Kiril
Creo que es costumbre, a mí al menos me lo parece. Los trillizos llegamos a la puerta del despacho del abuelo al mismo tiempo. Por si alguien todavía no lo sabe, no somos hermanos, ni nacimos el mismo día, solo compartimos apellido y mes de nacimiento. Cada uno en una fecha diferente; los tres nacimos con una diferencia de 22 días, por eso solemos celebrar nuestro cumpleaños en la misma fecha, aunque no la del nacimiento de uno de nosotros, sino el de la abuela Mirna. Otra más que se une a nuestro mes, solo que ella con unos cuantos años más. Nosotros compartimos el año, y según dice mi madre, incluso paquete de pañales.
Lo de trillizos no es un apodo o mote que nos pusiera la familia, sino que lo hicieron los compañeros del colegio, incluso los profesores acabaron asimilando ese mote. Y es que tampoco se lo pusimos difícil; donde iba uno se metía el resto, sobre todo cuando liábamos alguna. Aunque nos gustaba más el nombre que nos pusieron secundaria; los mosqueteros. No sé, eso de “uno para todos, y todos para uno” se parece más a nuestro lema. Sí, creo que me quedaré mejor con ese nombre.
Tuvimos la charla de iniciación con el abuelo y los tíos el mismo día, y desde entonces nos hemos vuelto aún más inseparables. No quiero decir que todo lo hagamos juntos, pero casi. Quiero a mi hermana, mataría por ella, pero no siento ese mismo vínculo con ella que con Adrik y Luka siendo mis primos, supongo que es porque somos chicos.
—¿Tienes idea de lo que nos toca hoy? —Adrik saltó sobre nuestras espaldas para pasar sus brazos encima de nuestros hombros. Aunque la pregunta no parecía tener un destinatario, Luka se tomó la licencia de responder por ambos.
—Puede que sí. —De los tres él era el más analítico, para todo encontraba una respuesta que casi siempre acertaba. Él decía que era cuestión de probabilidades. Con dos padres que eran unos genios con los números era imposible que no saliera un pequeño Spock, si, ya saben el científico ese de orejas puntiagudas de Star Treck.
—Ilumíname. —le apremió Adrik. Pero no había tiempo para ello, porque la voz del tío Viktor nos llegó desde algún rincón a nuestra derecha. Odio cuando hace eso, parece que está acechando en las sombras para saltar sobre ti cuando estás desprevenido, es un maldito gato.
—Lo sabrás en un minuto, no seas impaciente. —Pero Adrik parecía estar acostumbrado a ello. Normal, es su padre.
La puerta estaba abierta, así que entramos directos a ocupar nuestros lugares. Esta vez no había tres sillas frente al despacho del abuelo, y eso me gustaba, porque parecía que estabas siendo juzgado, como si hubiésemos hecho algo mal, y eso hacía que tus pelotas encogieran. A ver, que te juzgue el abuelo es como si lo hiciera el mismísimo juez supremo, la sentencia sería definitiva, no habría posibilidad de apelación, y sobre todo el castigo no iba a gustarte, y no te digo si intentas librarte de él, el plan B siempre será peor.
Recorrí con la mirada a todos los que estaban allí dentro, no solo verificando que éramos los últimos en llegar, sino advirtiendo que había alguna persona que normalmente no estaba en las reuniones de los hombres de la familia. Sí, habíamos pasado por algunas de ellas desde que entramos a formar parte del escuadrón Vasiliev (así es como lo llamaba Adrik), y si bien Geil no participaba en todas porque eran asuntos que según el abuelo era mejor que no estuviese al corriente, porque era un tema que tenía que ver con los “otros negocios” de la familia, y legalmente podía escudarse en su desconocimiento si algo salía mal, sí que era raro que el tío Serg estuviese allí. Él no pertenecía al escuadrón, él estaba al marguen de todos los negocios de la familia, al menos de los del lado oscuro, como los llamaba el abuelo, porque el tío estaba al frente de cuatro o cinco gimnasios, ya no recuerdo cuantos son.
—Bueno, ya que estamos todos es hora de empezar. —Por el rabillo del ojo noté que el tío Viktor se encargaba de cerrar la puerta con el seguro. Bien, este era el tipo de reuniones que más le gustaban a Adrik, de las que se desarrollaban a puerta cerrada.
—¿Fiesta de despedida antes de ir a la universidad? —Escuché que Adrik susurraba al oído de Luka. Él sonrió mientras sacudía la cabeza, este Adrik siempre pensando en lo mismo.
—En unos días estaréis en Berkeley. Lejos de casa, de la familia… Seréis vosotros los que marquéis vuestro propio ritmo, tomaréis decisiones sin contar con nadie, cometeréis errores. Más o menos viviréis la misma experiencia que cualquier otro universitario. —El primo Anker fue el que continuó con el discurso del abuelo.
