Jordan
No habíamos hecho más que sentarnos en la mesa y ya tenía ganas de irme, y no era por el ambiente del local, o que tuviese prisa, sino que no me sentía cómodo, y estaba convencido de que era por la compañía ¿Desde cuándo Bibian me producía esta sensación? Puede que fuese todo el asunto que estaba haciendo para Ernest, fingir lo que no soy, mentirles a todos, lo que no me hacía estar a gusto dentro de mi piel.
—¿No te gusta el carpaccio de salmón? —Normal que Bibi lo preguntara, no hacía más que darle vueltas con el tenedor al mismo trozo.
—Sí, está delicioso. —Pinché el trozo de pescado con fuerza y lo metí en mi boca.
—Ya sé que este sitio no tiene el mismo nivel que el club de la marina, pero está cerca de las oficinas de papi, y como luego quiere que nos acerquemos, pensé que este sitio no estaría mal. —Elevó el hombro mientras miraba alrededor.
El sitio era refinado y los precios no es que fueran populares, pero las mesas estaban casi todas llenas. Muy del tipo que le gustaba a Bibian, aunque no así la clientela. Allí había muchos hombres de negocios, e incluso mujeres, pero el ambiente era más profesional de lo que le gustaría a mi acompañante. Bibi era de las de mostrarse al público, es decir, los lugares donde podías mostrar tu último modelito de ropa, accesorios caros y modales elitistas. Vamos, los lugares donde la gente de clase alta iba a ver y que la vieran.
—Creí que querrías pasar conmigo todo el tiempo que estaría aquí. —Sopesé si debería comerme el tomate cherry que habían cortado con cuidado convirtiéndolo en una flor. Normalmente no lo haría, era decoración, pero ahora no desperdiciaba nada que pusieran en mi plato y pudiese comerse. Pagar por comida que se iba a tirar me parecía un desperdicio en sí mismo.
—Papi dijo que quería verte. —Finalmente pinché la flor de tomate y me la metí en la boca.
—Y hay que tener contento a papi. —Sus cejas se fruncieron ligeramente.
—¿Qué quieres decir? —No sé porqué dije aquello, pero tenía que salir de aquel agujero rápidamente.
—Que tengo que tener contengo a mi futuro suegro si quiero seguir con su hija. —No sé lo que la hizo sonreír, si la mención al matrimonio, o al hecho de que por ella estuviese dispuesto a tener contento al resto de su familia.
—Eres un encanto. —Su cuerpo se inclinó hacia mí buscando que la besara. Así que dócilmente me incliné hacia ella para terminar de recorrer la distancia que nos separaba y besar sus labios como ella quería. Esos sí, ligeramente para no robarle el carmín.
—Por eso me quieres. —Traté de sonreír, pero me costó conseguir que fuese natural, me sentí algo forzado.
Terminé rápidamente con mi comida, es lo que tiene acostumbrarse a almorzar a pie de obra un bocadillo, y que las raciones fuesen más grandes que lo que te ponían en el plato en estos sitios. Si, estaba bueno, pero un hombre que trabaja con sus manos necesita más energía para seguir funcionando.
Esperé pacientemente a que Bibian terminase su ensalada, y después pedí la cuenta. Sabía que ella no comería más, ni siquiera postre. Las chicas y su obsesión con conservar la línea. Bueno, no todas las chicas… Paula se pidió un helado de dos bolas aquel día que… Sacudí la cabeza para sacármela de ella. No podía estar pensando en otra chica cuando estaba con mi novia.
Después de pagar la cuenta salimos del restaurante. Miré a ambos lados tratando de ubicarme, si no me equivocaba, la oficina del padre de Bibian estaba a una manzana y media de distancia. Ir dando un paseo habría sido lo más cómodo, incluso rápido, pero solo necesité darle un vistazo a sus zapatos para saber que eso no iba a ser posible. ¿Bibian caminando dos manzanas con eso en los pies? Los zapatos eran bonitos, pero dudaba mucho de que fuesen cómodos. Pero lo intenté.
