Mica
Ya de vuelta en casa, con los chicos agotados y hambrientos de nuevo, aproveché que mi madre había preparado algo rico para comer para refrescarme un poco, y recordar. Hacía tanto tiempo que me había ido de allí, que parecía toda una vida. Había cambiado tanto… la joven llena de ilusiones se había convertido en madre, y sus prioridades habían dado un giro vital. Ahora Santi estaba el primero en mi lista, dejando mis sueños escondidos en algún rincón. Pero Connor los había sacado de allí, los había sacudido el polvo y había hecho que volviese a emocionarme. Con él, había recuperado una parte de mi misma que creía haber perdido.
- ¿Ocupada?.- la voz de mi marido me hizo abandonar el paisaje al otro lado del cristal de mi habitación, para centrarme en él parado en el marco de la puerta. Otra vez esos endemoniados bíceps estirando su camisa, haciendo que mi lívido babeara como la de una adolescente, peor que la de Lucy.
- No, adelante.- él entró en la estancia, pero no se detuvo hasta que me tuvo entre sus brazos.
- Te he echado de menos.- enrollé mis manos detrás de su cuello para acercarlo más a mí.
- No he ido a ningún sitio. Estoy aquí.- Sus brazos se acomodaron entorno a mi cuerpo, creando ese abrigo protector que había echado en falta esa misma noche. Qué fácil es acostumbrarse a lo bueno. Me besó como había estado deseando desde que habíamos llegado a mi país.
- Parecía que estábamos uno a cada lado del cristal.-
- No seas exagerado.-
- ¿Crees que los abuelos podrían ocuparse de su nuevo nieto mientras papá y mamá se echan una siesta?.- en buena hora le había explicado esa palabra. Siesta, algo muy típico en España, de donde era mi familia materna. Un día preguntó por Santi, y le dije que estaba echando la siesta. Eso de irse a la cama a media fuera del horario nocturno le pareció curioso, pero estaba claro que sabía sacar provecho a ese nuevo “concepto”.
- ¿No íbamos a ir al London eye?.-
- Se me ha ocurrido otra manera de “darle la vuelta” a mi mujer.- sus cejas se alzaron intermitentemente de maneara tentadora.
- A la mierda a la noria, enséñame cómo vas a hacerlo.- estaba empezando a entrar en calor, cuando escuché un grito infantil que se acercaba con falta de aire.
- ¡Mami, papi!, la abuela dice que a comer.- cuando Santi entró en la habitación, había tenido el tiempo gusto para cubrir las pruebas del delito.
- Entonces vamos, cariño.- volví el rostro hacia un Connor que luchaba por acomodar su camisa dentro de los pantalones.
- Id yendo vosotros, enseguida os alcanzo.-
Cuando clavé mi vista en cierto bulto de tamaño considerable amenazando con romper las costuras del pantalón, comprendí que realmente mi marido necesitaba ese “par de minutos” de cortesía. Santi y yo llegamos a la cocina, donde Poline estaba colocando un plato de pasta con tomate y albóndigas delante de un hambriento Lean, mientras su padre estaba atando una enorme servilleta alrededor de su cuello. Si, tomate, espagueti y un niño, sabía lo que iba a ocurrir allí. Mi padre colocó un plato frente a un rapidísimo Santi, que ya estaba sentado junto a su primo. Tenía una extraña sonrisa en su cara y me saludó con un guiño de su ojo derecho. ¡Oh, porras!, creo que nos habían descubierto.
- Así que esta tarde tenemos excursión, ¿verdad?. – preguntó o más bien se aseguró mi madre. ¿Otra que sonreía de forma extraña?, ¡mierda, mierda, mierda! Me sentía como una adolescente a la que sus padres sorprendía en su habitación enrollándose con su primer novio. Bueno, había alguna coincidencia ahí, pero…
- Esta tarde tengo servicio por la zona, y conozco a los tipos de la noria, seguro que puedo conseguiros un vagón sólo para vosotros solos.- dijo Luke.
- ¿Trabajas hoy?.- preguntó un recién incorporado y más presentable Connor.
- Sí, el destino del pobre, trabajar para pagar las facturas.-
- Haber hecho como Lucy, tu suegro y yo, y haber pedido el día libre.- Le reprochó mi madre.
