Avalon
¿Cómo me había dejado convencer para esto? Fácil, no podía decirle que no a Bianca. En cuanto surgió la idea de que los acompañase a su viaje, ella insistió y me rogó hasta que acepté. No solo me vendría bien para despejarme, sino que me endulzaron el viaje con destinos muy interesantes. ¿Que cuales eran? Pues…
—No pongas esa cara. —Me negué a mover la cabeza, porque estaba muy concentrada en no mirar la aguja con la que estaba perforando mi brazo. Lo sé, es irónico, tener un doctorado en biología y no gustarme las agujas. En mi defensa diré que lo que no me gusta es la sensación del líquido cuando entra en mi sistema.
—No tengo otra. —Protesté.
—Esta es la última. —No tenía que quejarme. La batería de vacunas que me había puesto eran necesarias. Como médico entendía muy bien la importancia de viajar a esos países protegida contra enfermedades que podía contagiarme allí.
—Más vale que el itinerario merezca la pena, porque no quiero pensar que he pasado por esta tortura por nada. —Soy un asco de paciente, lo reconozco. No valgo para estar a este lado de las atenciones sanitarias.
—Veamos. Tenemos dos laboratorios de investigación en India, otros dos en Corea del Sur y uno en Japón. ¿Es suficiente? —Alcé la mirada para ver como contaba cada laboratorio con sus dedos.
—Uno por pinchazo. Creo que las cuenta están igualadas. —Moví mi dolorido brazo para meterlo dentro de la manga de mi bata.
—Piensa en esto. Tú investigas sobre nuevos posibles campos de investigación, mientras yo curioseo su material de trabajo, busco suministradores… —Volvió a enumerar con una nueva cuenta de sus dedos.
—No solo voy a “curiosear”, también puedo entablar contactos interesantes. Quién sabe, puede que encentre un nuevo lugar de trabajo. —La espalda de Bianca se estiró bruscamente.
—Eso no tiene gracia. —Si yo dejaba el laboratorio de mi padre, su trabajo se resentiría notablemente.
—Piénsalo. Así tendrías más tiempo libre para cuidar de tu pequeño. —Su mano fue directa a su vientre.
—Trabaje o no, voy a dedicarle mucho tiempo de calidad a mi bebé. Que una mujer sea mala madre por trabajar, es una idea retrógrada y machista. —No quería entrar en esa discusión, porque yo opinaba lo mismo, aunque los hijos no estaban en mi futuro a corto plazo, y ya puestos, tampoco un marido.
—¿Y China? ¿No estaba en el itinerario? —Bianca resopló ante mi pregunta.
—Pues verás, es curioso lo que ocurre con la visita a la República Popular China cuando les dices que necesitas un permiso, y antes has solicitado visitar uno de sus laboratorios de investigación. Parece ser que, si no hubiese tratado de concertar una visita, no se habrían enterado de que teníamos intención de visitar uno de sus laboratorios. El caso es que como no hemos sido invitados, la visita no puede ser posible, y además, nuestro permiso para entrar en el país ha sido rechazado. Para que luego digan que no lo controlan todo. Si llegan a dejarnos entrar, seguro que nos espiarían hasta en el baño.
—Así que Chica queda fuera de nuestra ruta de viaje. —Resumí.
—Esta vez sí.
—Se supone que es vuestra luna de miel, ¿cómo le has convencido para que os acompañe? —Bianca se puso a recoger el material usado para desecharlo en el contenedor para restos a incinerar.
—Estoy embarazada, y un viaje tan largo a países cuya sanidad puede ser cuestionable en algunos puntos… ¿qué quieres que te diga? Llevar un médico con nosotros le tranquiliza bastante. —Podía entenderle, sobre todo porque eran padres primerizos.
—Eso, aprovecharos de mí. —Los párpados de Bianca se alzaron consternados, pero enseguida se dio cuenta de que era una broma por mi parte.
—Tu sentido del humor está pareciéndose peligrosamente al de Adrik. —Escuchar su no nombre le hizo dar un pequeño salto a mi estómago.
—Yo más bien creo que es al de mi hermano, aunque para el caso es igual, porque se parecen demasiado.
—Y ahora lo importante. ¿Ya has preparado las maletas?
—Volamos a Asía dentro de una semana, no hay prisa.
—¿Y el viaje a Miami? No harás olvidado que salimos mañana, ¿verdad?
