Avalon
Dai, Dai. Me sonaba ese nombre, pero no podía encajarlo con un recuerdo. Estaba segura que lo había oído en boca de uno de los chicos, pero no sabía si era Owen o el mismo Adrik. Dai. ¿Celosa? Diría que sí, pero si podía ayudarnos con la adopción de Hana echaría a un lado esos sentimientos y la besaría los pies.
Tenía que reconocer que la chica era rápida. No había hecho más que mandarle la poca información que tenía y una foto de la niña, cuando recibí una llamada suya.
—Hola, Avalon. Soy Dai.
—Hola, Dai.
—¿Estás con Bianca y Santi en este momento? —Miré mi alrededor. Podía verlos. Estaban todavía junto al ventanal del nido de bebes, mientras escuchaban la explicación del enfermero con el que los había dejado.
—Los tengo cerca.
—Necesito que os reunáis en un lugar privado y pongas el altavoz. —quería hablar con los tres a la vez.
—Puedo hacerlo, ¿me das un par de minutos?
—No hace falta que cortes la comunicación, esperaré a que estéis preparados. —La llamada iba a salirle por un buen pico, pero si a ella no le importaba, a mí tampoco.
—Perdón, necesito hablar con vosotros dos. —Miré al enfermero, que asintió conforme.
—Les espero aquí. —Nos ofreció.
—¿Hay algún lugar donde podamos hablar en privado? —El enfermero movió ligeramente las cejas hacia arriba. Supongo que sería la versión coreana de un gesto de confusión.
—Allí. —Señaló lo que supuse era una sala de descanso. Ya saben, de esas donde hay una máquina de café, otra de bocadillos, y por supuesto algunos asientos.
—Gracias. —Tomé a cada uno de ellos por un brazo, y los llevé hasta el lugar más apartado que encontré.
—¿Qué ocurre?
—He pedido ayuda con el asunto de Hana, y antes de que me eches la bronca, será mejor que escuches a Dai. —Puse el teléfono entre nosotros. Habíamos creado una especie de burbuja a su alrededor, así que sería una conversación medio privada. Con lo que nos había costado conseguir a alguien que hablase inglés, sería demasiada coincidencia que de las otras 4 personas que había en la sala, una de ellas entendiese el inglés además de tener una estupenda audición.
—Vale. —Se adelantó Santi.
—Te escuchamos, Dai. —Le di pie a empezar.
—No voy a explicaros todos los pasos que hay que dar para adoptar un niño en Corea del Sur, baste decir que no cumplís con la mayor parte de los requisitos. No obstante, me he permitido decorar de forma creativa vuestra solicitud, que habéis tramitado hace más de dos años desde una agencia de adopción en los Estados unidos, justo un año después de contraer matrimonio. Espero que estos tres largos años de matrimonio satisfagan a las autoridades. —Pude ver los rostros confundidos de ambos, pero ninguno dijo nada. Eso quería decir que estaban conformes con todo lo que ella hiciese con tal de conseguir su objetivo.
—Solicitud de adopción desde agencia en Estados unidos y tres años de matrimonio, entendido. —Repetí en voz alta el resumen para que ellos entendieran lo que tenían que interiorizar.
—Mañana a primera hora tendréis que acudir a una cita con el agente que llevará vuestra adopción. Si pasáis la entrevista, cosa que espero gracias a los extras incluidos en vuestro expediente, la adopción puede ser efectiva en pocos días. ¿Cuánto tiempo vais a pasar en el país? —Santi miró a Bianca antes de responder.
—Iban a ser seis días, pero podemos alargarlo un poco más si fuese necesario. —Santi me miró a mí al pronunciar la segunda frase. La que tenía citas concertadas en laboratorios de la India era yo, por lo que mi agenda podía trastocar esos planes.
—Mis citas pueden cambiarse. Esto es más importante. —Le aseguré. Santi me agradeció con la mirada.
—Si me dices dónde y cuándo son esas citas, puedo encargarme de programarte unas nuevas. —Me sorprendía que hiciese ese ofrecimiento, pero no lo rechacé.
—Te pasaré los datos de mi agenda. Solo avísame con las nuevas fechas. —Le pedí.
—Espero que no se alargue mucho, no sé cuánto tiempo puedo estar lejos del trabajo. —¿Bianca estaba preocupada porque mi padre le despidiera?
