Adrik
Era divertido ver a Josh nerviosa, pero no me jugaría una represalia por su parte, así que no dije nada para provocarla más inseguridad.
—Seguro que te lo pasas bien, son buena gente. —Josh trató de sonreír, pero se notaba que no era del todo una sonrisa auténtica.
—Estaré contigo todo el tiempo, no tienes por qué preocuparte. —Trató de tranquilizarla Owen. Ella ladeó los labios.
—Ya, vosotros los conocéis desde que erais niños, no podéis ser objetivos.
—¿Crees que te mentiría? —Le preguntó Owen.
—No es eso. —Josh se inclinó hacia adelante, para quedar entre los dos asientos delanteros. A ella la toco viajar en el asiento de atrás. —Lo que ocurre, es que vuestra apreciación no puede ser la misma.
—No tienes por qué caerles bien, Josh, es solo una boda. Solo estamos obligados a acudir a la ceremonia, pero si no te sientes cómoda, podemos irnos antes de que empiece la fiesta. —Aquella concesión por parte de Owen me impresionó. Lo que era capaz de hacer mi amigo para hacer feliz a su mujer.
—¿Y perderos lo mejor? —Tuve que meterme. —No puedes hablar en serio.
—Me amoldaré a lo que ella decida. —Owen se encogió de hombros, como si no fuese algo importante para él.
Pero le conocía, en las fiestas de Miami es el único lugar donde podemos disfrutar de un ambiente de discoteca con música, amigos y alcohol, sin tener que preocuparnos de si estamos seguros o no. Allí nadie tiene segundas intenciones, nadie va a robarte o drogarte, y si alguien se cuela, será identificado inmediatamente. Una chica puede estar tranquila, porque sabe que nadie se aprovechará de ella. Aquí es todo diversión, el mal no nos alcanza allí. Y eso, para alguien que vive en nuestro mundo, es un descanso que no siempre podemos disfrutar.
—¿No has oído eso alguna otra vez, Adrik? —La pregunta de Josh me extrañó.
—¿A qué te refieres?
—O nos divertimos los dos, o el juego se acaba. —Josh acababa de tirarme a la cara la primera regla de la vida en pareja.
—Me rindo. —Levanté brevemente ambas manos, abandonando el volante. Nadie puso en el grito en el cielo por ello, todos sabíamos que la Inteligencia Artificial se encargaría de mantenernos en el camino seguro.
Alcanzamos el aeródromo privado donde esperaba el avión. El coche de Connor ya estaba allí. Podíamos ver a Santi arrastrando las enormes maletas por la pista para cargarlas en la bodega de equipajes. Bianca caminaba detrás de él sosteniendo una pequeña maleta en una de sus manos, mientras en la otra aferraba con fuerza el asa al hombro del maletín en el que siempre llevaba encima con su ordenador portátil.
—Espero que nos hayan dejado algo de espacio a los demás. —Dijo Owen antes de bajar del coche. No quería decirle que todavía faltaba la maleta de su hermana, y que siendo mujer y con un viaje tan largo por delante, su maleta iba a ser igual o más grande que las de ellos. Bueno, tal vez no tan grande como la de Santi, él siempre había sido muy presumido con su ropa, solo había que ver lo limpio que siempre tenía su uniforme de cocinero. Una mancha, y salía disparado a cambiarse. A otros podía engañarlos diciendo que era por higiene, pero yo sabía que era más que por imagen, era coquetería.
Bajé del coche sin dejar de observar todo a mi alrededor. Localicé a cada uno de los hombres que estaban protegiendo a la familia de Connor. Saludé con la cabeza a un par de ellos cuando cruzaron la mirada conmigo, y seguí avanzando hasta la parte de atrás del coche. No es que Owen y Josh necesitasen ayuda con su ridiculez de maletas, pero ya saben, es la costumbre, para asegurarme de que todo queda en su sitio.
El ruido de un nuevo vehículo acercándose nos hizo girar la cabeza a Owen y a mí. No necesitaba acercarme demasiado para saber que dentro iba el resto de la familia Bowman. Esperé hasta que el vehículo se detuvo cerca del nuestro, y después me acerqué. Fui directo a la puerta trasera para sacar la maleta de Avalon.
—Puedo yo, gracias. —Protestó ella cuando ya la había sacado del compartimento.
