Anker
Quedaban 15 minutos para tomar tierra en las Vegas, cuando salí de la zona reservada del avión. Caminé hacia la zona acondicionada para Tyler, donde estaban Pamina y Astrid en medio de una conversación, mientras la primera controlaba alguno de los monitores de forma mecánica. A veces me asombraba la capacidad de Pamina para hacer dos cosas como esas a la vez, es decir, dividir su atención a dos tareas que necesitan máxima concentración, sin perder el hilo de ninguna de las dos. Supongo que, para ella, controlar las constantes de un paciente sería algo casi mecánico.
—¿… cómo ocurrió? – alcancé a escuchar la última parte de la pregunta de Pamina, y me quedé quieto, a espaldas de Astrid, para escuchar su respuesta. Conocer qué había pasado, para mí estaba en segundo puesto, primero quería solucionar el problema más importante, ponerle a salvo. Pero ahora entendía que conocer lo sucedido también me interesaba.
—Estaba en casa, cuando una vecina llegó corriendo para decirme que Tyler se había caído de la bicicleta, y que estaba inconsciente. –
—¿El niño estaba jugando fuera de la casa? –
—Estaba en casa de un nuevo amigo, un niño de la urbanización, dos casas más abajo. Es una zona tranquila, casi sin tráfico, y estaba a menos de 100 metros de casa. Pensé que estaba seguro, pero me equivoqué. –
—Así que sufrió la caída en casa del vecino. – dedujo Pamina.
—No, en el camino de vuelta. Supongo que estaba pedaleando por la acera de regreso, cuando debió tropezar y al caer se golpeó la cabeza. Es lo único que tiene sentido para mí. – sí, eso parecía a simple vista. Pero trabajo para la mafia rusa, he aprendido a ir más allá de las apariencias, porque seguramente haya más. Tenía que enviarle esa información a Sam, para que preguntara a las vecinas sobre ese día. No sé, un hombre que acaba de divorciarse hacía unos meses, alguien que ha perdido a su familia por una mentira, un hijo que no era suyo… el doctor tenía muchas papeletas para cometer una estupidez por despecho. Aunque parecía sincero cuando decía que quería a Tyler como si fuese suyo. Tecleé rápidamente un mensaje para Sam con los datos básicos para que lo investigara.
—10 minutos para aterrizar. – informó el piloto desde la cabina. Eso quería decir que, si estabas en el baño, más te valía ir saliendo. ¿Han estado alguna vez en el baño de un avión cuando despega o toma tierra? En una aerolínea comercial eso no está permitido, pero en un avión privado, digamos que el dueño es el que manda. En fin, no se lo recomiendo. Han visto cinturón de seguridad en un inodoro, pues en el de un avión tampoco lo hay, y dependiendo de cómo esté orientado… habría estado bien que lo tuviese.
—¿Llamaste al hospital para que estén prevenidos? – no tenía ni qué dudarlo de Pamina, pero necesitaba rellenar mi llegada de alguna manera.
—Avisé antes de despegar. – giró su muñeca para ver la hora en su reloj. – A estas horas, habrá una ambulancia medicalizada esperando a pie de pista en el aeropuerto, todo el equipo de quirófano en sus puestos y el protocolo de emergencia activado. – ¿no lo he dicho?, otra de las ventajas de ser un hospital importante, es que las autoridades se mostraban muy colaborativas cuando pedías medidas especiales, como recurrir a una escolta policial para facilitar el traslado de un paciente muy grave, el despeje de carreteras…, ese tipo de cosas.
—¿No habría sido más rápido trasladar a Tyler en helicóptero desde el aeropuerto hasta el hospital? – Esa era una tarea pendiente, el construir un helipuerto en el hospital. Teníamos varios posibles proyectos sobre la mesa, pero todavía no había tenido tiempo de estudiarlos todos minuciosamente. Tenía que encontrar todos sus fallos antes de decidirme por uno. Y lo haría, cuando tuviese tiempo. Pero ahora… sabía que no iba a tener tiempo libre en una larga temporada. Pero no tuve que defenderme de aquel fallo, fui salvado por mi encantadora cuñada.
—El tiempo es un factor importante, pero no tanto como la integridad del paciente. Es preferible tardar unos minutos más, pero hacerlo en un vehículo con más estabilidad y menos vibraciones. – ¿Ven? Ella sabe cómo convencerte.
—No había pensado en ello. – De ser otra persona, Pamina la habría mirado por encima de su nariz, y la habría dicho eso de “por eso tu eres enfermera y yo médico”, pero ella no era así. Podía ser algo reacia a abrir su corazón, ser algo arisca, pero ella nunca haría de menos a otra persona. Aunque con su experiencia y conocimientos podría mandar al banquillo a muchos de sus colegas.