—Pero no vais a ser los únicos de la familia que estaréis allí. También va a ser la primera vez de Jade y Sheila, y aunque ellas crean que son como cualquier otra chica, no lo son. —¡Ah, mierda! Era eso.
—Sabéis los peligros que acechan a cualquier miembro de la familia. Antes habría servido con llevaros lejos para manteneros a salvo, pero hoy en día hay demasiada información en todas partes. Aunque pasar desapercibido entre más de 30.000 estudiantes es fácil, si alguien quiere encontraros tarde o temprano lo hará.
—Sabemos cuidarnos. —indicó Luka.
—Y somos tres. —le apoyé yo.
—Sea quién sea tendrá que tumbarnos a todos. —Eso podría servir cuando éramos nosotros solos, cuando sólo teníamos que cuidar de nuestros propios traseros.
—No nos preocupáis vosotros. —Y e ahí mi confirmación. La expresión de Anker decía que eran las chicas las que le preocupaban.
—Cuidaremos de ellas. —Esa era una promesa que hacía tiempo todos hicimos. Aunque iba a ser algo complicado, nosotros en Berkeley junto con Sheila, y luego Jade en Stanford. La distancia iba a ser un obstáculo. Pero no iba a ser imposible, ¿verdad?
—No esperaba menos. —intervino Serg.
—El caso… es que ellas no deben saberlo. —Podía entenderlo. Nada como meter el miedo dentro de una persona para que fuera imposible sacarlo de allí.
Yo estaba acostumbrado a vivir mirando mi espalda, ni Jade ni Sheila estaban tan integradas en la familia como para si quiera sospechar los oscuros secretos que guardábamos. Serg estaba muy apartado de todo, y salvo Drake, dudo que sus hijos supieran de las actividades “ocultas” que desarrollaba la familia. Aunque pareciésemos legales, la mafia seguía siendo la mafia. Y Sheila… ella apenas hacía un par de años que había llegado a nuestra familia, había crecido ajena a este mundo, y dudo mucho que el primo Anker le hubiese puesto al corriente.
—Así que queréis que las vigilemos mientras estamos allí. —Luka puso en palabras lo que todos tenían en la cabeza.
—Cuenta con ello. —Eran familia, y se protege a la familia. No había otra cosa que decir.
—Nunca he dudado de que fuerais a hacerlo, tan solo quería dejar claro el lugar que ocupaba entre vuestras prioridades. —El tío Viktor sí que sabía como poner nombre a las cosas. Prioridades. Teníamos que estudiar, conseguir conocimientos y un título que lo acredite, pero por encima de todo, estaba su seguridad. No solo no teníamos que hacer nada que las perjudicara, sino que cuidaríamos de que otros las dañaran.
—Viktor ha insistido en poner un equipo de vigilancia para Jade, algo que me parecía ridículo, pero después de ese asunto de las chicas desaparecidas… —Podía imaginarlo, si yo fuera padre de una joven con los ojos de Jade yo también me preocuparía. ¿Secuestrar a una chica joven y bonita para convertirla en esclava sexual? Aquellos sucesos nos pusieron los pelos de punta a todos. Yo casi que agradecía que mi hermana estuviese estudiando en Miami.
Y con eso adiós a mi plan de mantenerme lejos de Sheila. Es estúpido, lo sé, pero desde que ella descubrió mi juego con las competiciones de atletismo no quería darle más oportunidades para que descubriera más secretos. Si ella había advertido que me dejaba ganar, ¿cuánto tardaría en darse cuenta de las demás cosas? Sí, tener secretos es normal en un Vasiliev, tenemos muchos, pero solemos compartir con la familia la mayoría de ellos. Y si nos guardamos alguno, al final todos acaban descubriéndolo. No, no te juzgan por ellos, no tratan de inmiscuirse en tus motivos para tenerlos, pero es una mierda evitar constantemente que traten de ayudarte, sobre todo las mujeres. ¿Por qué tenían que tener ese radar activado constantemente?
Tener secretos que no desees compartir con los demás se hace difícil en esta familia, pero sobre todo lo es más entre nosotros tres. Los mosqueteros lo compartíamos todo; lo que nos pasaba por la cabeza, lo que sentíamos, sobre todo Adrik que no sabía tener la boca cerrada. Así que conseguir conservar los míos era un reto en sí mismo, pero lo había conseguido. Ellos no sospechaban que les ocultaba cosas, como el tema de las carreras de atletismo. Pero si lo descubrían, enseguida empezarían a preguntarme el porqué lo hacía, y eso era algo que no me sentía cómodo compartiendo con ellos. Pero si empezaban a inmiscuirse en las demás cosas…
No, lo mejor era mantener lejos a Sheila, porque ella era capaz de ver lo que ellos no, y no podía arriesgarme a que lo sacara a la luz. Puede que no revelase a nadie lo de mis autoinfligidas limitaciones en las competiciones, pero no podía arriesgarme. Los secretos son lo que son, dejan de serlo cuando alguien los descubre.
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