Dafne
Al escuchar el bip de la llegada de un mensaje supe que era de Grigor, salvo Ivan, y madre, nadie más conocía la existencia de ese teléfono, pero solo Ivan era el que me enviaba mensajes, y siempre utilizábamos los anticuados SMS porque eran más fáciles de borrar del teléfono; dejaban menos rastros.
Dejé el cuchillo de cerámica sobre la mesa y me puse a leer el mensaje.
—¿Vamos a por tu contrato? —La hora del reloj me decía que eran a penas las 9 de la mañana, demasiado pronto para alguien que llega a casa a media noche todos los días.
—¿No es un poco pronto para hacer esas cosas? —Mientras esperaba su respuesta, empecé a recoger las armas que tenía expuestas sobre la mesa en la que estaba trabajando con ellas.
Lo que todo soldado debe hacer con regularidad son sus ejercicios físicos y revisar su equipo, y eso último estaba haciendo en ese momento. Había desmontado, revisado y puesto a punto mi pistola, había comprobado el filo de mi cuchillo, la carga energética de mis paralizadores, los viales con sedantes, y había guardado en su escondite el dinero de las propinas del día anterior. Todo ello, después de hacer mis ejercicios de flexibilidad y concentración. Nada como tener la máquina a punto.
—Sé que estás despierta. Tienes la luz encendida. —Mi cabeza giró rápidamente hacia la única luz de toda la casa que estaba encendida, la de la sala de estar, justo la que daba a la calle.
Mientras hago mis ejercicios me gusta contar con la luz exterior, más que nada para acostumbrarme a desenvolverme en situaciones adversas: espacio reducido, poca luz, mucho ruido exterior que filtrar… Pero cuando tenía que colocar los muebles en su sitio, como la mesa de café que había desplazado para tener espacio de maniobra, o la lámpara que había desenchufado para evitar tirarla con una de mis patadas al aire, me gustaba comprobar que todo estaba bien. La luz que Grigor veía era precisamente la de esa lámpara, y la había dejado encendida porque parte de esa claridad llegaba a la cocina, dándome la suficiente luz para trabajar, pero manteniendo la visión desde el exterior lejos del lugar donde me encontraba; cuestión de dispersión de la luz y ángulos de iluminación. Si encendía la luz de la cocina, cualquiera de mis vecinos podría ver lo que tenía encima de la mesa. De esta manera, nadie podría verme al otro lado de la cortina.
Pero lo importante de todo esto, es que Grigor estaba lo suficientemente cerca como para ver esa luz. Él estaba aquí. Con rapidez empecé a recoger mis armas.
—¿Me estás espiando? —Tenía que entretenerle mientras recogía, y además saber exactamente el lugar desde el que me vigilaba.
Metí las armas en la bolsa de emergencia y la restauré a su escondite, allí donde ningún ladrón la buscaría, pero a mano por si la situación lo pedía. El mensaje de vuelta llegó en ese momento.
—Solo he venido a buscarte. —Como sospechaba, él estaba aquí. Me asomé por la ventana para verlo en la acera, con la atención dividida entre mi ventana y el teléfono en su mano. Escribí rápidamente mi réplica a eso.
—Suenas como un acosador. —Le vi hacer ese gesto compulsivo de la risa contenida antes de darme la réplica.
—Hoy sí. Pero no puedo garantizarlo el resto de los días. —Aquel idiota me hizo sonreír.
—Si me das unos minutos, me ducho y te invito a desayunar.
—¿Puedo mirar? —A aquella distancia podía ver su sonrisa traviesa. Le estaba divirtiendo nuestra conversación.
—Solo si me frotas la espalda. —Vi el momento en que mi respuesta le golpeó. Noté el nerviosismo en su cuerpo, la indecisión de sus manos a la hora de contestar. ¿Se habría puesto colorado?
—Iré a por el desayuno. Tu dúchate. —Una sacudida a su cabeza para sacar esa idea de ella, y se giró para buscar algún sitio donde conseguir ese desayuno que me había prometido. Si no me equivocaba, tardaría lo suficiente para esa ducha y para vestirme.
Grigor podía ser muy adulto para algunas cosas, su cerebro lo era, pero su experiencia emocional… Estaba claro que los 17 eran los 17, todo llevaba su tiempo, y él no había tenido prisa en crecer. Yo tampoco la tuve, pero mis circunstancias fueron diferentes, muy diferentes.
