Andrey
Desde que Geil se fue, he conservado su cama vacía. Con lo que ganaba con las peleas y en las partidas de póquer podía permitirme pagar por ese lado de la habitación. Los de administración no tenían ningún problema con ello, y para mí era una ventaja poder ir a mi aire sin nadie que me espiara. Además, si quería traer a alguna chica para pasar un buen rato, no tenía que pensar en deshacerme de mi compañero de habitación. Todo eran ventajas.
Este era mi tercer año de universidad, y aunque las cosas me iban bien, no podía dejar de pensar que en casa estaba lo interesante. Con la inauguración del Celebrity´s se suponía que papá asestaría un golpe sobre la mesa, haría algo más que demostrarle al resto de las familias el poder que había alcanzado, sino que les estaba demostrando que, pese a ellos, alcanzaría cada vez metas más altas. Nadie podría detenerle.
Mientras se construía el hotel había rumores sobre quién sería el propietario, aunque la mayoría de ellos se encaminaban a hacia la implicación de la familia Vasiliev en su construcción. Todas las familias del crimen organizado pretenden sacar su tajada de los lugares donde hay dinero, y aquel hotel era una tarta enorme entre todas las golosinas. Que la hija del gran jefe estuviese metida en ello, les decía a todos que él tenía sus manos y sus ojos en ello. Lo que no debieron imaginar es el proyecto no era para otra persona, sino que era de la familia Vasiliev. Papá estuvo muy hábil ahí enredándolo todo.
La boda de Lena el día antes de la inauguración del hotel también fue una buena jugada. ¿Quién tiene todo un hotel vacío a su disposición? Había que aprovecharlo. Pero algo ocurrió, algo que papá no previó. Aprovecharon que los lugartenientes de la mafia rusa no estarían en sus puestos para golpear. No sé cómo lo averiguaron, quizás solo fue un golpe de suerte el topar con la primera pista: uno de los hombres que se preparaba para acudir a un evento importante. El resto tal vez no fue más que empezar a tirar del hilo y ver que todos estaban haciendo lo mismo. Puede que no descubrieran el lugar, pero llegaron a dar con el día, no necesitaron más.
Cuando mi teléfono sonó me desperté como si me sacudiera un terremoto. Nada más abrir la línea, la voz de papá, su tono, ya me dijo que realmente algo grabe había pasado.
—Reunión en mi despacho. Ahora. —Ya tenía mis pantalones puestos antes de cortar la comunicación. En dos minutos estaba saliendo por la puerta.
Me encontré con Geil por el camino, pero no parecía tener idea de lo que ocurría, y no quiero decir de los hechos que yo también desconocía, sino al caso de que algo pasaba y él no había sido avisado de ello. Si papá lo había mantenido al margen era por algo, pero tratar de quitármelo de encima para acudir junto a él, implicaba perder un tiempo que no tenía. Estaba impaciente por ponerme en marcha, mi cuerpo estaba preparado para entrar en acción, era un puñetero yonki de la adrenalina. Por eso decidí dejarle que viniera conmigo hasta el despacho de papá para, que él mismo obtuviese su respuesta. Si no debía estar allí, papá se encargaría de sacarlo de allí. Seguramente me reprendería más tarde por ello, pero antes habría que solucionar un problema más importante.
Pero papá no lo despachó como si fuera un estorbo, solo empezó a distribuir trabajo y dio órdenes concisas. Si lo piensas bien, era una tontería decir eso de “todo está bien”, era obvio que no lo estaba. Cuando tuve en mis manos mi teléfono y mis órdenes, fui a ocupar mi puesto. Geil se quedó con papá, ahora era su problema.
El centro de control no era otro que toda la planta inferior en donde estaba el despacho de papá. Ordenadores, teléfonos, personal de seguridad y docenas de archivos con documentación. Y en mitad de una enorme sala, aislada del resto, una enorme mesa con un gigantesco y completo mapa de la ciudad, puede que un poco más. Papá no había reparado gastos, si los militares lo tenían, nosotros también.
La mesa no era más que una enorme pantalla blanca, sobre la que un proyector suspendido en el techo plasmaba la información que se procesaba desde uno de los equipos. En verde estaban marcados los negocios legales de la familia, en azul las viviendas y en morado las propiedades de sus miembros. Pero los que más nos preocupaban eran los puntos rojos, esos eran los lugares donde se encontraban u operaban los negocios del lado oscuro de la familia.
