Connor Walsh
Una maldita noche lo cambió todo.
Hasta ese momento tenía claro que yo no quería meterme en problemas, porque deseaba tener una vida normal, fuera de los turbios asuntos de la mafia irlandesa. Mi madre daba gracias a Dios porque yo, el pequeño de sus 2 hijos, tuviese la determinación de no entrar en aquella vida. Bueno, más bien de haberla rozado, pero no pensaba dejarme atrapar.
Mi padre y mi hermano trabajaban para McGrath con los sindicatos del puerto, y no es que fuesen importantes, pero eran leales, y eso provocó su muerte.
Dicen que la historia es un bucle infinito que se repite, y sólo los que la conocen son capaces de salir de él. Pues la mafia irlandesa de Chicago tenía que haber estudiado un poco más. ¿Han oído hablar de la noche de los cuchillos largos?, si no lo han hecho les haré un pequeño resumen. ¿Saben quién fue Adolf Hitler?, si, ese seguro que sí. Pues bien, esa famosa noche comenzó una operación de asesinatos en masa, con la que se quitó de en medio a sus enemigos, detractores y a aquellos que podían significar un obstáculo en su ascenso al poder total. Alguien hizo lo mismo aquí en Chicago, y su nombre era Ryan O´Neill.
Cuando ese demonio comenzó lo que aquí conocemos como “La purga”, nadie tuvo los recursos, el carisma ni las pelotas para plantarle cara, hasta que llegó el que hoy llamo jefe, pero que es más que un amigo; mi hermano. Alex Bowman reagrupó a los supervivientes y lanzó el contraataque más feroz que se recuerda en décadas, casi diría que en siglos. Y venció, aunque aquella no fue más que una guerra, y ganarla, le metió de lleno en otra. Pero no se rindió, peleó como aquel que lo había perdido todo, porque a él le arrebataron precisamente eso; todo.
Yo estuve allí, luchando a su lado, vengando la muerte de mis familiares, de los suyos, como buen irlandés que honra su sangre. Ganamos aquella guerra, y todas las que nos pusieron por delante, pero pagamos un alto precio. Dicen, que cuando matas a una persona pierdes un trozo de tu alma. Alex y yo casi la perdimos entera, él más que yo, pero tampoco le andaba lejos.
Durante 10 años Alex ha ocupado el puesto de jefe de la mafia irlandesa de Chicago. Conseguir ese puesto fue difícil, mantenerlo tampoco era sencillo, pero él se había endurecido lo suficiente para poder con ello. Y yo… a mi empezaron a llamarme la mano derecha del diablo, y era lo que era.
Pero el perdón nos llega a todos o eso espero, porque Alex encontró a una mujer que le hizo recuperar la fe en la vida, y por una vez desde ese maldito día, he empezado a creer que algunos pueden alcanzar un trozo de cielo, aunque sea por poco tiempo.
Alex aferró su paraíso y no permitiría que se alejara de él, lo protegería como el demonio que es. Y yo estaría cerca para ayudarle. Y quién sabe, quizás un poco de aquella luz llegara a tocarme.
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