Adrik
Tres días casi sin dormir, o haciéndolo en períodos de dos o tres horas, acaba destrozando a cualquier persona. Mi cabeza no estaba tan despejada como debería. No sé a quién le oí, que tu cerebro funciona igual de lento por falta de sueño que por una buena borrachera.
Cuando recibí la llamada de Alex estaba en uno de esos incómodos descansos dentro de mi coche. Tenía que hablar seriamente con los chicos para hacer algunas modificaciones en el diseño. Unos asientos totalmente reclinables, y adaptados ergonómicamente, podían ayudar mucho en una guardia como la que estaba teniendo. Como decía, esa llamada me pilló en mi descanso, por lo que no fui precisamente muy rápido a la hora de prepararme. Cuando hablas con Alex, tienes que tener el cerebro a pleno rendimiento, porque si no, no puedes seguirles el ritmo a sus pensamientos.
—Buenos días. —Creo que mi voz sonó algo pastosa al saludar.
—¿Te pillo en mal momento? —Podía notar el tono sarcástico y divertido en su voz.
—Malo no, pero puede que en este momento no me caigas bien.
—Supongo que todavía no has echado un vistazo a la prensa local.
—No estoy en Chicago en este momento. —No le dije dónde estaba, solo le envié un mensaje diciéndole que estaba ocupado con un asunto de mi familia.
—El plumilla está en primera página. —Eso quería decir que el escándalo había sido lo suficientemente grande como para levantar mucho revuelo en las altas esferas sanitarias. El redactor jefe del periódico no le habría dado tanto protagonismo, si no pensase que fuese algo muy jugoso.
—Ha tardado poco. —No me sorprendía, casi le di todo el trabajo hecho, solo tenía que verificar las fuentes y redactar el artículo. Apenas le llevaría dos o tres días de trabajo. Habían pasado 4 desde que le hice llegar nuestro dosier, así que se tomó su tiempo. Tal vez estuvo confirmando todo con más cuidado, porque desconfiaría de esa fuente anónima. Aunque normalmente un buen artículo periodístico de investigación podía suponer meses.
—Emil ya está trabajando con las redes sociales, inundándolas con pequeños retazos de información incriminatoria. En unas horas la presión social no le dejará ni salir a la calle. —podía notar el tono afilado en la voz de Alex. No es que estuviese disfrutando demasiado de toda la situación, lo que ocurría es que había estado esperando este momento con ganas. Alex no es de los que se demora demasiado en actuar, y tener que dejar su venganza en manos de otro seguramente le había impacientado. ¿Sería de los que se muerde las uñas?
—¿Vas a llamar a Avalon para comentárselo?
—Se supone que yo no sé nada del asunto, así que no. Pero en cambio tú… —Bonita manera de pasarme la patata caliente.
—De acuerdo. Comprobaré la hora de Japón y la llamaré. —Eso sí, antes me leería toda la prensa, para darla solo los datos que estuviesen en circulación, y por supuesto me tomaría un buen café cargado para no parecer una medusa flotando en la marea, ya saben, lento y gelatinoso.
—Cuando regreses a Chicago hablaremos sobre todo esto. —Eso quería decir que todavía no habíamos terminado con Poe.
—Te avisaré cuando llegue. —Cerré la comunicación con Alex. —TAV, quiero ver todo lo que haya en la prensa digital sobre el doctor Poe de Chicago.
—Enseguida, Adrik.
—Y búscame un buen lugar donde desayunar que no esté demasiado lejos.
—Buscando en un radio de 10 kilómetros.
—Quiero la hora de Tokio en pantalla. ¿Alguna novedad con el caso de los delegados de la ONU? —Los que habíamos pillado infraganti eran dos delegados del consulado de Bielorrusia. Los muy cabrones habían aprovechado el mal tiempo, para justificar su imposibilidad de volar a sus países desde Nueva York, y de esa manera regalarse una noche de juerga con prostitutas de lujo, suministradas por los contactos de la reina roja si no me equivocaba. Los puteros no suelen cambiar de hábitos.
—El segundo delegado también tiene programado un vuelo a Europa este mismo medio día. —Eso me frustraba.
—De acuerdo. Entonces de momento hemos terminado aquí. Deriva a Las Vegas toda la información que hemos recopilado y los números que hemos rastreado para que hagan el seguimiento desde allí. —Colarme en el edificio y colocar un dispositivo rastreador en el HUB de comunicaciones no había sido muy difícil.
—Ya tienes toda la prensa filtrada en tu teléfono. —Así daba gusto, no tenía que perder el tiempo apartando noticias que no eran interesantes.
—Perfecto.
—Encontrado un obrador de pastelería con bollos recién sacados del horno. Cuentan también con café y chocolate para llevar. —Vi la imagen del local impresa en la ventana frontal.
—Ve haciendo un pedido y llévame allí. —El coche empezó a moverse para adentrarse en el tráfico.
—¿Dos bollos y un café cargado? —Amo a esta máquina.
—Que sean tres bollos y chocolate. Quiero dormir un poco de vuelta a Chicago.
—Pedido realizado. Recogida en 12 minutos.
—Ve mostrándome las noticias de Poe en la pantalla principal, así aprovecharé ese tiempo. —Por no añadir de que mis ojos sufrirían al leer en la diminuta pantalla del teléfono. Mucho mejor en pantalla grande, dónde va a parar.