—¿Qué te parece si vamos caminando? La oficina queda cerca. —Antes de terminar la primera frase ya pude ver una expresión de horror en su cara.
—¡Ni loca!, estos zapatos no se crearon para caminar. —¿Entendía ella la ironía de esa frase?
—De acuerdo, vamos por el coche. —Su sonrisa creció al tiempo que sus manos aferraban mi brazo de forma cariñosa.
Después de sacar el coche del aparcamiento, avanzar el breve trayecto, y buscar un sitio para estacionar, finalmente llegamos, o mejor dicho, lo hice yo, porque tuve que dejar que ella se apeara en la entrada para después yo buscar un lugar donde aparcar.
Una vez que llegamos a la oficina, nos encontramos con que no solo era su padre el que me esperaba, sino que lo hacía en compañía de Ernest. Como sospechaba, no solo querían hablar de mi trabajo, sino que querían verme la cara cuando lo hiciéramos. ¿Deshacerse de Bibian? En cuanto su padre le dijo que su chofer la esperaba para ir de compras ella despareció. Me cambió seguramente por unos zapatos nuevos.
—¿Y bien? —Ernest siempre ha sido de los que va al grano.
—No tengo nada nuevo que contaros. —Ernest asintió como si comprendiera.
—Entonces esta vez será nuestro turno de ponerte al día con lo que hemos averiguado. —Me senté en el sillón que me indicaban y esperé.
—Soy todo oídos. —Ernest sonrió como el gato que se comió al canario.
—Sabemos lo que fue a hacer tu arquitecto a Chicago. —Eso me intrigaba, sobre todo porque no me encajaba el que Paula estuviese con él. Se suponía que era abogada, ¿qué hacía en chicago con un arquitecto? ¿Problemas con algún proyecto?
—Habéis sido rápidos. ¿Tu hombre rastreó su teléfono o algo así? —A estas alturas no me sorprendía que el investigador de Ernest se saltase más de una ley para conseguir lo que quería.
—Algo más sencillo, solo tuvo que acercarse a las dependencias municipales para buscar algún proyecto de obra con la firma Lehao. Como imaginarás no hay muchos arquitectos con ese apellido. —Rastrear sus proyectos en Miami fue fácil, en Chicago sería lo mismo.
—¿Y qué encontró?
—Podría desentrañarte toda la lista de empresas, pero para ir directos al grano, te diré lo importante: Alexander Bowman. Y antes de que lo preguntes, sí, es un tipo importante en Chicago, pero además tiene una gran cantidad de activos que lo respaldan. Resumiendo, es el tipo de cliente que nos interesa atrapar. —Ya sabía lo que eso quería decir.
—No tenemos contacto con contratistas de la zona, y sería muy caro enviar algún equipo con el que solemos trabajar aquí. —Pero la sonrisa de Ernest me decía que eso no le detendría.
—He visto las especificaciones del edificio, los materiales son de la mejor calidad, se nota que ahí hay dinero para gastar. Solo con rebajar un tercio las calidades sacaríamos un buen pico. —En otras palabras, engañar al cliente diciéndole que has utilizado lo mejor y no ser verdad. La mayoría de las constructoras lo hacían, así es como se consiguen beneficios.
—Entonces vas a hacerle una oferta. —Ernest sonrió más.
—Una que no podrá rechazar. —En otras palabras, arrastraría por el lodo a la competencia, quedando solo él como mejor postulante al trabajo. Una técnica que no me gustaba demasiado, pero era la que había reflotado la empresa de mi padre.
—¿A quién vas a enviar? —Su sonrisa me dio la respuesta antes de que abriese la boca.
—Yo. —A Ernest le gustaba hablar de tu a tu con los grandes, como si solo los del mismo rango pudiesen entenderse.
—¿Abandono mi investigación? —Ahora que tenía una presa de la que se iba a ocupar personalmente, podría dejar tranquilo a Sparkling Architects.
—No, si quiero derrotarlos necesitaré toda la munición que puedas conseguirme. —De vuelta a hacer el trabajo sucio, no por que me manchase las manos con ello, sino por lo poco ético que era. Pero no podía negarme, y él lo sabía.
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