Serg
Cuando entramos en la casa, lo primero que hice, fue coger el termómetro que habíamos parado a comprar en una tienda, junto con tiritas, y llevé a Ella al sofá. La obligué a sentarse y metí el termómetro bajo su axila para tomarle la temperatura. Estaba algo sonrosada, y eso no me gustaba. Cómo Lucy la hubiese provocado una infección bacteriana, iba a ir a buscarla y quemarla el coche. Eso para empezar.
- Voy a traerte algo fresco para beber.-
Ella protestó, pero no la hice caso. Después, esperamos en silencio a que el termómetro pitara, y me ocupé de comprobarlo.
- Tienes unas décimas. Voy a traer un antibiótico, y te lo vas a tomar.- Ella puso pucheros, pero no protestó. Iba a cuidar de ella, quisiera o no.
Saqué las tiritas (curitas en otros países) para cambiarle el vendaje por algo más cómodo. Con cuidado, empecé a retirar la venda, mientras ella me observaba en silencio.
- Siento lo del gimnasio.- ¿confundido por esas palabras?, demonios, sí. Era yo el que debía sentir todo lo ocurrido, y así se lo había dicho. Quizás no me aclaré lo suficiente.
- Lucy se sobrepasó. No está en sus atribuciones el ponerse violenta para impedir la entrada al gim.-
- No me refiero a eso.- Alcé la vista intrigado.-
- ¿A qué entonces?.-
- Yo… no debí presentarme allí como tu mujer.- ¿Qué?.
- Pues claro que sí debías hacerlo, lo eres, ¿recuerdas?.-
- Ya, pero…tus chicos que estaban allí…no necesitaban saberlo, ¿verdad?.- ¡Oh, mierda!, pensó que la saqué de allí tan rápido porque no quería que descubrieran que me había casado con ella. Eres un gilipollas, Serg. La chica ya tiene bastante golpeada la autoestima, para que tú hagas cosas que empeoren la situación.
- Tuve que sacarte de allí por otro motivo. Escúchame,…- cogí sus manos para que sintiera la verdad de mis palabras.- Nunca podría sentir vergüenza al decir que eres mi esposa, eso sería imposible. –
- Entonces, ¿por qué lo hiciste?.-
- Es un gimnasio de luchadores, Ella. Están acostumbrados a Lucy, pero tu…eres carne nueva y suculenta, habrían saltado sobre ti, como una manada de hienas sobre una gacela herida.
- No creo que lo hubiesen hecho, soy tu mujer.-
- Créeme, conozco a todo ese grupo de testosterona con patas. Ponles ese trasero goloso tuyo delante de los ojos, y no respetarán nada.-
- ¿Tú crees?.- su sonrisa tenía una pequeña pizca de arrogancia, como si el dato fuese un poco de helio para su ego.
- Boxeadores, Ella. Mujer y sexo siempre van juntos. No iba a permitir que tontearan con mi mujer.-
- Si no te conociera, diría que suenas bastante posesivo.-
- Sueno a que cuido de ti, es mi obligación.- ella asintió, y permanecimos en silencio hasta que terminé la cura. – Listo. Y ahora, vas a tumbarte en el sofá y vas a descansar.-
- Estoy bien.-
- Las heridas estaban muy rojas, puede que se hayan infectado y en estos momentos tu cuerpo debe estar bajo de defensas.-
- ¿Y cómo puedes saber eso, has estado 20 días fuera?.-
- Has perdido mucho peso, aunque tus músculos se hayan endurecido, tu cuerpo ha sufrido pérdidas con las que debe acomodarse. No es el mejor momento para pillar una infección.-
- Sabes mucho de estas cosas.-
- Conocer el cuerpo y su manera de funcionar era vital para un deportista de élite.- Ella se acomodó en el sofá y yo lo hice a su lado.
- ¿Y tú eras bueno?.-
- Obtuve medalla en unos juegos europeos, y estaba seleccionado para ir a las olimpiadas.-
- ¿Por qué no fuiste?.-
- Me lesioné una rodilla.-
- Oh, vaya, lo siento. ¿Ahora está bien?.-
- La rehabilitación ayudó mucho, pero la lesión llegó en el peor momento, no había tiempo para una recuperación.-
- ¿No has pensado en volver a competir?.- pensarlo sí, pero tomé la decisión de poner primero a mi familia, y no me arrepiento de ello.