—No te preocupes, yo me encargo de hablar con tu jefe y darte todo el tiempo que necesites. —Bianca me sonrió agradecida.
—Te lo compensaré. —dijo.
—De momento tienes una mesa en mi restaurante para que vayas a comer siempre que quieras, aunque sea todos los días. —Ofreció Santi. —Y por supuesto, lo mismo para ti, Dai.
—Gracias, guapetón. Pero el Fogón me pilla un poco lejos. —Que ella supiera el nombre del restaurante de Santi no me sorprendía. ¿Cuánta información habría manejado para tramitar todo aquello?
—Seguro que encontramos la manera de agradecerte.
—Ummm, ¿me permitiréis ponerle un segundo nombre? Se que el primero es Hana, pero…
—Hana Dai suena muy bien. —dijo rápidamente Bianca.
—Estaba buscando uno coreano, pero ¡diablos!, Hana Dai suena muy bien. —Se notaba en la voz de Dai que la idea la hacía mucha ilusión.
—La niña suele llevar el nombre de su madrina. —Dijo Bianca.
—¿Madrina? —Preguntó desconcertada Dai.
—Qué menos que llevar el nombre de aquella que la va a conseguir un nuevo y brillante futuro, ¿no te parece? —Añadió Santi.
—Me vais a hacer llorar… A lo importante. Mandaré los datos del lugar y hora de la entrevista. Y más os vale hacer un buen papel, porque ya no pienso dejar escapar a mi ahijada.
—Haremos todo lo posible. —Prometió Santi.
—Bien. Pues poneros a estudiar. Ah, y mandadme más fotos de mi niña. Tengo que hacerme un nuevo collage para el escritorio.
Cerramos la comunicación. Ya no podría odiar a esta mujer, aunque me empecinase en hacerlo. Era simpática, agradable y tenía un gran corazón. Y además lista, lo tenía todo. No podía culpar a Adrik por elegir a alguien así.
—Estás temblando. —Mis ojos fueron directos hacia las manos de Bianca, que Santi sostenía con cuidado mientras lo decía.
—Es la emoción. —confesó con una sonrisa. —¿De verdad puede hacer todo eso que ha dicho? —Más le valía, porque no podía emocionar a Bianca y luego dejarla tirada. Ella no merecía que jugasen con sus sentimientos de esa manera. Pero tenía que darle un voto de confianza.
—Es amiga de Adrik, así que supongo que sí. Y si no, puedo hacerle una visita. —Entrecerré los ojos para que entendiese mis intenciones. ¿Me habría salido igual que a mi padre? Papá solo tenía que poner esa cara y la gente temblaba, lo he visto.
Al final no tuve que prepararme para cumplir con mi amenaza. A mi teléfono no solo llegó el lugar y la hora de la cita con nuestro funcionario de adopciones, sino que también consiguió un intérprete para que estuviese presente para la entrevista. Tenía que reconocer que esta mujer estaba en todo. Y eso me hacía daño, porque si seguía así, yo misma acabaría envolviendo a Adrik en papel de celofán y le pondría un lazo para entregárselo. Ya me estaba odiando a mi misma por haberla odiado cuando Adrik pensó en ella mientras hablaba conmigo de nuestro problema. ¡Agh!, soy una mala persona, lo sé. Bueno, al menos tendría algo bueno en mi vida, alguien en quién volcar todo ese amor que no podía compartir con él. Hana se convertiría en mi persona favorita para achuchar.
Como tres zombis nos dirigimos de nuevo hacia la cristalera desde la que se veían a los bebes en sus cunas. Casi nos faltó pegar la nariz al cristal mientras la observábamos.
—Voy a enviarle la primera foto a su madrina. —Dijo Santi mientras le sacaba una foto.
—Te pasaré su número. Ahora vais a estar en contacto con frecuencia.
—Yo también lo quiero.
Con rapidez envié el número a ambos, y me puse a sacarle fotos a nuestra niña. Cada imagen me hizo prestarle más a tención a esa pequeña porción que de su rostro que le faltaba. Cuando creciera, los niños iban a ser muy crueles con ella. A menos…
—Tranquila, pequeña. La tía Avalon va a solucionarlo.
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