—¡Pues claro que no!
—Y no habrás pensado que regresaremos a Chicago después de eso. —Su mirada escrutadora debió haberme avisado.
—¿No vamos a volver? —Bianca puso los ojos en blanco.
—No tendría mucho sentido, ¿no crees?
—Así que tendré que preparar dos maletas, una para la boda en Miami, y otra para las vacaciones en Asia. Y llevármelas cuando salga de Chicago.
—Exacto.
—Creo que llevo demasiado tiempo apartada de la vida social. —Reconocí.
—Lo que me lleva a preguntar… ¿Llevaras algo sexy? —Aquella pregunta me extrañó de boca de Bianca.
—¿Sexy?
—Oh, ya sabes, habrá una fiesta después de la ceremonia, y conoces muy Bien como se lo montan los Castillo.
—¿Insinúas que me emborrache y me ligue a alguno de los chicos que van a ir? —la idea era totalmente descabellada. Primero, porque no soy de las que se emborracha, y segundo, porque conocería a todos los chicos que irían a la ceremonia. Y no sé, hacer el loco y tener un momento salvaje con uno de ellos…. Descarté esa idea en cuanto se formó una imagen de mí besando a uno de ellos.
—¿Por qué no? Irán chicos guapos y solteros.
—¡Egh! Que conozco a casi todos desde que eran niños. —No sé, era como besarme con alguien que conocí con 14 años y con acné. No podría dejar de verle como un niño.
—¿Me estás diciendo que no hay ninguno guapo? Porque tengo un par de hermanos que están como un tren, aunque bueno, esos ya no están en el mercado. Pero tengo algún primo que todavía está soltero. ¿qué opinas de Hugo? Es guapo y médico, creo que tendríais muchas cosas en común. —no podía salir de mi asombro.
—¿Estás haciendo de casamentera?
—Ya sabes lo que dicen, de una boda sale otra boda. —Había alcanzado mi límite.
—Para ahí, no voy a caer en esa trampa.
—No es una trampa, solo digo…—No le dejé continuar.
—Gracias, pero no. Estoy muy bien como estoy.
—No me mates por intentarlo. —¿Me lo había tomado muy a pecho? Ella solo tenía buena intención.
—En las cosas del corazón es mejor no meterse, Bianca. Tu bien sabes que estas cosas suceden cuando no las buscas. —Ella asintió.
—De acuerdo—golpeó sus muslos y se puso en pie—. Será mejor que nos pongamos con el resto de tareas. Ya tenemos las vacunas, los pasaportes, los billetes, los hoteles, las citas, y a mi futuro marido salivando por todos los manjares que va a probar en nuestro periplo asiático. Solo nos falta que tú prepares esa maleta y lo tendremos todo listo. —Bianca me dio la vuelta y me guio hacia la salida.
—Vale, vale. Lo pillo. Me voy a casa, miro el tiempo que hará por la zona para saber que ropa meto, preparo la maleta y descanso todo lo que pueda, porque después no tendré tiempo de descansar.
—Exactamente señorita. Yo me encargo de cerrar todo esto, desconectar los equipos, presurizar las salas y…—Me giré hacia ella antes de que terminase la frase.
—De eso nada. Es mi laboratorio y de esas cosas me encargo yo. Tu ve a casa y ayuda a Santi a hacer su maleta.
—No es la primera vez que se va de viaje, sabe cómo hacerla.
—Ya, pero le conozco, y seguro que la dejará para el último momento. No sería la primera vez que se deja algo y tiene que comprarlo cuando llega al destino. —Bianca sopesó mi información.
—De acuerdo, me has convencido. Tu vea a casa y despídete de tus padres, porque después no vas a verlos en una larga temporada.
—Tenemos las videollamadas, ¿recuerdas?
—Ya, pero a una máquina no la puedes achuchar y que te devuelva el abrazo. Además, tu madre me ha dicho que te mande a casa prontito.
—Vale, entendido, o de los achuchones es cosa de mi madre.
Observé como se alejaba, y después me puse a recoger y apagar todos los equipos. Mientras lo hacía, pasé por la ventana que comunicaba con el exterior. Allí, al otro lado, estaba el taller donde trabajaban mi cuñada y Adrik. Adrik. Lo echaría de menos. Pero el viaje estaba bien, porque así me acostumbraría a tenerlo lejos. Quizás, a la vuelta, me habría acostumbrado a no pensar en él.