Me dio tiempo a todo, incluso me sobró, porque él me dejó mucho margen, y porque estoy acostumbrada a ir deprisa. Cuando llamaron a mi puerta, mi mochila estaba lista con la ropa para ir al trabajo. Si la firma nos llevaba mucho tiempo, iría después directa al restaurante.
—Café y muffin. —Levantó la bolsa con los dulces en una mano, y los dos vasos de café en la otra.
—Tú sí que sabes hacer regalos a una chica. —Él me sonrió al tiempo que cogía mi vaso de caliente reconstituyente mañanero.
Tomamos el desayuno de camino al coche, porque quería aparentar que era demasiado pronto como para que él invadiese mi privacidad, y porque además quería dar ese toque de misterio que le haría interesarse más en mí.
—Tengo los datos que me pediste. —Dejé el vaso sobre el capó del coche para rebuscar en el bolsillo exterior de mi mochila y darle mi número de la seguridad social. Él esperó pacientemente.
—Perfecto. —Con su teléfono le sacó una foto. —Voy a enviarla al gestor para que lo tenga todo listo cuando lleguemos.
No hablamos mucho durante el trayecto, porque nuestras bocas estaban muy ocupadas masticando. Pero mi atención estaba en la carretera, por el familiar camino que estábamos recorriendo.
Antes de entrar en el aparcamiento del Crystals ya estaba volviéndome loca, ¿dónde me estaba llevando? A mi trabajo no, porque era muy pronto, y dijo que íbamos a firmar mi contrato. Una idea golpeaba insistentemente en mi cerebro; la torre, íbamos al castillo del gran Vasiliev. Cuando estacionó en el aparcamiento privado casi me estalla una vena en la cabeza. Ivan se moriría en cuanto le dijese dónde había estado. Y seguro que se mordería los puños por no haber tenido la previsión de llevar una cámara oculta. Pero ya no había remedio, así que me preparé para grabar en mi mente todas y cada una de las medidas de seguridad del lugar.
Para empezar, no había un botón que pulsar para entrar. La barrera se levantó sola. Una de dos, o tenía un dispositivo de apertura integrado en el coche, o había cámaras de reconocimiento que identificaron la matrícula y automáticamente desbloquearon el acceso.
—Dijiste que iba a firmar mi nuevo contrato, no que me traías al trabajo. — La Dafne recalcitrante tenía que aparecer.
—Recursos humanos está en el mismo edificio. —Esa información confirmaba mis sospechas. Mi corazón estaba latiendo como si hubiese corrido 100 metros a toda velocidad.
Estacionamos en una de las plazas libres, y después caminamos hacia un ascensor del mismo tamaño que los del centro comercial, aunque era diferente, muy diferente. Para empezar, solo había tres botones; el 1, el 0 y el -1. Creí que estábamos en el -1, hasta que al cerrarse las puertas el número sobre la puerta empezó a contar desde 0. Ivan iba a disfrutar con esta información. ¿Qué habría más abajo? ¿Estarían los famosos servidores informáticos con los que lo controlaban todo?
Las puertas se abrieron para dar paso a las instalaciones del gran Vasiliev. Una sala enorme rodeada de pantallas gigantes, donde se veían imágenes en tiempo real de las mesas de juegos y las máquinas tragaperras del Celebrity´s. Era imposible confundirlo, había estado allí, y el diseño, los colores, los uniformes del personal… Todo gritaba casino Vasiliev por todas partes. Pero mis ojos se fueron hacia uno de los monitores de uno de los extremos más alejados, donde no reconocí el casino, ni siquiera el hotel. ¿Sería una de las otras empresas Vassiliev?
—Buenos días. —Un hombre alto, de ojos intensamente azules y pelo negro apareció frente a nosotros. Me estaba sonriendo, y por lo que parecía, su atención estaba más en mí que en Grigor.
—Hola. —Tomé la mano que me extendía para saludar con educación.
—Dafne, ¿verdad?
—Sí.
—Soy Nickolay. Tengo preparado tu contrato. Vamos a una de esas mesas para que lo firmes. —No me agradó demasiado alejarme del punto donde todo se cocía, pero no iba a ponerme especialmente quisquillosa en ese momento. Si había venido una vez, ¿quién decía que no volvería? Si lo hacía, en esa ocasión estaría más preparada; cámara, gusanos… Prepararía todo el arsenal.
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