Luka
Podía oler su piel a aquella distancia. Solo unos centímetros con los que no podía notar su calor, pero eran suficientes para mí. Por fin dormiría junto a Chandra, y esta vez iba a ser consciente de todo.
—¿Luka? —dijo ella.
—¿Sí? —respondí.
El colchón se movió cuando ella se dio la vuelta, para que en vez de tener su espalda ante mí, fuese su rostro el que viera. Aunque nos rodeaba una confortable penumbra, podía distinguir sus rasgos perfectamente. Sus ojos se movieron nerviosos, como si no se atreviese a mirarme directamente. Volvía a ser la chica tímida que no se atrevió a mirarme cuando me metí bajo las sábanas antes que ella. Ya me había visto sin ropa aquella noche en su apartamento, no entendía aquel azoramiento por verme casi desnudo. Ya dije que acaba de mudarme, apenas había traído cosas, y tampoco es que yo usara pijama, así que tendría que acostumbrarse a verme dormir en calzoncillos. Sí, lo he dicho bien, acostumbrarse, porque yo también tenía un plan a parte del que teníamos entre manos, y era conseguir que cayese rendida en mis brazos tarde o temprano.
—Gracias por ayudarme.
—No diré que es un placer porque van a machacarme la cara, pero no me lo perdería por nada del mundo.
—No tienes por qué hacerlo. De hecho, tiene que haber otra manera —Podía intuir la preocupación en sus ojos. ¿No era tierna? Mis dedos se atrevieron a tocar su suave rostro, apartando un mechón rebelde que alteraba su perfección.
—Nunca he peleado con él, nunca he estado tentado a hacerlo. Pero sí que nos hemos cruzado entre peleas, y lo que he podido ver ha sido suficiente para saber que no hay otra manera si queremos pillarle con la guardia baja.
—Vas a enfrentarte a él, no le vas a pillar con la guardia baja.
—Él espera una pelea, irá pensando en machacarme y en cualquier contrariedad que pueda surgir en un encuentro como ese, pero no se esperará el resto. —Apenas había planteado mi estrategia frente al grupo, así que no podía entender todos los detalles que había que tener en cuenta solo para llegar a César. Con una familia como la suya, estaría pendiente de cualquier pista que indicase peligro. Pero una pelea… él ya asumiría la mayor parte de lo que ocurriría a su alrededor como normal.
—Sigue sin gustarme la parte en que te dejas golpear por ese animal. —bufó al decirlo.
—Llevo mucho tiempo preparándome para algo como esto. Sé lo que puedo encontrarme, y sé como evitarlo. —al menos la mayor parte de ello.— Y ahora tengo la mejor de las motivaciones para salir de ahí de una pieza. —Mi pulgar se deslizó por su mejilla con delicadeza. ¿Entendería alguna vez que dejaría que me destrozasen por ella? Esto era por su cordura, por la necesidad de sanar esa herida que la consumía lentamente. Si podía ser el causante de que esa herida comenzase a cerrar, sería capaz de soportar cualquier dolor. Oh, mierda. Ya estaba perdido, y acababa de darme cuenta de que tampoco me importaba haber caído en esa trampa.
—¿No puedo persuadirte para que no lo hagas? —pidió con voz suave. ¿Cómo resistirme a eso? Me incliné hacia ella y besé sus labios con cuidado, como si soplase sobre las alas de una mariposa.
—Ese hombre te lastimó, Chandra, y voy a hacerle pagar por ello, me da igual el precio que tenga que pagar. —Sentí como el cuerpo de Chandra se acercaba, sus brazos aferrándome por la cintura, mientras colocaba su cabeza bajo mi barbilla.
—A mí si me importa ese precio. —susurró contra mi pecho. ¿Cómo no abrazarla?
—Te prometo que tendré cuidado, será un riesgo controlado.
—Es una contradicción en sí mismo, si es arriesgado, el control no existe.
—Cuando un patinador realiza un Axel sabe que es peligroso, que puede caer y romperse un hueso, pero asume el riesgo, porque tiene el control de sus movimientos en todo momento. Eso es un riesgo controlado.
—Sigue sin gustarme. Además, ellos son atletas de alto nivel, entrenan constantemente para conseguir esas piruetas.
—Yo llevo años entrenando para este momento, Chandra. Y no soy un profesional, pero podría decirse que estoy al nivel que exige esta misión. —Escuché su suspiro cuando finalmente se dio por vencida.
