Jordan
Hora del almuerzo, no solo yo tenía un poco de tiempo libre para hacer una llamada, sino que Paula probablemente también lo tendría. ¿Por qué iba a llamarla? Porque había recibido un mensaje de Ernest. La casa efectivamente había pertenecido al padre del inspector, y se la había transferido hacía muchos años. Por ahí no podía apretarle, así que tendríamos que centrarnos en los chanchullos del presente. Tomé aire y me preparé para llamar a Paula. Por extraño que pareciese, no me desagradaba la idea de tener otra cita con ella, en la del día anterior me lo pasé bien.
—Diga. —La voz del hombre que contestó me sonó conocida.
—¿Puede ponerse Paula?
—Ya estoy, ya estoy…—escuché acercándose. —¿Sí?
—Hola. —saludé.
—Ah, hola. Ni se te ocurra comerte lo que queda, hablo en serio Mo. —su voz amenazadora se alejó del teléfono para luego regresar. —Lo siento.
—¿Mal momento para llamarte? —Escuché una puerta cerrándose, Paula acababa de darnos intimidad.
—Un poquito sí, el día está resultando intenso. —Podía utilizar eso a mi favor.
—Entonces necesitas una cena especial para relajarte, esta vez invito yo.
—Eh… Hoy no puedo. —No podía permitir un rechazo.
—¿Tan mal lo hice anoche? —Necesitaba arreglarlo, aunque no sabía lo que había ido mal. ¿Qué había cambiado desde aquella estupenda despedida a hoy?
—No, no es eso, es que no estoy en Miami. —¿Ella y el arquitecto estaban fuera de la ciudad? Tenía que saber más sobre ello.
—¿Trabajo o placer?
—¿De vacaciones mi primer día de trabajo?, eso no suele suceder. —¿Un trabajo en el que el arquitecto estaba involucrado? Eso me interesaba.
—Y ya te han hecho viajar. Espero que no haya sido muy lejos.
—Chicago. —Eso estaba muy lejos de Miami, sobre todo del campo de trabajo de Sparkling Architects.
—Vaya, si hubieses necesitado que alguien te acercase al aeropuerto sabes que puedes contar con mi furgoneta. Es vieja, pero tiene mucho espacio detrás para maletas. ¿Y qué tal te está yendo? —Necesitaba algo más.
—No sé, a veces vamos hacia adelante y otras hacia atrás, es difícil de explicar. —Vale, una abogada, porque el hombre del tío Ernest averiguó que había terminado la carrera, que no conseguía satisfacer a un cliente exigente. La cuestión era, ¿el cliente era de Sparkling Architects o era otro para el que ambos trabajaban en este momento? ¿O tal vez ella estaba en la parte contraria de Mo? Demasiadas posibilidades.
—Estoy convencido de que podrás con ello, eres una chica muy decidida. —Al menos esa era la impresión que me había dado. ¿Qué mujer toma la iniciativa en una cita? Estaba claro que una segura de sí misma.
—Eso espero, este cliente es muy importante. No quisiera ser yo la que lo estropee. —¿Tenía miedo de perderlo? Sí que tenía que ser un pez gordo.
—Si te han enviado a ti es porque confían en tus capacidades, así que respira profundamente y ve por ellos. —Escuché una pequeña risa.
—Eso mismo dice mi padre.
—Entonces haznos caso a los dos.
—Vale.
—Cuando regreses a Miami llámame, tenemos una cena pendiente con la que celebraremos tu primer triunfo.
—Para no saber cómo hago mi trabajo tienes mucha fe en mí.
—Tampoco te conozco mucho a ti, pero lo que he visto hasta ahora me dice que no vas a rendirte sin pelear. —Otra risa.
—No, yo no soy de esas.
—Entonces a por ellos, leona. —Otra risa.
—Vale. Te llamaré.
—Estaré esperando.
Cuando cerró la línea me quedé unos segundos observando el teléfono. ¿Qué estaba haciendo? No podía ser tan encantador con ella, al final me iría y la dejaría destrozada. Pero… es que ella lo hacía tan fácil… Sacudí la cabeza para apartarla de mi mente. Marqué el número de Ernest y esperé.
—¿Qué tienes para mí? —Aquella pregunta me hizo sentir sucio. Necesitaba terminar con todo esto lo antes posible, o acabaría odiándome a mí mismo.
