Adrik
Tenía que hablar seriamente con Avalon sobre su poca tolerancia al alcohol y sus consecuencias. Al principio solo era un ligero contacto, algo que me permití a mí mismo, solo un roce constante e inocente. Pero cuando el peso en mi costado se aumentó, giré la cabeza para encontrarla dormida. Eso sí, me había escogido como colchón, porque estaba totalmente reclinada en mi costado, pero no me molestaba. No sé, de alguna manera ese era su lugar.
Era el rey de la fiesta, porque ella se sentía lo bastante cómo y confiada a mi lado, como si intuyese que yo no permitiría que nada malo le ocurriese.
—Me parece que la fiesta se acabó para mi hermana. —Owen se sentó pesadamente en la silla a mi lado con una copa llena de nuevo en su mano. Se notaba que ya estaba algo achispado.
—Me temo que sí. —dije observando su cogote.
—Será mejor que le busquemos un lugar tranquilo donde dormir la borrachera. —Owen hizo ademán de volver a ponerse en pie, pero le detuve con un gesto de la mano.
—No me molesta, tranquilo. —Había pasado mi brazo detrás de su cuerpo, para sostenerla y que la gravedad no la mandase al suelo. Y había algo reconfortante en acariciar su espalda con los dedos.
—Ya, pero cuando despierte tendrá un dolor de cuello de campeonato. —Owen se señaló su propia nuca. Sí, estaba bastante bebido.
—De acuerdo, entonces buscaré un lugar donde recostarla. —Empecé a girarme para tomarla en brazos.
—Seguro que encontramos alguna tumbona en la finca de al lado. —Owen se había puesto en pie, dejando su bebida sobre la mesa. Este era el único lugar donde podías estar seguro de que no te echarían algo raro en ella. Lo único que podía ocurrir, es que alguien te la robase.
—¿Vas a dejar a Josh sola? —Con lo preocupada que estaba por no encajar cuando salieron de Chicago, me parecía un movimiento muy arriesgado por parte de Owen.
—Por ella no te preocupes, está en plena discusión con Alex y el bombero. En cuanto se lo han empezado a tomar en serio he salido de allí como el cobarde que soy. —Eso me hizo alzar una ceja. Owen no abandonaría a Josh a su suerte si había una situación potencial de peligro.
—¿De qué era la discusión?
—Coches, motores… De no ser porque lleva faldas y tacones, Josh pasaría por una más de los chicos. —Podía parecer una recriminación, pero su sonrisa me decía que se sentía orgulloso de su chica.
—¿Chicos? —Los dos nombres que me había dicho no eran de las personas más jóvenes del lugar, seguramente estarían más cerca de los 50 que de los 30, y no he dicho que estén por debajo de esa cifra.
Me agaché para tomar a mi princesa con cuidado. Un brazo bajo sus rodillas, y el otro en su espalda. No es que fuese ligera, pero podía manejarla. Parecía que cargarla em brazos se estaba convirtiendo en una costumbre.
—Tú ya me entiendes. —Owen se dirigió hacia el comunicador entre fincas, para abrir la puerta escondida que comunicaba la zona de celebraciones con la finca particular de la familia Castillo. Tenía que reconocer que tenía sus ventajas.
—Creo que sí. —Avancé detrás de él, pues me iba apartando los obstáculos con los que podía encontrarme.
—¿Sabes lo peor de esto? Que por la mañana nos odiará a los dos.
—¿Tú crees?
—Se va a perder el cambio de año, yo creo que sí.
Antes de poder darle una réplica, tropezamos con Darío que salía de la casa.
—Wow, ¿dónde vais con la bella durmiente. —No podía haber encontrado una mejor manera de llamarla.
—¿No tendrás por aquí una tumbona donde dejarla dormir la borrachera? —Darío tardó un poco en analizar la pregunta y encontrar una respuesta, síntoma de que también estaba bastante cargado de alcohol.
—La habitación de la abuela. —Se giró y empezó a caminar de vuelta a la casa. Owen se encogió de hombros y lo siguió, así que yo hice lo mismo con mi preciada carga.
