Goji
Desde el momento en que ella se lanzó sobre mí en el ascensor, en ese mismo instante en que yo le seguí el juego, ya sabía que iba a ser un error. Alcohol, fiesta… una química incontrolable y cero inhibiciones. Estábamos abocados a la perdición. ¿Quejarme? No puedo decir nada malo sobre ello, el trato parecía claro para los dos, y si bien me había mantenido al margen de las relaciones sexuales esporádicas por mi situación, volver otra vez al terreno de juego me había devuelto parte de la vida que había perdido. Pero no había sido un regreso paulatino, ni tímido, con Gloria no habría sido posible. Ella es… es un huracán que arrasa con todo lo que está a su paso. Ella sabe lo que quiere, y no tiene miedo ni de pedirlo ni de tomarlo.
Sí tengo que reconocer que me pilló con la guardia baja, y no fue solo por el alcohol, sino porque no esperaba que ella, ella…Vamos, que saltó sobre mí sin darme opción a retirarme. No fue un error entonces, pero sí lo es ahora que lo miro con esta nueva perspectiva. Ella ahora se ha convertido en mi punto débil, y sé lo que hace Fao con esas cosas, te aferra por ellas, te estrangula y te las arranca para que supliques que te las devuelva. Así hizo con mis padres, les tuvo bajo su puño durante años, y ellos hacían todo lo que él les pedía porque querían recuperar a su hijo.
Fao nunca me liberó, tuve que huir, y por eso estoy aquí, porque lo hice, y el precio que he de pagar por ello es la muerte, salvo… que le sea más útil vivo. Y lo soy, porque tengo una posición que él puede utilizar, y porque tiene una manera de controlarme.
¿Cómo sucedió? ¿Cómo se convirtió Gloria en una persona importante para mí? Regresemos a ese día, cuando volvíamos a nuestros apartamentos después de la boda de Nika Vasiliev, bueno, ahora Nika D´Angello, nuestra jefa, y podría decirse que también amiga.
—Estos zapatos me están matando. —Gloria se apoyó en mi hombro mientras se descalzaba. Con esos tacones y la cantidad de alcohol que llevaba encima, no me habría sorprendido que tropezase y acabase besando el suelo. Así que ante su precario equilibrio la sostuve por la cintura con cuidado.
—Un par de plantas más y llegamos. —Vivir en el mismo edificio, y además en el mismo rellano, nos convertía en vecinos además de compañeros de trabajo. Vale, yo me dedicaba a la seguridad de Nika, a veces también de Tasha, pero no era extraño que me utilizaran como maniquí de pruebas para algunos de sus patrones. ¿Quejarme? Era mejor eso que quedarme sentado en una silla viendo como el reloj avanzaba.
—Creo que he bebido demasiado. —Su cuerpo seguía pegado al mío aún después de terminar su tarea, como si necesitara un apoyo firme para no tambalearse. Sus ojillos brillaban medio nublados, como los de los borrachos, y su sonrisa indolente hacía tiempo que había perdida la mayoría del carmín. Su aliento rezumaba a vodka con miel, pero no era desagradable.
—Todos lo hemos hecho. —De no ser porque Drake me prestó a SET para que nos llevara a casa, yo tampoco me habría arriesgado a conducir. Ellos lo tenían fácil, se quedaron a dormir en la mansión donde se realizó la ceremonia. Algo que esta vez me vino bien, porque solo tuve que pedirle a SET que nos llevara a casa mientras fingía que era yo quién realmente conducía para tranquilidad de mi acompañante.
—Yo más que tú. —La cara de Gloria se restregó por mi pecho. Sí, definitivamente ella había bebido mucho más que yo.
—Pronto estarás en la cama. —Ella entendió algo muy diferente al sentido que yo había pretendido dar a esa frase.
—¿Me vas a llevar tú, semental? —su cuerpo se enderezó para que su cara estuviese más cerca de la mía.
—Yo no he dicho… —Lo intenté, pero ella no me dejó escapar.
—¡Agh!, ¡Cállate! —Y me besó, o más bien su boca devoró la mía como si no hubiese comido suficiente en el banquete.
¿Resistirme? Ni de broma, una cosa es que la prudencia no me llevara por esos caminos, y otra cosa muy distinta es que no aprovechase una oportunidad cuando se presenta.
No me costó mucho seguirle a Gloria el ritmo, ella sabía hacia dónde había que ir, y yo no tenía inconveniente en dejar que marcase el camino. Su boca, su maldita boca me volvía loco. Y su cuerpo… Mmmm, sus rotundas curvas eran imposible de dejar atrás. Ella no era como las chicas asiáticas, ella tenía más, mucho más y sabía cómo moverlo.
El timbre de las puertas del ascensor no fue suficiente para que nos separáramos, solo nuestros pies parecieron darse cuenta de que teníamos que salir de allí. Pero tampoco estaban demasiado puestos en la tarea, porque fuimos dado bandazos de una pared a otra sin rumbo fijo, hasta que en uno de esos conatos contra la pared llegamos a una puerta.