Ya tenía la mitad de las noticias revisadas cuando recogí mi pedido, y el resto lo terminé mientras engullía mi desayuno. Básicamente todas hacían referencia a lo mismo, aunque seguían apareciendo noticias de última hora que ampliaban lo que ya sabía.
Con el estómago lleno y la tarea hecha, ya estaba preparado para llamar a Avalon y darle la noticia. Eran las 7 y cuarto de la mañana en Chicago, una hora más en Nueva York, y las 22:15 en Tokio. Esperaba que Avalon no estuviese dormida, así que probé a enviarle un mensaje.
—¿Estás despierta? —Esperé unos minutos.
—Sí. ¿Ocurre algo?
—No me despedí cuando me fui de Miami. Espero que no estés enfadada conmigo. —Esta vez tardé más en recibir respuesta.
—Supongo que tenías algo importante que hacer estos días. —Era retorcida. Me acababa de recriminar que no hubiese contactado con ella antes.
—¿Puedo llamarte?
—Sí. —Tardó demasiado en contestar esa simple sílaba.
Apreté el botón de llamada y esperé. Ella tomó la llamada al tercer toque.
—No tienes que explicarme nada. —Ni siquiera un “hola”, ella fue directamente al grano.
—Era y es importante, pero no puedo contarte. —Escuché su suspiro al otro lado.
—Lo imaginaba.
—¿Lo estás pasando bien allí? —No quería empezar la conversación mencionando a Poe.
—Me agobia un poco la aglomeración de gente, pero los laboratorios merecen la pena. No existe gente más metódica e higiénica que un japonés. —Esa era mi chica, directa al asunto.
—¿Y tus compañeros de viaje?
—Santi nos está arrastrando por los circuitos poco convencionales, dice que quiere saborear las raíces, no solo la comida comercial. Está disfrutando como un niño. Bianca no tanto. La pobre está pasándolo mal con el embarazo. —Ahora que habíamos tocado un punto que no era todo felicidad, era el momento de atacar.
—Quería comentarte algo, para que estés preparada antes de que te salpique y tengas que explicarles a tus padres.
—¿De qué se trata? —Pude notar la preocupación en su voz.
—Está mañana ha salido una noticia en la prensa que puede implicarte.
—¿Quieres dejar de dar vueltas? —Me gritó irritada.
—Han publicado un artículo sobre el doctor Poe. Al parecer ha robado el trabajo de varios de sus alumnos o becarios a lo largo de unos cuantos años. —Esperé su reacción, pero tardó unos largos 10 segundos en llegar.
—No fui la única.
—Al parecer no. Por lo que he leído hay algún caso de al menos hace 12 años.
—Si tienes los enlaces de la prensa ¿podrías enviármelos?
—Claro, pero eso no es lo más importante.
—¿No lo es?
—He escuchado que van a abrir varias investigaciones para aclarar todos los casos, y el fiscal está decidido a hacerle pagar por lo que ha hecho. Es probable que acaben llamándote para testificar en contra de Poe.
—Tendré que buscarme un abogado.
—Por eso no te preocupes, seguro que tu padre pone a los Di Ángelo a trabajar en ello en cuanto se entere.
—¿Sale mi nombre en la prensa?
—De momento el periodista no ha dado nombres, pero si el fiscal mete la mano, seguramente tenga que darle los nombres de las víctimas.
—No pienso interrumpir nuestro viaje por culpa de ese cretino. Firmaré un poder si en necesario para que el abogado actúe en mi nombre. —La entendía, ya había perdido demasiado.
—No creo que haya ningún problema. Además, si tienes que declarar, siempre puedes hacerlo por video llamada.
—Bien.
—¿Prefieres que se lo comente yo a tu padre? —Aquel “bien” me decía que no le agradaba la idea de meterse en todo este asunto.
—¿Lo harías?
—Conozco el caso un poco por encima, puedo abrir esa puerta. Pero seguramente habrá cosas, pruebas, que necesitará recopilar el abogado para presentarlo en la demanda.
—Está todo clasificado en mi ordenador, te enviaré las claves. No tendréis problema en buscar, porque básicamente es lo único que hay almacenado en el disco duro.
—No te preocupes por ello, Emil se encargará de tratarlo con cuidado.
—Bien.
—Va a pagar por lo que ha hecho, Avalon. Tu padre se encargará de hacerle todo el daño que pueda.
—Gracias por avisar.
—Tenía que hacerlo.
—Y gracias por guardarme el secreto, al menos hasta ahora.
—Por ti haría cualquier cosa. —¡Mierda!, aquella confesión no podía llevarla a pensar que sentía algo por ella. —Menos afeitarme la cabeza… O depilarme las cejas. Tampoco quiero perder ninguna parte apreciada de mi anatomía. ¿Puedo retirar mi ofrecimiento?
—Idiota. —Lo dijo sonriendo. Bien, había salvado el momento.
—Te mantendré al tanto de todo.
—Gracias.
—Te dejo, tengo que ponerme a trabajar.
—Eres un hombre muy ocupado.
—Hago lo que puedo.
—Buenas noches.
—Descansa.
—Haré lo que pueda. —Ella era así, devolviéndome la broma, aunque a su manera. ¿Cómo no amarla?
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