- Esos días los estoy guardando para algo más importante. – Luke acarició la tripa de mi hermana mientras le robaba un pequeño beso. Los ojos de Poline brillaron de una forma que me dio envidia por un segundo, hasta que recordé algo que casi sucede en mi vieja habitación. Yo tenía alguien que me cuidaba y mimaba de la misma manera, alguien que se preocupaba por nosotros, alguien para quién éramos tan importantes como Poline y el nuevo bebé parecían ser para Luke.
- Vale, estás perdonado.- concedió mi madre.
- Bueno, ya que yo si tengo el día libre, me apunto a la excursión.- informó mi padre.
- Hablando de apuntarse, ¿dónde está Lucy?.- preguntó mi madre. Poline y yo nos miramos y sonreímos.
- Fue a tomar un café con un conocido.- informé. Esto de decir la verdad, pero no toda la verdad, estaba empezando a ser algo…práctico y sanamente recomendable. Sí, creo que me estaba acostumbrando demasiado bien.
- Una falta de consideración por su parte, a su amigo puede verle otro día. A ti hemos tardado años en tenerte de regreso en casa, y pronto volverás a irte.-
- No tardaremos tanto la próxima vez.- y con esa frase, Connor se ganó a mi madre. Y a mi padre, ¡qué demonios!.
- Más te vale cumplir con esa promesa, porque si no viajaré a los estados unidos y cortaré los frenos de tu coche.- una amenaza que no parecía muy firme con aquella sonrisa, pero que nunca habría que dejar en el saco de lo imposible porque mi padre era mecánico.
Terminamos de comer, y de rescatar a los peques de la salsa roja que cubría casi toda su cara, para ir a la esperada excursión a London eye. Como prometió, Luke nos consiguió un viaje “privado”, beneficios de llevar uniforme de policía y poner cara seria. Pero los que realmente se beneficiaron del viaje en “solitario” fueron las pobres almas que tuvieron que subir en el siguiente vagón al nuestro, porque en serio ¿dos niños de 3 y cuatro años, bien alimentados?, la cabina se convirtió en su particular pista de carreras. Era un ir y venir de un lado al otro de “huevo” para ver cualquier cosa que llamara su atención. 10 segundos, y vuelta hacia el otro extremo. Aunque fue bueno para nosotras tres, Poline, Lucy y yo, porque los adultos nos separamos en dos grupos, y pudimos “conseguir” información importante sobre su “café”. Y como supuse, aquella llama estaba lejos de apagarse. Parece ser que Trevor había acusado la marcha de Lucy, y la quería de nuevo en su día a día, en su vida. Nada como darle tiempo a un hombre que necesita recapacitar. Él lo hizo, y ver a Lucy divirtiéndose con un apuesto desconocido, fue el empujón que necesito para darse cuenta de que no solo la echaba de menos, sino que la quería recuperar. Decidieron darse otra oportunidad, pero según decía Lucy, con calma.
Cuando llegó la noche, descubrí que habían unido las dos camas para formar una sola. Y aunque Connor seguía asomando sus pies por la parte baja, al menos podíamos tocarnos el uno al otro para dormir. Y no, Santi no estuvo en medio en esta ocasión, lo estuve yo. Los largos brazos de Connor podían abrazarnos a los dos al mismo tiempo, una apropiada metáfora de lo que era nuestra realidad, Connor tenía suficiente para los dos. Suficiente corazón para ambos.
Connor
Tampoco podía quejarme, porque aquella “nueva cama” me permitía tener al alcance a mis dos tesoros. Al abrazarlos al mismo tiempo me sentía el hombre más grande del mundo. Como decía Santi, era la mejor sensación “del mundo mundial”.
Yo podía estar sin sexo 7 días, Mica había estado sin su familia por 4 años, ella merecía más consideración. De todas formas, regresaríamos a Chicago, y tendría a mi mujer de nuevo para mí solo, bueno, y para Santi. Aunque con mi bollito lo compartiría todo, mamá, desayuno, piscina y Max. Ah, lo olvidaba, y mi madre, porque ahora era su abuela. Parecía que había hecho mía esa frase que dice, que “para recibir, tienes que dar”, yo he cedido mi casa, a mi madre, y un trozo de mi corazón, a cambio miren todo lo que he conseguido. Creo que he salido ganando en esta operación.