—¿La tuya… o la mía? —¿Qué? ¡Ah!, quería saber a qué puerta habíamos llegado. Era difícil mirar hacia arriba cuando tu boca estaba ocupada más abajo. Apenas perdíamos el contacto para respirar o en el caso de Glori, para preguntar entre beso y beso. Como pude, me agaché para no perder el ritmo y poder lanzar la mirada hacia la parte superior de la puerta y ver el número y la letra del apartamento.
—La tuya. —Era increíble como la descoordinación de la embriagadez había desaparecido. Las manos de Gloria volaron hacia la cerradura electrónica para teclear el código de acceso, consiguiendo que nuestro peso abriera la puerta cuando el cierre se abrió.
Cuando cerré la puerta con mi pie a mis espaldas, fue como el pistoletazo de salida de una carrera; a ver quién conseguía quitarle antes la ropa al otro, aunque si había que ayudar a tu contrincante ninguno de los dos tenía reparo alguno en hacerlo. El premio era conseguir dejar la mayor cantidad de piel al descubierto.
En un parpadeo la tenía sentada en el respaldo del sofá, y le estaba bajando las bragas mientras ella estaba haciendo un buen trabajo sacando la fiera que luchaba por salir de mis calzoncillos para unirse a la fiesta.
Mis dedos se demoraron un par de segundos sobre su pubis, mientras acariciaban la sexy mata de pelo que protegía su tesoro. Hasta que sentí un tirón en mi cuello que me hizo acercarme a ella y cruzar nuestras miradas. ¡Dios!, me perdería en aquellos ojos profundos e intensos que prometían el cielo, ¿o era el infierno? Si, seguro que era eso, porque lo que tenía delante de mí era una diablesa decidida a saquear de mí tanto como pudiese.
—Deja de jugar y ponte al lío. —Con nerviosismo empecé a buscar la cartera en el bolsillo de mi pantalón.
—Sé que tengo un preservativo. —Una cosa es no caer en la tentación, y otra muy distinta no ir preparado por si acaso. Soy hombre, nosotros nos entendemos.
Gloria me lo arrebató de la mano en cuanto estuvo a la vista, lo rasgó con los dientes y después me lo enfundó con facilidad. ¿Parecía impaciente? ¡Mierda!, pues igual que me pasó a mí cuando la vi hacer eso. Ese gesto casi me hace reventar. Para que luego digan que a los hombres nos gusta tener el control en estos momentos. Por mí podía hacerlo siempre que quisiera.
Tenía posicionado mi ariete para derribar la puerta de ese castillo, dispuesto a entrar con cuidado, como había que hacer en este tipo de ocasiones, pero ella cambió mis planes. Sus pies se posicionaron en mi trasero y me empujaron contra ella. Entré en aquella resbaladiza cueva con un fuerte envite, sintiendo como me abría paso con determinación en aquella deliciosa estrechez. No sé si fui yo, si fue ella, o fuimos los dos, pero en mi cuerpo vibró un profundo gemido, al tiempo que sentía como el aire de mis pulmones salía con brusquedad.
—Muévete. —Antes de que terminara la palabra ya me estaba meciendo en su interior, tomando el ritmo primigenio que ha perpetuado nuestra especie desde los albores de la humanidad. ¡Mierda!, no iba a aguantar mucho. Esta mujer me devorada con su cuerpo como no pensé que podía hacerse. ¿Autocontrol? ¿Serenidad? Hacía tiempo que había perdido ambas cosas, seguramente se quedaron en el ascensor.
Como era previsible, me corrí antes de tiempo. Ella estaba a la puerta del orgasmo cuando llegó el mío. Y habría sido muy desconsiderado por mi parte el haber permitido eso, así que froté mi pulgar sobre su clítoris para conseguir llevarla al punto que tenía que alcanzar. Y lo hice. Sentí su interior estrujarme con varios espasmos, su cuerpo se tensó mientras contenía un gemido, para después relajarse satisfecho. Bien, al menos no había conseguido dejar el pabellón bien alto.
Lentamente me deslicé hacia afuera, hasta abandonar aquella cálida cuna. Mi respiración trabajosa trataba de recuperar el aire que les faltaba a mis pulmones. Sonreí satisfecho hacia ella. Pero Gloria era mucha Gloria.
—Todavía no hemos terminado, campeón. —Bajó su trasero del sofá, para empezar a caminar por el pasillo hacia la habitación. Su dedo me estaba haciendo señas para que la siguiera, mientras su trasero se balanceaba pecaminoso ante mis ojos.
Otro hombre no se habría atrevido, o quizás no habría podido. Quizás yo soy lo bastante joven para recuperarme con rapidez, o tal vez es que el estímulo fue el correcto. El caso es que caminé deprisa de tras de ella, o más bien fue mi pene el que me arrastró a mí. Esta mujer acabaría conmigo, pero ¡vaya una forma de morir!.
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