—El arquitecto y la chica están en Chicago con un cliente, y por lo que dice, es un tipo importante. —Un par de segundos de silencio en los que supuse que Ernest estaba analizando aquella información.
—Le diré a mi hombre que lo investigue. —Mi hombre. Yo no era más que otro de sus hombres, lo que me estaba haciendo caer en mi propia autoestima. —Buen trabajo, muchacho. —Ese elogio no era suficiente.
—Seguiremos en contacto.
—Frank dice que Bibi está algo intranquila, aprovecha que la chica está lejos para sosegarla un poco. —Sabía a lo que se refería.
—Algo se me ocurrirá.
—Bien. —Y colgó.
Respiré profundamente. Hablar con Bibi era lo que menos me apetecía en ese momento. Advertí que los compañeros con los que había tomado mi descanso para almorzar regresaban a la obra, no tenía tiempo para otra llamada, y eso me animó. La llamaría por la noche, quizás después de volver a llamar a Paula y averiguar algo más sobre el asunto que la había llevado a otro estado. O mejor… empecé a teclear un mensaje.
—Necesito saber cuando regresas para hacer la reserva en el restaurante. —Estaba metiendo el aparato en el bolsillo cuando llegó la respuesta.
—Reserva para pasado mañana. —Bien, tenía tiempo de buscar un sitio donde se comiese bien acorde con el sueldo de un ayudante de fontanero.
—¡Hei!, Ramírez. —El aludido se detuvo para que pudiese alcanzarlo.
—¿Qué ocurre?
—¿Conoces un restaurante donde pueda llevar a una chica a cenar? —Su ceño fruncido cambió a una sonrisa ladeada.
—Así que quieres hacer de Casanova. —Me encogí de hombros mientras caminaba a su lado.
—Solo quiero quedar bien, y a ser posible no quedarme sin blanca hasta la próxima paga.
—Para impresionar a una mujer tienes que darle algo muy bueno que no pueda conseguir en otro lado. —Sus ojos brillaban demasiado para que no se estuviese refiriendo a algo obsceno.
—Ya, dejémoslo en comida de momento. —Ramírez me atrapó por el cuello con su brazo.
—De eso estaba hablando, semental. Llévale a cenar a tu casa, cocínale. Y si no sabes, encarga algo de comida casera el la Tahona de Matilde y lo calientas en tu cocina como si lo hubieses preparado tú. El rematar la noche depende de ti, machote. —golpeó mi pecho con su mano. Me aparté dándole un ligero empujón, nada hostil, solo siguiéndole el juego.
—No quiero impresionarla tanto, es solo una segunda cita. —Quería mantener el interés de Paula, no que se enamorase de mí.
—Hay un club donde puedes cenar algo, tomar unas copas y bailar un poco, todo sin tener que llevarla de un sitio a otro, que es lo que no quieren hacer las chicas cuando llevan esos taconazos de infarto. —Se tocó el corazón como si estuviese en su mente una imagen de la última vez que una chica en tacones le dejó impresionado. —Créeme, ella te lo agradecerá—giró la cabeza hacia mí, abandonado su fantástica visión—o no, todo depende de lo que quieras.
—Vale, cena, copas y baile. ¿Cómo se llama ese sitio?
—Apunta, L´Ermitage. —Me sonaba de haber ido alguna vez, a Bibi le gustaba de vez en cuando ir a esos sitios de moda, aunque no demasiado, porque la iluminación no era demasiado buena para las fotos de Instagram. Lo que no sabía era que se podía cenar allí.
—¿Tienen teléfono para reservar? —Ramírez soltó una carcajada.
—Nada de esas cosas finolis, chaval. Tú llegas, pillas una de las mesas libres de arriba, levantas la mano a una camarera, ella se acerca y pides, solo eso. —Anoté todo mentalmente.
—Vale, lo tengo. —Solo esperaba no tropezarme con alguien conocido. ¡Qué diablos! Sí iba en fin de semana ninguno de nuestros conocidos se acercaría por allí, demasiada gente vulgar con la que rozarse, demasiado sudor de clase baja, como decía Bibi. Antes ese tipo de comentarios no me importaban, pero ahora había conocido a varios de esos proletarios, y su sudor no era diferente al mío. Sacudí la cabeza para dejar de pensar en esas cosas, cuando regresase al mundo real, mi mundo, ellos tendrían que ser otra vez personas sin nombre.
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