Avanzamos por el salón, pero no fuimos muy lejos, ya que nos detuvimos en la puerta de la derecha. Darío la abrió, dejando libre la entrada para que pudiese pasar.
—Nadie la molestará aquí. —Con cuidado la deposité sobre el colchón mientras Owen retiraba la colcha. —¡Mierda! Quedan 4 minutos. —Se puso nervioso Darío.
—Tardamos la mitad en llegar a la fiesta. —Le dijo Owen entre risas.
—Hay una chica a la que le he echado el ojo y no quiero que ningún pringado se me adelante. —Fue gritando a medida que salía de la casa.
—¡Mierda! —Owen me miró con cara de súplica, sabía perfectamente lo que había en su cabeza. Josh era una chica guapa, nueva en el grupo, y tenía a todos encandilados con sus conocimientos sobre coches. Era un trofeo que pocos pasarían por alto.
—Ve, ya me encargo de… —Antes de que terminase la frase Owen ya había salido de la habitación. —taparla.
Sacudí la cabeza mientras una sonrisa aparecía en mi cara. Pobre Owen, lo que esa mujer le estaba haciendo a sus nervios. Pero él estaba feliz, así que tenía que merecer la pena. Y hablando de problemas y faldas, el mío estaba tumbado sobre la cama y estaba estrujándome el corazón con su aspecto angelical. Su cabello desperdigado en la almohada, su expresión tranquila, y la luz de la luna entrando por la ventana, la hacían parecer un ángel etéreo e irreal, una ninfa de los bosques que uno no querría despertar. Mi bella durmiente.
Un fugaz pensamiento cruzó mi cabeza, ¿el príncipe del cuento no la despertaba con un beso? Los fuegos artificiales empezaron a estallar en el cielo nocturno, enviando andanadas de luz y color sobre el rostro imperturbable de Avalon. Y me sentí malo, y posesivo, y pensé “yo también tengo una chica a la que deseo besar”.
Me incliné, y con cuidado deposité un beso sobre sus tibios labios. No debía hacerlo, pero soy un hombre al que le gusta lo prohibido.
—Feliz año nuevo, princesa. —Le quité los zapatos, la cubrí con la colcha, y salí de la habitación, cerrando la puerta tras de mí con cuidado. Era una tontería, si el estruendo de los fuegos artificiales no la habían despertado, el chasquido del pestillo tampoco lo haría.
Avalon
La luz del día golpeó mi cara. No me apetecía levantar los párpados, porque eso significaría que me tendría que levantar. Pero estaba tan bien allí, en la cama. No solo estaba cómoda, sino que todavía quería seguir soñando.
Sentí un delicado beso sobre mi boca, abrí los ojos un segundo, para reconocer a la persona que me estaba besando, y ese no podía ser otro que Adrik. Sus labios eran suaves, calientes y delicados. Era como ser rozada por las alas de una mariposa. Dejaron un hormigueo en mi piel, un hambre que pedía ser saciada.
Mis ojos se cerraron para centrarme en sentir el contacto, aquel maravilloso instante que siquiera me atrevía a soñar antes. Pero cuando volví a abrir los ojos, estaba sola en la habitación, y el hormigueó, el calor, había desaparecido de mi piel. Había sido solo una mala jugada de mi imaginación alcoholizada. Adrik nunca me besaría de la manera que había experimentado, Adrik nunca me llamaría princesa.
Un ruido de un golpe retumbó en mi sien, haciéndome mirar hacia la puerta frente a mí. Mi hermano estaba bajo el marco de la puerta, sonriéndome de una manera diabólicamente traviesa. Entonces me di cuenta de que aquella no era mi habitación.
—Buenos días, bella durmiente. —Si Owen estaba aquí, estaba segura de que había sido él el que me había traído la noche anterior. ¿Cómo si no sabría que estaba aquí? Aquello me confirmaba mis pensamientos, lo de Adrik y su beso solo había sido un sueño.
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