—Lo sé. —se sonreí —Pero mi madre educó a un caballero.
—Deja que lo haga, cariño. Así tendremos más tiempo para estar juntas. —Palm tomó a su hija del brazo y comenzó arrastrarla en dirección al avión.
—Pero si vas a verme mañana, mamá. —Se quejó Avalon mientras se alejaban de mí.
—Está algo sensible. —dijo Alex a mi lado. Que se pusiera a caminar a mi lado significaba que íbamos a tener una charla privada.
—Es normal, es la primera vez que Avalon hace un viaje tan largo. —Y no estaba hablando de la distancia, sino del tiempo. De alguna manera, ella siempre había permanecido cerca del nido, y si se alejaba, era por poco tiempo y bajo el cuidado de alguien de la familia, las suya o la mía. Era normal que Palm estuviese tan pegajosa.
—¿Concertaste la cita con nuestro amigo? —Alex fue rápido al asunto importante.
—Hoy salgo para Boston. Cuando quede con el plumilla quiero que el hombre esté receptivo a hablar con él. —No queríamos decir nombres, más que anda por si alguien estaba escuchando lo que no debía, nunca se sabe.
—Tienes que dejar que él haga parte del trabajo, sino sospechará que hay algo raro detrás.
—Si consigo convencerle de que contacte directamente con nuestro hombre, habré conseguido apartarnos del punto de mira. —Esperaba que Alex entendiese esa parte de mi plan. Me aseguraría de que Poe cayese como un zorro en mitad de la cacería, pero yo no sería uno de los perros que lo persiguen, ni siquiera uno de los cazadores, sino simplemente sería un pájaro curioso que lo veía todo desde la rama de un árbol. Puede que gritase aquí o allí para llamar la atención de los sabuesos, llevándolos hacia su presa, pero nadie me tendría realmente en cuenta como artífice de todo aquello.
—Pero el plumilla no conseguirá por sus medios toda la información que tenemos nosotros. —También contaba con eso.
—Una vez que se haya puesto a olfatear en la dirección correcta, aparecerá una mano anónima que le dejará todo lo que hemos recopilado sobre Poe. —Alex asintió conforme.
—Alguien que no puede dar la cara pero que sabe todo lo que hay detrás. Un ser atormentado que quiere hacer lo correcto. —Le sonreí.
—Ese seré yo.
Dejé la maleta con el resto que estaban metiendo en la bodega, y avancé hasta las escalerillas del avión. Sabía que volvería a verla en dos días, pero necesitaba despedirme de ella. Finalmente la encontré metida entre los brazos de su madre. Se parecía demasiado a uno de esos niños que trata de aguantar, y zafarse al mismo tiempo, de un achuchón de una abuela demasiado intensa.
—Mamá. —Se quejó Avalon.
—Lo siento, sé que me estoy pasando. —Se apartó Palm de su hija mientras lo decía.
—Ven aquí. —Alex tomó a su mujer por el hombro y la llevó un par de pasos atrás.
—Nos vemos en la boda. —Me despedí, provocando el fruncimiento de las cejas de Avalon.
—¿Tú no vienes?
—Algunos tenemos que mantener el negocio en marcha hasta el último minuto. —mi sonrisa no le convenció demasiado, pero aun así subió las escalerillas.
Como un idiota me quedé ahí parado, viendo como el avión rodaba por la pista y se alejaba, llevándosela lejos.
—Será mejor que nos pongamos en marcha. Hay mucho que hacer hasta que podamos ir con ella. —Alex no me lo decía a mí, pero igualmente me incluía.
Las investigaciones periodísticas podían llevar meses, y yo no quería que esta se alargase tanto Necesita que todo el asunto explotase cuando Avalon estuviese lejos del país, así no le salpicaría. Cuando ella descubriese lo que había ocurrido, ya todo el escándalo estaría acabando. Al igual que con los juicios por violación, la víctima sufría tanto o más durante el proceso que durante la agresión en sí. Tanto su padre como yo queríamos que Avalon no sufriese toda esa larga agonía.
Avalon
No pensar en Adrik. ¡Ja!, por eso estaba mirando por la ventanilla como una idiota mientras el avión se alejaba. Tenía que aguantar allí, verle mientras todavía podía.
Me recosté en el asiento cuando el avión empezó a tomar altura. Este viaje iba a ser una larga prueba, una muy, muy larga.
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