- La situación se complicó, y tuve que cambiar mis prioridades. –
- ¿Por eso entrenas a otros chicos ahora?.-
- Entrenar a otros no es tan exigente, y yo ya soy demasiado mayor para volver a aquello.-
- No eres tan mayor.- era dulce escuchar su voz indignada.
- Tenía 9 años cuando ingresé en la escuela de gimnasia, y no competí oficialmente hasta que tuve 17. ¿Cuánto tiempo piensas que necesitaría para alcanzar de nuevo ese nivel?. Además, mi cuerpo ya no es tan fácil de modelar como lo es el de un niño.-
- Uf, suena inhumano.-
- Suena a trabajo y sacrificio, pero para alguien que procedía de una humilde familia de mineros y granjeros, aquella era la mejor oportunidad para conseguir algo en la vida. No ya por la fama, sino el saber que tendrías mucha y buena comida en tu plato, cada día. Fracasar no era una opción, porque eso significaba que volverías a la granja.- sus brazos me envolvieron, como si quisieran proteger al niño de entonces.
- Y yo pensando que mi infancia fue dura. Tu ni siquiera la tuviste.- mis dedos acariciaron sus cabellos con lentitud.
- Hay un dicho de dice “las infancias duras, crean adultos interesantes”, y yo creo que no salí tan mal, ¿verdad?.-
- No, eres realmente interesante, muy interesante.-
- ¿Ves?. Y tú también eres interesante.-
- Sí, lo soy.- noté su voz adormilada, y sonreí.
Tres horas más tarde, Ella estaba dormida sobre mi pecho, como aquella otra vez que nos quedamos dormidos en el sofá, solo que ahora la única dormida era ella. Toqué su frente. Estaba caliente. Maldije para mis adentros, me estiré y puse el termómetro de nuevo bajo su brazo. Cuando comprobé su temperatura, había subido unas décimas más. Me levanté, la cogí en brazos y la llevé a la cama. Sí, pesaba, pero soy un tipo que levanta pesas de 150 kilos, ella era menos de la mitad de eso, así que iba sobrado.
Regresé a la cocina, tomé un vaso de agua y un antitérmico. La hice tomarlo, pero ella casi ni se enteró de que lo hacía. No podía dejarla sola en aquellas condiciones, así que me quité los zapatos, y me metí en la cama junto a ella.
Ella
El brazo me picaba, pero era incapaz de mover mi otra mano para alcanzar aquella zona y rascarla. Tiré de nuevo, pero era imposible soltarlo de…¡oh, joder!, abrí los ojos, para encontrar el peso muerto, o más bien dormido, que tenía atrapada mi extremidad sana: Serg. Luché una vez más con él, para sacar el brazo de debajo de…¿sería su hombro?, puede que sí, estábamos tan enredados, que no sabría decir “qué” parte de “quién”, estaba “dónde”.
- Podrías simplemente pedir que me moviera.- la sonrisa de Serg fue lo primero en moverse, después de que se girara para liberar mi brazo.
- Me pica.- Sí, bien por mí señorita elocuencia.
- ¿La herida?.- antes de terminar de decir que sí con la cabeza, Serg estaba de rodillas sobre la cama, levantando la tela de mi camiseta para inspeccionar. Tiró con cuidado de una de las tiritas y ladeó la cabeza.- Parece que están cicatrizando bien.-
- Si usted lo dice, señor enfermero.- otra vez aquella sonrisa.
- Lo digo, sí. Después de que te duches, te haré otra cura.-
- ¿Ducha?- levanté la cabeza para mirar el reloj de la mesilla de noche, eran las 9 de la mañana.
- Sí, anoche has sudado bastante, supongo que por la febrícula.-
- Qué manera tan fina de decir que apesto.- Serg saltó dela cama, regresó, me dio un piquito en los labios y corrió hacia la cocina.
- Prepararé algo de desayunar, supongo que estés muerta de hambre, ayer no cenaste.-
Y así, me dejó congelada al cuadrado, ¿se podía hacer eso?. Congelamiento uno, había dormido como por 16 horas. Y congelamiento dos, me había besado, había vuelto a besarme, y ya iban dos. Dejé mi cuerpo caer como una piedra sobre la cama, los ojos mirando el techo. Señor, ¿podías hacer algo para que esos piquitos fuesen más “pasionales”?. Sí, me había levantado con hambre esa mañana, con mucha HAMBRE.
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