—Si te noquea, subiré a ese ring y le haré besar el suelo. —Eso me hizo reír. Mi chica podría hacerlo, tenía las pelotas, lo de meterse en el cuadrilátero quería decir, aunque dudo que pudiese si quiera rozar a César.
—Deja que eso lo haga yo, tú no podrías.
—Oh, si que podría, solo tengo que darle una buena descarga con una pistola Taser. —Solté una carcajada al escuchar esas palabras de su boca. Podría no ser fuerte, pero era chica con recursos.
—Eso sí que lo dejaría KO. —Ella asintió satisfecha; sentí el movimiento bajo mi barbilla.
—Duérmete, mañana hay que madrugar.
—Si, señora. —Besé su cabecita y cerré los ojos.
Chandra
No recuerdo la última vez que dormí tan bien. Quiero decir, que no tuve pesadillas, ni me moví en la cama como un perro tratando de librarse de sus pulgas. La cercanía de Luka me transmitía clama. Era como si sentir su calor me diera la seguridad que todas las medidas de protección de mi apartamento no acababan de darme.
No tenía idea de qué hora era, pero estaba muy a gusto en aquella enorme cama. ¿Enorme? Mis piernas y brazos estaban extendidas tanto como me era posible, parecía una estrella de mar gigante, y eso no era posible, porque tendría que estar limitada por el enorme muro de hormigón que era Luka. Parpadeé varias veces hasta que mis ojos finalmente se abrieron al nuevo día.
El ruido de agua cayendo me indicó que la ducha estaba abierta, y que había alguien moviéndose bajo esa cascada. No tardó casi nada en dejar de escucharse ese familiar sonido, lo que me hizo centrarme en la puerta del baño. Esto de tener un baño en suite tenía sus ventajas, como el ver a Luka recién salido de la ducha. Clavé los dientes en mi labio inferior, impaciente por ver aquella imagen onírica con la que había fantaseado en más de una ocasión. Vale, la más reciente esa misma noche. ¡¿Qué?!, esos abdominales merecían un sitio de honor en mi memoria.
—Buenos días. —saludó nada más verme.
—¿Qué hora es? —Podía alzar mi mano y comprobarlo por mi misma en el reloj de mi muñeca, pero no podía apartar la mirada de ese cuerpo húmedo. ¡Dios!, estaba para comérselo.
—Pronto para ti y algo tarde para mí. —Él sí que conocía mis horarios. Normal, en mi trabajo las horas del ocio de los demás marcaban mis turnos. Madrugar no madrugaba mucho, pero sí que trasnochaba.
—Dame un par de minutos, me visto y te invito a desayunar. —Él se sentó a mi lado y me impidió incorporarme, pero no utilizó sus manos para hacerlo, sino su cuerpo suspendido sobre el mío. Las gotitas de agua que resbalaban de su pelo golpeaban en mi rostro, pero no me importó. Por tenerlo así de cerca valía la pena cualquier tipo de incomodidad.
—Tendremos que aplazar ese desayuno para otro día.
—Vale. —cedí con rapidez. ¿Iba a besarme? Porque esta escena merecía un beso de buenos días. Pero no, él se impulsó para ponerse de nuevo en pie e ir hacia una cajonera para sacar unos calzoncillos limpios. ¿Moverme? No con aquella representación frente a mis ojos.
Fue rápido. Cayó la toalla al suelo, y se enfundó la ropa interior con una rapidez que me dejó asombrada. Ah, pero estaba lo suficientemente atenta como para grabar cada detalle en mi mente.
—Quédate todo el tiempo que necesites. Cuando te vayas solo cierra la puerta de tras de ti. —Luka iba caminando de aquí para allá mientras se vestía. Iba a ser imposible que saliera de allí en un buen rato, ese espécimen había encendido una caldera que tenía que hornear un bollo como fuera.
—De acuerdo. —Mi cabeza cayó de nuevo a la almohada, que aferré a ella para inhalar su olor en cuanto salió del cuarto.
Ah, pero lo mejor vino después, cuando escuché como cerraba la puerta al irse. Ya que él no iba a darme lo que necesitaba, tendría que hacerlo por mí misma. Hacía una eternidad que no recurría a este tipo de “trabajos manuales” para “relajarme”, pero estaba claro que no había olvidado como se hacía. Solo esperaba que Luka no tuviese cámaras dentro de la habitación, porque si las revisaba, iba a darle un buen espectáculo.
Pero el traidor de mi cuerpo me recordó que no era lo mismo imaginármelo que vivirlo, y para muestra sus labios. No había sido lo mismo soñar con sus besos que saborear su boca. Definitivamente, tenía que hacer algo al respecto.