Avalon
No es lo mismo viajar en un avión privado que en una línea comercial, aunque lo hagas en business class. Vale, un avión grande te hace sentir más seguro cuando cruzas el Pacífico, pero pierdes intimidad cuando viajas con tanta gente extraña.
—¿Te encuentras bien? —Giré la cabeza para responder a Bianca.
—Sí, solo estaba pensando. —Debí de haberme puesto los auriculares para no levantar sospechas, así parecería que realmente estaba prestando atención a la película que nos habían puesto en el avión. Pero estaba en japonés, no es que me fuese a enterar de algo.
—¿Vas a contármelo o tendré que golpearte hasta que lo hagas? —Alcé una ceja hacia ella. Bianca no golpearía ni a una mosca.
—¿Lo harías?
—Bueno, le diría a Santi que lo hiciera. —El aludido no se enteró de nada. La película le había dejado frito. —Tampoco haría eso, y lo sabíamos los dos.
—Anoche hablé con mi padre. —Ella movió la cabeza como si entendiera.
—¿Algo malo?
Miré a mi alrededor antes de empezar a contarle lo que había ocurrido con Poe y mi tesis. Después le expliqué lo que Adrik me había contado, las noticias de la prensa que había leído y después la conversación con mi padre.
—Vaya.
—Tengo ganas de destrozarlo, pero no quiero que ese tipo siga destruyendo todo aquello que me hace feliz. Ahora estoy en este viaje, estoy disfrutando, y no quiero interrumpirlo a menos que sea algo ineludible.
—Cómo te gustan las palabras rebuscadas. —Hice un movimiento con la mano para quitarle importancia.
—Tú me has entendido.
—Seguro que mi hermano puede retorcerle las entrañas sin necesidad de que estés presente. —No entendí muy bien.
—Querrás decir mi hermano. —Sin contar a mi padre, ellos dos podrían ponerse realmente intensos si la situación lo ameritase. Otra vez con las palabras retorcidas, menos mal que Bianca no me había escuchado esta.
—¿Has olvidado que mi hermano y mi prima son los abogados de tu padre? —Golpeé mi cabeza con la mano. Seguro que me lo había dicho en alguna ocasión, pero…
—Lo había olvidado, sí. —Bianca negó repetidamente con la cabeza.
—No puedo contigo. Eres capaz de recordar nombres de enfermedades retorcidamente raras, incluso datos que manejaste 6 meses atrás, pero cuando el dato se aleja del tema médico, tienes menos memoria que un pez. —No podía decirle que simplemente no lo recordaba porque pensaba que no que era algo importante. Ya saben, como la profesión del padre de un compañero de clase, ¿de qué me servía recordar si la madre de Cole Panticopoulus era esto o aquello? Pero tenía razón, lo de su hermano era diferente, porque él y su prima trabajaban para mi padre.
—Ya sabes que mi cabeza no procesa la información de forma normal. —El orientador de mi colegio lo llamaba pensamiento lateral, creo. No es más que una habilidad que nos permite buscar soluciones novedosas a los problemas de una manera creativa. En mi caso se sumaba a una particular discriminación de la información, lo que era importante recordar, y lo que no.
—Pues esto vas a tener que recordarlo, porque si no me equivoco, vas a trabajar con Fran en este asunto de Poe.
—Sí, señora. —No sé por qué respondí de la misma manera que hacía Adrik, algo que nos hizo sonreír a ambas.
La señal de atarse los cinturones se encendió, al tiempo que por la megafonía avisaban de nuestra inminente llegada al aeropuerto de Incheon, en Corea del Sur. No es que fuese la parada que más me entusiasmase, aunque había un laboratorio que estaba trabajando en clonaciones que tenía buena pinta. Yo no iba a dedicarme a clonar mascotas como ellos, aunque había escuchado que con caballos de carreras tenían un buen filón allí. A mí me llamaba más la atención la clonación de especies extinguidas como los mamuts, dodos…Ese sí que era un trabajo interesante, porque la complicación… Lo siento, es que cuando algo me apasiona no puedo parar.