Parecía que el plano de la ciudad tenía una extraña infección, una mezcla entre sarampión y un parque de bolas infantiles. La diferencia es que junto a cada punto había un nombre: podía ser una persona, un local… lo que significara para nosotros, junto con un pequeño icono que lo identificaba, ya saben, una pequeña casita como las del Monopoly, un símbolo de una persona, un fajo de billetes para las empresas, y destacando por encima del resto, algunos lugares con una corona o un escudo de armas, señal de que se trataba de una persona importante dentro de la organización, como lo era la corona sobre la casa de mis padres.
—Márcame los ataques y las horas. —pedí al operador del equipo a mi izquierda. Uno a uno algunos puntos empezaron a parpadear, o mejor dicho, unos circulitos se movían desde su centro hacia afuera, ya saben, como cuando el tipo de las noticias dice que ha ocurrido un terremoto, y en el mapa a su espalda se muestra el epicentro del que salen ondas en todas direcciones.
Eran muchos, y por la secuencia cronológica habían caído en un breve espacio de tiempo. Prácticamente caía una base, y al siguiente la otra. Si pedían ayuda, no recibirían respuesta, porque el refuerzo estaba siendo atacado. Había sido un plan bien estudiado, y por lo que veía bien ejecutado. Pero lo más importante, se habían necesitado muchos hombres para realizarlo. ¿Qué familia tenía ese despliegue de medios? ¿Había sido más de una y estábamos ante una alianza? ¿Se habían contratado mercenarios? Demasiadas posibilidades, había que empezar a descartar y quedarse solo con una. Pero lo principal, era recuperar nuestras posiciones.
A lo largo de la mañana empezaron a llegarme llamadas al teléfono. Unas eran simples controles de daños, otras eran confirmaciones de recuperación de la base de operaciones, otras solicitaban refuerzos, otras eran reportes de activaciones de efectivos. Lo bueno de los contraataques rápidos, era que el enemigo esperaba su llegada, pero no como lo hacía papá. Él aprendía de sus errores, y no tenía miedo de usar las tácticas del enemigo. ¿Ataque simultaneo y rápido con muchos efectivos?, nosotros estábamos haciendo lo mismo. Nos llevó algo más, consecuencia de que nosotros no esperábamos su ataque en masa, y ellos sí esperasen el nuestro. Pero ya saben lo que dicen, cuando uno juega en casa tiene la ventaja. Era nuestro terreno, conocíamos los puntos fuertes y los débiles, y sobre todo, íbamos a rescatar lo nuestro: nuestros negocios, nuestra gente, nuestros amigos.
El día de la inauguración del hotel, solo quedaba un local de apuestas por recuperar y tres corredores desaparecidos. La operación de recuperación aún no estaba terminada, pero no dejamos ver al mundo que eso nos afectara. Esmoquin, pajarita, zapatos brillantes… todo el lujo y glamour que la ocasión pedía estuvieron presentes, además del triple de seguridad de la que se había previsto para ese día, y no me refiero al hotel, sino a todo lo demás. Todo el entramado Vasiliev estaba en alerta máxima.
Hubo bajas, suyas y nuestras, la diferencia es que nosotros ganamos, y como tal, nos cobramos el precio. No voy a contar más, porque esos son secretos de la familia. Ni los conocía todos, ni nadie decía nada. Sé que papá, antes de ponerse el esmoquin y anunciar que el Celebrity´s se había unido a Vasiliev Gruop, había llegado con restos de sangre en las manos. Estaba en el centro de coordinación, salvo las personas que estaban allí dentro, nadie más sabía todo lo que estaba sucediendo, y dudo de que alguno de ellos tuviese un conocimiento detallado de todo lo que abarcaba y significaba nuestra organización, de cómo lo tenía yo.
Sólo tuve que unir cabos, para saber que papá había estado en el viejo barrio, allí donde nos criamos todos, donde el imperio Vasiliev nació y empezó a tomar forma. Y si unía esa zona y la sangre que manchaba las manos de papá, me venía a la cabeza una imagen, papá en la parte de atrás de la carnicería Costas. Quien dijera que el jefe no se manchaba las manos estaba equivocado, quien pensara que el jefe de la mafia rusa de Las Vegas dirigía su imperio detrás de un escritorio se equivocaba. Papá era un hombre que se movía en cualquier terreno, y lo hacía mejor que cualquiera.
Algún día yo sería como él, algún día sería lo suficientemente fuerte para pelear a su lado sin desfallecer. Algún día sería digno de que me llamaran jefe por mis propios méritos.
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