte mis reflejos también eran buenos, así que lo esquivé con una cinta hacia la derecha.
—Yo no quiero impresionar a Chandra. —mentí.
—Oh, sí que quieres. Además de que te dé unos cuantos mimos cuando vea tu cara magullada. Quieres alcanzar su corazoncito y que te premie con unos cuantos besitos. —Lancé mi puño directo a su cara, pero él lo esquivó, diría que con elegancia. No aprendió eso en el gimnasio del tío Viktor, y tampoco creo que enseñaran eso en la cárcel.
—¿Y qué hay de malo en eso? Voy a jugarme el físico por atrapar a ese canalla, al menos merezco una recompensa.
—Mas te vale no jugar con mi amiga, porque te romperé un par de huesos si la lastimas. —Su voz sonó seria, y aunque no podía ver totalmente su rostro por el casco protector, solo necesitaba ver sus ojos para advertir la amenaza en ellos.
—Sabes que yo no soy de los que juega, Grigor. Y menos aún lo haría con Chandra. No después de todo lo que ha pasado. —Bajé mis puños, gesto que imitó mi hermano.
—Espero que no estés pensando en hacerlo por lástima. Porque precisamente ella no es de las que aceptaría eso.
—¿Lastima? Chandra no me provoca lástima. —Me giré hacia el lugar donde había dejado mi botella de agua para darle un trago. Qué él pensase eso de mí me irritó, y mucho.
—Es que es lo que parece. La has tenido a tiro desde hace años, y no he visto ningún acercamiento de tu parte hasta ahora. Corrígeme si me equivoco, pero lo único que ha cambiado en estos últimos siete años ha sido el que ella esté metida presencialmente en un operativo de caza. Ya sabías que era lista y que tenía madera de luchadora, así que no puedes decir que no la conocías bien. El poderle ver la cara no debería cambiar nada. —Sus palabras me recordaron el trato que ellos dos tenían.
—Le pediste que me vigilara. —le acusé.
—No, le pedí que cuidase de ti, que es diferente.
—Soy un Vasiliev, aprendí a cuidar de mí mismo desde que cumplí los 15. —Que mi hermano pequeño pensase que necesitaba un ángel de la guarda era algo humillante. Sí, muchas veces nos vino de perlas, pero habríamos salido de esos líos de una u otra manera.
—Desde lo de Kiril no has vuelto a ser el mismo, Luka. Han pasado casi 8 años, y todavía sigues castigándote por un error que no cometiste.
—Eso no es asunto tuyo. —No quería discutir con Grigor sobre ello.
—Sí que lo es. ¿No ves que lo que te afecta a ti nos afecta a todos? Te hemos dado tu espacio para lamerte las heridas, Luka, pero ya va siendo hora de que afrontes la realidad. No eres responsable de todo lo malo que alcanza a los que están cerca de ti. No eres un adivino para saber lo que va a golpear a la familia antes de que ocurra, y no eres responsable de…
—¡Sí que lo soy! —grité para acallarle—Lo fui. —él no lo entendía— Si yo no hubiese estado tan cegado por el sexo yo…
—Tú nada. El que planeó todo orquestó un elaborado plan para alcanzar su objetivo, y lo consiguió. Pero respondimos y contraatacamos, eso es lo que hacemos los Vasiliev. No somos de los que acepta la derrota, luchamos hasta conseguir la victoria. ¿Crees que el tío Viktor, que papá, o que el tío Andrey se rindieron cuando me metieron en prisión? Nunca lo hicieron, siguieron peleando con todas las armas que tuvieron a su alcance hasta revertir el daño que hizo la Reina Roja. —Recordar todo aquel asunto me hizo sentir un escalofrío.
La Reina Roja ideó un retorcido plan para hacer daño a la familia, golpearla allí donde más duele. Atacó un punto débil, y todos peleamos por mantenernos en pie, pero el que resistió más que nadie fue él.
—La Reina Roja nos hizo mucho daño. —reconocí. Yo no ingresé en prisión como hizo mi hermano, pero sufría cada día, esperando esa maldita llamada a media noche que nos dijera que le habían matado.
—¿Crees que el tío Viktor se dedicó a deambular por garitos de mala muerte buscando carniceros con los que pelear? Sí, le dolió, y no solo en el corazón, sino en el ego. Se supone que él es el encargado de velar por todos nosotros, es nuestro protector, y fracasó. Pero eso no le apartó de la familia, al revés, buscó su apoyo para seguir peleando, y estoy seguro de que reforzó los puntos débiles que el ataque de la Reina Roja dejó al descubierto. Viktor aprendió y siguió adelante. Yo también lo pasé mal, pero no por ello voy a dejar que el pasado me atrape en un agujero en el que no quiero estar. Hay demasiadas cosas por las que quiero seguir adelante. —Grigor apoyó su mano sobre mi hombro, mientras sus ojos buscaban la comprensión en los míos.
—¿Intentas darme una lección de vida?
—Intento decirle a mi hermano que no puede dejar que los que le golpearon le ganen. Eres más fuerte que ellos, no puedes dejar que consigan lo que querían. —Antes no lo había visto de esa manera. Les estaba dando lo que habían ido a buscar. Secuestrar a Kiril era una manera de hacernos daño, y yo les estaba dando lo que habían buscado; destruir nuestras vidas.
—¿Has pensado en estudiar psicología? Podrías montar un despacho con Sheila. —Grigor me golpeó en el pecho con su puño.
—Prefiero centrarme en enseñarte a sobrevivir. —Hora de volver al ring.
—Yo creía que no lo estaba haciendo mal. —Choqué ambos puños y me lancé a la pelea.
—Tú peleas bien, pero tienes que hacerlo mejor si quieres salir ileso. Te enseñaré algunos trucos que aprendí en prisión. No soy muy limpios, pero tampoco es que César sea de los que cumple con las reglas.
—Son peleas clandestinas, Grigor. No hay reglas. —le recordé.
—Pues mejor me lo pones.
No lo vi venir. El primer golpe sí, lo que no vi fue el segundo, ese no me lo esperaba. Dolió, pero no tanto como a mi ego. Ser sorprendido por mi hermano pequeño era algo que no esperaba. Realmente Grigor tenía un par de trucos que enseñarme, trucos que estaba dispuesto a aprender para utilizarlos con nuestra serpiente; César.