Como decía, estábamos llegando a Corea del Sur, la anterior parada antes de la India y el laboratorio con el que Drake me había conseguido una cita. Y no voy a aburrirles con lo que iba a ver allí, pero sí les diré que me interesaba mucho más.
La mano de Bianca fue directa a su estómago cuando empezó el descenso. No pude evitar fijarme en que su rostro se había puesto pálido. La pobre lo estaba pasando mal con el embarazo.
—¿Otra nausea? —Ella asintió sin decir nada. —En cuanto aterricemos se pasará rápido. —Tomé su mano para apretarla e infundirle ánimo. Santi tomó su mano al otro lado, tratando de hacer lo mismo.
—Si necesitas vomitar, estoy preparado. —Levantó una bolsa que tenía en la otra mano. Bianca negó con la cabeza, pero tenía cara de estar aguantando como una campeona por no hacerlo.
El tránsito en el aeropuerto fue rápido. Recogimos nuestras maletas, tomamos un taxi para ir al hotel, y nos pusimos a deshacer las maletas. Les sugerí que nos tomáramos nuestro tiempo para ir a comer, ya que así el estómago de Bianca se habría asentado un poco más y toleraría mejor la comida. Evidentemente me di cuenta de que no había sido suficiente, cuando en nuestra primera visita, Bianca echó a correr a un baño.
—¿Te sientes mejor? —Qué estupidez, claro que no se sentía bien, pero el vómito sería un alivio pasajero. Esperé al otro lado de la puerta del retrete la respuesta de Bianca.
—Creo que sí. —No tenía buena cara.
No tenía que haber dejado que viniesen conmigo, esta visita podía haberla hecho yo sola, y así dejar que Bianca posase su revuelto estómago al menos por lo que quedaba de día. Pero claro, era una visita a un hospital, y Bianca estaba muy interesada en ir. Quería conocer el método de trabajo de un hospital en este país. Bueno, le interesaba el funcionamiento de todos los hospitales que encontrásemos en nuestro viaje. Como ella decía, podemos encontrar pequeños o grandes cambios con lo que mejorar el nuestro. Estaba empeñada en convertir nuestro laboratorio y el pequeño hospital Bowman en el mejor del país. No quería decirle que lo tendría difícil, porque ya solo con ver el hospital de la familia Vasiliev en Las Vegas…
—Tal vez en la planta de ingresos de gestantes encontramos algo que te alivie esas nauseas. —Seguramente podría convencer a algún ginecólogo para que le diese doxilamina o piridixina.
—No te preocupes, pasará. —Intentó zafarse Bianca.
—Haz lo que te dice. —Ambas giramos la cabeza para ver a Santi parado en el umbral de la puerta del aseo de señoras, vigilándonos. Al menos él estaba de mi parte.
—Está bien. —Cedió finalmente.
Salimos del baño y empecé a preguntar al personal que pasaba a nuestro lado, pero fue difícil que me entendieran. No todos sabían inglés, diría que muy pocos, y mucho menos lo suficiente como para entenderme. Pero como decía mamá, con perseverancia todo se consigue. Primero conseguimos llegar a la planta de pediatría, luego encontré un enfermero que dominaba el inglés lo suficiente como para entender lo que necesitaba. Él no podía dar la orden de facilitar el medicamento que le solicitaba, así que fuimos a buscar a un especialista que sí pudiese darme la receta.
Por suerte, el médico me indicó insistió en que no podía darme ninguna medicación sin antes ver a la paciente. Tengo que reconocer que eran severos, no recetaban así como así, pero al menos nos dio una solución rápida. Aunque lo que más me ofendió era esa desconfianza sobre mi diagnóstico.
Salimos el médico, el enfermero y yo del despacho para buscar a Bianca. No estaban muy lejos de donde los dejé, pero sí que me llamó la atención la forma en que miraban al otro lado de la mampara de cristal. Cuando me acerqué a ellos supe por qué estaban atrapados. La sala que contemplaban era la de neonatología. Casi con orden militar, los bebes estaban acomodados en pequeñas cunas. El mayor imán para una embarazada.
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