—Tomen asiento y abróchense los cinturones, vamos a tomar tierra. – mi señal para alejarme de allí y terminar con aquella conversación. Y pensar. Recordaba vagamente aquella noche con Astrid. Sexo salvaje en una zona con árboles. Pero con preservativo. Podía estar medio ebrio, podía ser joven, pero no era un idiota integral. Quizás el látex tenía algún poro, porque no recuerdo que se rompiera, eso sí que no lo habría olvidado. El caso es que al menos uno de mis espermatozoides llegó a fecundar el óvulo de Astrid. Afrontaría las consecuencias, tenía un hijo, pero eso no quería decir que Astrid y yo llegáramos más allá. Estaba claro que no hubo feeling en aquel entonces, más allá de un polvo, quiero decir. Y tampoco ahora lo había, siquiera algo de química. Sí, era bonita, pero había algo en ella… no sé cómo explicarlo. No iba a irme de su lado mientras todo esto estuviese ocurriendo, estaría con ella por nuestro hijo, tendría todo mi apoyo, pero nada más. Estamos en pleno siglo 21, la gente ya no necesita casarse cuando tienen un hijo en común. ¿Qué el niño necesitaba a sus dos padres?, por supuesto, pero no tenían por qué estar juntos.
Desde mi sitio no podía ver a Astrid, pero si el rostro de Tyler. Sus ojos permanecían cerrados, su rostro inexpresivo, sus labios resecos. Su madre podía haber luchado por él, pero la culpaba por haberlo mantenido lejos de mí, de mi protección. Si ella me hubiese dicho que tenía un hijo, lo habría protegido, cuidado, y tal vez el no … deja de vivir en el intangible mundo del pasado, Anker. Los Vasiliev siempre miraban hacia adelante. Olvidar, nunca, lamentarse, lo suficiente. Cerré los ojos unos segundos, sintiendo como los motores rugían para llevarnos al suelo. No es que fuese el escenario más idóneo, pero en aquel momento hice una promesa a ese niño, mi hijo. “Voy a cuidar de ti, a protegerte. No permitiré que nadie te haga daño”.
Antes de que el aparato se detuviera, busqué con la mirada en el exterior del avión. Una ambulancia y varios vehículos nos estaban esperando.
—Bueno, pequeño príncipe. Tu carruaje te está esperando. – giré hacia Tyler, para encontrar a Pamina retirando un lacio mechón de pelo rubio de su cara. ¿Cómo no amarla? Dimitri era un tipo con suerte.
Las puertas del avión se abrieron, y el equipo sanitario de trasporte entró en la aeronave. Pamina dio órdenes como un mariscal de campo, y todos allí dentro, yo incluido, corrimos a cumplirlas. En menos de 4 minutos, Tyler estaba en la ambulancia, saliendo del aeropuerto. Nosotros dos viajábamos en un coche detrás de él, y abriendo camino a la comitiva, una escolta policial de policías en sus motos. No puede evitar sonreír, porque era algo irónico. La policía abriéndole paso a un Vasiliev, escoltándole, y no era para llevarlo a la cárcel. ¡Cómo habían cambiado las cosas! Seguro que el abuelo Yuri no se estaba perdiendo nada de esto. Incluso puede que lo estuviese grabando como recuerdo para la posteridad. La mafia rusa había pasado de peligrosa en sus tiempos, respetable cuando Viktor se hizo con las riendas de todo, y ahora éramos como malditas estrellas de rock. Asombroso. Lo que hacía la imagen, buenos abogados y el dedicarte a negocios “medio legales”.
—¡Vaya!, sí que somos importantes. – exclamó Astrid cuando comprobó por la ventana que la policía conformaba nuestra escolta personal.
—Es parte del protocolo de emergencia que el Altare Salutem concertó con el ayuntamiento. Seguro que sabes que gente muy famosa o poderosa es tratada ahí. –
—No había visto que esto ocurriese antes. Ya sabes, escolta policial. – ladeé la cabeza de la misma manera que hacía Tasha cuando era pequeña.
—Esto son Las Vegas, Astrid. Aquí todo se hace a lo grande. – ella asintió con la cabeza como comprendiendo, y después regresó su atención a la ventanilla. No sé si habría estado aquí antes, pero como vecino de esta gran ciudad, tenía que reconocer que Las Vegas impactaba, sobre todo de noche.
Nuestro vehículo se desvió del recorrido de la ambulancia, porque nosotros no seguiríamos su mismo camino. La zona médica intentaba protegerse de tanta contaminación exterior como fuese posible, por lo que los civiles solo podían acceder si iban encima de la camilla. Astird me miró confundida.
—¿Por qué nos separamos de la ambulancia? – palmeé su mano para tranquilizarla.
—Tranquila, nosotros iremos al intercomunicador del quirófano. Allí podrás ver a Tyler antes de que entre a quirófano. – ella no estaba muy convencida, pero asintió igualmente.
Nada más atravesar las puertas, empecé a caminar deprisa, y ella me siguió. Como le prometí, llegamos a tiempo de ver a Tyler antes de Entrar en quirófano. Se despidió de él con un beso, y después los dos observamos cómo desaparecía por las puertas batientes. Desde ese momento, la vida de nuestro hijo estaba en manos de Pamina.